Hace un par de días ganó las elecciones presidenciales estadounidenses Donald Trump y esto fue sólo la cereza en el pastel de una serie de acontecimientos raciales, sectarios, prejuiciosos, misóginos e ignorantes que si bien me preocupan también me han llevado a buscar en mi memoria aquellas personas ejemplares que nos inspiran a ser mejores, que han puesto los cimientos para un mundo mejor. Fue así como volvió a mi mente el nombre de Rosa Parks (1913-2005), una mujer que se convirtió en un símbolo y un icono de la batalla contra la desigualdad racial de su país.
Rosa Louise McCauley nació en Tuskegee, Alabama, el 4 de febrero de 1913. Su madre, Leona, era profesora, y su padre, James, carpintero. Rosa fue una niña de complexión débil que padeció desde muy pequeña la segregación racial.
En 1932 Rosa se casó con un peluquero de Montgomey, Alabama implicado en distintos actos en favor de los derechos de los negros. Un año después, siendo ya la señora Parks, Rosa terminó sus estudios, algo que era realmente extraordinario pues muy pocas mujeres de color, llegaban a estudiar.
Al negarse a entregar su asiento a un hombre blanco en un autobús de la ciudad de Montgomery, en 1955, cuando regresaba a casa después de un largo día de trabajo en la tienda de Montgomery Fair. Rosa Parks inició el movimiento por los derechos civiles en los Estados Unidos. Los líderes de la comunidad negra local organizaron un boicot de autobuses que comenzó el día en que Parks fue condenada por violar las leyes de segregación. Dirigido por el entonces joven Rev. Dr. Martin Luther King Jr., el boicot duró más de un año, durante el cual Parks perdió su trabajo y terminó cuando la Corte Suprema de Estados Unidos dictaminó que la segregación en autobús era inconstitucional.
“La gente siempre dice que no renuncié a mi asiento porque estaba cansada…”, escribió Parks en su autobiografía, “…pero eso no es cierto. No estaba cansada físicamente … No, de lo único que estaba cansada era de ceder.”
En los años que siguieron a su retiro, viajó para prestar su apoyo en los eventos de derechos civiles y causas y escribió su autobiografía, “Rosa Parks: My Story”. En 1999, Parks fue galardonada con la Medalla de Oro del Congreso, el más alto honor que los Estados Unidos Otorga a un civil. Cuando murió a los 92 años el 24 de octubre de 2005, se convirtió en el tercer civil hasta la fecha y la primera mujer que recibió honores de cuerpo presente durante sus funerales en la Rotonda del Capitolio de los Estados Unidos.
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