– Tu hijo trabaja en audio en eventos muy grandes, ¿verdad? Ha de cargar constantemente equipos muy pesados.
– Sí, así es. ¡Y se le nota! Se le ha hecho un cuerpazo.
– Algo así como el mío, ¿verdad?
– Sí, casi te alcanza de bueno. Le falta poquito, poquito.
Esta conversación la tuve ayer con un amigo que es casi de mi edad. A veces las cosas que decimos sólo parecen broma. Horas después recordé varias experiencias que he tenido de contemplar cuerpos jóvenes y no tan jóvenes. Me detuve a pensar lo que para mí significa “estar bueno”. Las mamás sabemos de primera mano cómo las circunstancias de la vida dejan huellas en el cuerpo. Al decidir tener un hijo sabemos que físicamente no seremos las mismas después del embarazo, el parto, y la lactancia. No por eso pensamos mejor no tener hijos, algunas tenemos varios.
El cuerpo de un hombre de 59 no es igual que el cuerpo de un hombre de 31. Mujeres y hombres cambiamos con la edad. Canas, caída de cabello, piel flácida, arrugas, manchas, dolores varios, aumento de peso, celulitis. Y Arjona tan amablemente nos advierte que ni intentemos los aeróbicos ya que no saben quitar la grasa abdominal de la cuarta década, ni qué decir del quinto y sexto piso, y así.
Cada persona se cuida físicamente como puede. Algunos mejor o más concienzudamente, otros no tanto. Pero sin importar el cuidado, nuestros cuerpos tendrán la edad que tienen en cada momento de vida. Entonces, ¿qué significa eso de “estar buena”?
La percepción de la belleza
Cuando contemplamos a una persona vemos su físico, pero también vemos su energía, la calidad de la vida que corre por su piel, sus venas, sus órganos, sus músculos, sus huesos. La actividad, la inactividad, la manera en que nos involucramos en la vida misma da un tono específico a nuestras células y por ende a todo nuestro cuerpo. Hay personas que tienen un brillo especial, desde su mirada, un brillo que refleja una abundancia de vida. Hay personas que más bien se ven apagadas, apesadumbradas. Podríamos hablar de personas que se ven felices o tristes, pero creo que eso es simplificar mucho.
Tengo una amiga que expresa ésto de que una persona está “buena” (o sea que le gusta) usando la expresión “trae onda”. A mí en lo personal también me gustan las personas que “traen onda”, que se ven vivos. Creo que somos más bellos conforme los cambios en el cuerpo indican el grado al cual nos hemos entregado a la vida. En lo personal estoy muy a favor de envejecer, de la mejor manera, con gracia, elegancia y dignidad. Bueno, en realidad estoy muy a favor de vivir siempre de esa manera, en el entendimiento que cada uno tiene su propia versión de la gracia, la elegancia y la dignidad. Yo creo que la belleza se encuentra en la vida, la vida contenida en las canas, los kilos, y las arrugas. La vida que se ve en estrías, en pechos pesados con leche materna, en manos secas por el trabajo, en la piel manchada por la edad, en las cicatrices, y en la mirada profunda de ojos que han llorado de tristeza y de alegría. La belleza se refleja en las personas que han sobrevivido las injusticias, las enfermedades, los golpes; en las personas que han vivido.
Entonces sí, a mi hijo de 31 le falta para llegar a estar tan bueno como mi amigo de 59, y nosotras que hemos parido hijos y vivido vidas más o menos mucho “estamos bien buenas”. Sí, es así.