Por Laura Prieto
Vivimos rodeados de tecnología. En nuestros smartphones, tabletas, computadoras y demás, tenemos el mundo al alcance de la mano. Hay mapas, redes sociales, libros, videos y mucho más, y en el caso del celular, ha pasado de ser un teléfono, a ser una herramienta de trabajo para mucha gente, ahí me incluyo.
¿Pero qué sucede cuando, a pesar de tener todas las herramientas necesarias, ocurren errores de comunicación?, tal vez por no tener toda la información o por no escuchar a nuestro interlocutor en una llamada y verlo a la cara. Porque, en ocasiones, preferimos mandar un mensaje, lleno de emoticones, en lugar de llamar y escuchar los tonos y expresiones de la voz. Día con día, compartimos en redes sociales, momentos importantes, vacaciones, ascensos, primer día de clases, etc. y en ocasiones no hablamos de estas experiencias en persona porque, al fin y al cabo, ya lo vieron en las redes.
Un día estaba en el estudio y llegó un cliente, dijo que era chef así que decidió tatuarse algo alusivo a su niñez y a su gusto por las artes culinarias. Eligió tatuarse en un lugar doloroso, insoportable para muchos. De hecho, según el mapa del dolor de tatuajes, la sensación que se describe al hacerse uno en esa zona es de sufrimiento, agonía, dolor insoportable; pero el cliente fue reacio y estaba decidido a tatuarse ahí.
Así que, diseño listo, pusimos manos a la obra y antes de empezar a tatuar, actualicé mi estado en redes: “Tatuando huevos”.
Empecé, un diseño algo complicado, la zona se inflamaba con facilidad y sangraba un poco más de lo habitual. Mientras tatuaba, escuchaba las alertas de los comentarios de mi recién subido post. Una y otra vez tintineaba mi celular, anunciando las reacciones en las redes.
Al fin terminamos, mi cliente contento por haber concluido el martirio, miró su tatuaje, le encantó y se marchó. Yo fui a revisar qué tanto decía mi celular: “¡Qué dolor!”, “¡Qué valiente!”, “¿Cómo ahí?”, “¡Que loco!”, “Queremos ver la foto”. Y así, muchos comentarios, era tanta la insistencia y curiosidad que, con permiso de mi cliente, subí una foto de los huevos tatuados.
Literalmente, tatué unos huevos en una sartén, en medio de la espalda de mi cliente, zona que duele mucho, se los digo por experiencia. Mi cliente (recordemos que era chef) eligió ese dibujo, porque fue el primer platillo que aprendió a preparar cuando era niño, así que recordó ese par de huevos estrellados, llevándolos consigo por siempre en un tatuaje.
Otros tipos de comunicación
La tecnología nos acerca, sin embargo, hemos perdido la costumbre de vernos. Cambiamos de canales de comunicación. Estamos detrás de un móvil y podemos pasar días, hasta semanas, hablando con alguien sin siquiera verlo. He sabido de adolescentes que mandan textos a sus madres estando en la misma casa. Muchos de mis clientes ya no miran sus tatuajes, les toman foto y ahí los ven y le garantizo que mis espejos captan las imágenes con mucha nitidez. Un emoticón puede confundir las cosas. Un ok o una respuesta rápida en algún chat, puede desatar algún pleito alegando indiferencia, cuando tal vez, quien está del otro lado está muy ocupado. Vemos solo lo que los demás quieren mostrarnos en las redes sociales y si alguna vez te topas a esta persona en la calle, de la cual sabes cierta parte de su vida, es difícil entablar una conversación. O, como en el caso que les acabo de compartir, el no tener el contexto completo, en estas nuevas formas de comunicación, puede confundir mucho las cosas y llevarnos a graciosos errores de comunicación.
La tecnología me gusta, la necesito, hace el mundo más pequeño, pero me gustaría seguir considerándola como lo que es, una herramienta.
Y ustedes, ¿qué se imaginaron que había tatuado?