Por Kim Dewey
Respirar es mágico: es una de las herramientas más poderosas que tenemos disponible con nosotros en todo momento. Respirar profundo crea un espacio para traer la atención al momento presente, relaja y calma la mente y el cuerpo, nos conecta con nosotros mismos y nuestro centro. Y si con ella hay una intención consciente sus efectos son profundos. Esto es la base de la meditación y práctica de yoga, pero no necesitamos hacer posturas rebuscadas o sentarnos a meditar por horas. Podemos sentir la magia de la respiración en cualquier momento. Con uno o cinco minutos de respiración consciente, alargando la espalda, cerrando un momento los ojos, podemos sentir su efecto.
Comparto esto porque como madres, lo que nos falta es tiempo, (y muchas, muchas veces también paciencia, calma y fuerza…) y respirar, así tan simple, es un gran aliado para mantener -más o menos- la cordura. Tomar un momento para respirar profundo antes de reaccionar, o antes de hablar, puede hacer toda la diferencia en como lidiamos o respondemos en momentos de estrés con nuestros hijos. Respirar cuando suceden cosas fuera de nuestro control, respirar para soltar y aligerar el día, o la semana. Respirar nos conecta con lo que es, desde la atención consciente, y entonces nos permite tomar decisiones y actuar desde un lugar mucho más tranquilo y empático. Y si nuestros hijos están todo el tiempo observándonos, aprendiendo a través de nosotros de cómo nos relacionamos con ellos y con el mundo, creo que es algo para tener siempre presente.
Y viene lo mejor, ¡compartir la magia de la respiración con ellos! A través de los juegos, las historias y la imaginación podemos enseñar a nuestro a hijos a relajarse y calmarse con ayuda de la respiración. Especialmente a niños pequeños que están experimentando nuevas emociones de forma más consciente, como el enojo, el dolor o la tristeza. Guiarlos a respirar es una buena forma de ayudarlos a que reconozcan lo que están sintiendo y aprender a tranquilizarse con un recurso interno, como la respiración.
Respirar también puede formar parte de pequeños rituales familiares, simplemente para compartir el poder de la respiración y su efecto. Y es una forma de introducir a los más chiquitos ¡a la meditación!
Por ejemplo, un buen momento para respirar juntos es antes de dormir, como una forma de “soltar” cuando ya se hizo de noche y es tiempo de descansar.
En casa después de leer un cuento, siempre hacemos el “mudra de respiración” junto son Sara. Los tres llevamos las manos juntas al centro, inhalamos por la nariz abriendo las manos con un globo, y exhalamos por la boca (como un suspiro) volviendo a juntar las palmas de las manos. Es una respiración muy relajante, empezó como juego, pero rápidamente se convirtió en parte del ritual para ir a la cama. Lo hacemos dos veces y siempre termina en bostezo y Sara ¡lista para dormir! Realmente respirar es mágico.