Hacemos todo por los hijos, incluso las cosas que de otra manera jamás estaría dispuesto a hacer. Para mí, eso se traduce en ir a fiestas infantiles y convivir con otros padres de familia. Sí, soy profundamente antisocial. Lo confieso y no tengo empacho en decirlo porque para mí no es algo negativo. Sólo diferente. Siempre que puedo evito las despedidas de soltera, bodas, bautizos, fiestas de quince años, aniversarios, posadas y cosas que involucren a más de cinco personas.
La idea de pasar tiempo con gente con la que no tengo nada en común más que la reproducción en un lugar cerrado lleno de gritos y música y niños corriendo por todas partes es mi idea de tortura medieval. Y no sólo eso, sino que el tiempo gastado allí es tiempo en el que no puedo leer, escribir o dormir, las tres cosas que más me gustan en la vida. Pero uno hace todo por los hijos y verlos contentos bien vale la pena. Para mi fortuna, los míos ya son adolescentes así que esta etapa de las fiestas infantiles está superada.
Fiestas de revelaciones
Descubrí que sacar un libro para leer durante las fiestas no está muy bien visto, así que no quedaba más que escuchar. Y de esas conversaciones rescato un detalle que me sigue llamando la atención: la reproducción silvestre, como la llamo yo, o la falta de planificación familiar. La mayoría de los casos de madres solteras lo son porque las chicas se embarazaron sin planearlo, aunque no dudo que haya por allí que son madres solteras por convicción. Sin embargo, uno tiende a asumir que los hijos dentro del matrimonio son planeados. Al menos yo así lo creí por un ingenuo tiempo.
Resulta que no. Escuchando a las otras madres me enteré que gran parte de ellas se casaron embarazadas; es decir, el bebé nonato fue la razón para contraer nupcias. En otras palabras, el miedo a pasar por “madre soltera”. Y no termina allí: los hijos subsecuentes fueron “accidentitos” también. Así que del “me casé embarazada” se pasa al “nos queríamos quedar con uno, pero ¡ups!”. A varias les sucedió no una sino dos o tres veces. Ante la pregunta de si no se estaban “cuidando”, la respuesta era casi siempre negativa o que habían usado el método del ritmo. Y en el otro extremo estaban las que buscando al niño o a la niña habían tenido varios bebés que se acumulaban hasta que tenían al realmente esperado.
No son estadísticas ni mucho menos, sólo el producto de una observación empírica de una servidora. Los resultados son bastante deprimentes. Por eso no voy a fiestas. N