Por Valeria González
El sábado en la tarde el cuerpo de mi papá dejó de funcionar y agradezco tanto que en esos momentos haya estado mi hermana con él, la chaparrita, la consentida. Sé que ella pudo darle la fuerza que él necesitaba en esos momentos de transición. No pude estar con él, pero me despedí un par de días antes.
Mi papá fue parte esencial en mi camino de despertar de conciencia, de él más que nadie vislumbré lo que es el amor incondicional.
Mi mamá es un pilar en mi vida, su rol en la familia fue educarnos, así que lo hizo de la mejor manera que pudo. Y no solo a tres hijas, también a un esposo que se comportaba de pronto como niño. Mi papá pocas veces me corrigió y tal vez eso ayudó a que me sintiera completamente aceptada.
Recuerdo cuando hice algo que consideraba realmente vergonzoso y que decepcionaría a mis padres cuando lo supieran. Me sentía como una basura, pero al contarle a papá, no cambió su forma de mirarme y solo me escuchaba atentamente mientras yo lloraba de vergüenza. Nunca olvidaré sus palabras: “Hijita, tú no puedes hacer nada para que yo pueda dejar de amarte, no hay nada que puedas hacer para decepcionarme, porque te amo”.
Todo es perfecto y tuve la oportunidad de agradecerle su amor y despedirme. El jueves el doctor nos dijo que lo veía muy mal. Mi tía, su hermana, estaba muy preocupada porque él no quería ver a un sacerdote. Conozco bien a mi gente y mi padre siempre fue un rebelde anticlerical. Entonces, el Espíritu Santo puso las palabras en mi boca. Me acerqué a él y suavecito, casi sin tocarlo, mientras acariciaba su frente y su mano, llena de confianza y paz (que no sé de dónde me salió) pude decirle: “Papá este cuerpo está dando mucha lata y me imagino que te sientes muy mal. Tú no eres este cuerpo papá, este es solo un traje, tú eres muchísimo más que esto. No importa lo que le pase a tu cuerpo, vas a estar bien”. Y acercándome al oído le dije: “Papá yo te agradezco tanto, contigo aprendí que el amor incondicional existe. ¿Recuerdas cuando me dijiste: Hijita, no hay nada que puedas hacer para que yo deje de amarte? Tengo la certeza papito que Dios nos ama así. No hay nada que haga que Dios te deje de amar y ver absolutamente perfecto. ¡Eres su hijo! Si Dios es amor ¿de qué otra manera si no esa podría amar el Padre a su hijo? No hay nada que perdonar porque todo ha estado perdonado siempre. Esto que sientes ahora, va pasar, este dolor, va a pasar. Confía papito, no tengas miedo, porque no hay nada que perder en esta situación, o la semana que entra nos tomamos unas cervezas o tus papás y tus abuelitos que tanto quisiste vienen por ti a que experimentes el gozo del Amor Divino e Incondicional. Pase lo que pase papá todo va a estar bien”. Asintió, cerró los ojos y con su mano me acarició mientras yo también acariciaba su frente.
En la noche de ese mismo día empezó a mejorar. Yo tenía una cita médica con mi hijo el viernes en la Ciudad de México y me fui relativamente tranquila. Le mandamos varios videos de sus nietos con palabras de cariño y aliento. El sábado en la carretera a Saltillo, nos habló mi cuñado para darnos la noticia.
Hoy escribo para honrar su vida y ayudarme a vivir y a fluir con todo lo que estoy sintiendo.
Abelardo se fue como tenía que irse, vivió su vida a su manera, nunca le preocuparon los convencionalismos sociales, ni los religiosos. Mi mamá decía que tenía demencia placentera, porque no importaba qué estuviera pasando, si a él le preguntabas ¿Cómo estás? “Bastante bien” contestaba siempre.
Un día estábamos muy preocupados en la familia por las complicaciones de la diabetes. Él no era una persona muy disciplinada que digamos en cuanto a su salud. Y proféticamente dije, no se preocupen, mi papá se va a ir antes, antes de que pasen todas esas cosas que dicen y va a morir rápido de un infarto o algo así.
El sufrimiento nunca fue parte de su vida, el dolor sí, pero como un sentimiento normal y con su ejemplo nos enseñó que el sufrimiento es opcional y no tiene sentido. Él vivía contento, sabía que cada momento es como debe ser, no juzgaba sus situaciones o emociones como malas, vivía con un contentamiento con todo lo que le pasaba y tenía. La culpa o el sentirse víctima no estaban en su sistema y eso molestaba a aquellos que creen que hay que sufrir para merecer.
Sé que él y yo somos uno, al tener la oportunidad de hablarle de amor en esos momentos, lo hacía también conmigo y al momento que me toque hacer esa transición estoy segura que recordaré esas palabras que le dije a mi padre.
Hoy quiero experimentar este duelo así, a su manera. No puedo cambiar nada, no deseo cambiar nada porque esto que está pasando está bien. Me libero del juicio, acepto que “no sé”, fluyo con todo lo que siento sin evaluarlo y agradezco profundamente todo, aunque no lo entienda. Estoy tranquila. Con tantos abrazos y muestras de cariño me siento como una naranja, cada vez que me aprietan se me sale el jugo, lágrimas que dejo que salgan libremente sin analizar nada solo sintiendo.
Gracias, muchas gracias.
Olga Fuentes
Valeria,
Las palabras que has escrito de tu padre son simplemente perfectas y hermosas…. de verdad que me hiciste llorar porque aunque aún tengo a mi papá, me queda claro que así son algunos padres, con defectos, necios, muy a su manera pero hay algo que no cambia y es el amor de padre a hija.
Fuiste muy afortunada de tenerlo a tu lado por tanto tiempo y por qué recibiste muchas enseñanzas de su parte que hicieron engrandecer tu ser y tu alma.
Animo que en efecto, es sólo un cuerpo. Su ser y su escénica por siempre quedará en ti y en sus seres queridos.