Por Kim Dewey
Siguiendo con el tema de educación, hoy comparto un poco de lo que he aprendido de la metodología Waldorf y algunas de las características que me gustan y trato de incorporar en casa.
La pedagogía Waldorf es un sistema educativo creado por el filósofo alemán Rudolf Steiner, fundador de la antroposofía, ciencia a partir de la cual fundó la primera escuela Waldorf en 1919 en Stuttgart, Alemania y que ¡hoy está presente en más de 90 países!
La pedagogía Waldorf se basa en las necesidades y etapas evolutivas del niño y la educación centrada en la espiritualidad, el arte, la creatividad y la libertad con responsabilidad. En pocas palabras, reconoce y permite a los niños ¡ser niños! Hace unos meses asistí a una charla acerca de esta metodología y la maestra dijo algo que se me quedó grabado: “Según la metodología Waldorf, los niños hasta los siete años son más espíritu que humanos”, o algo similar, refiriéndose a que, durante la primera infancia, los niños están aún muy conectados a su esencia, a su espíritu, con el arte, la magia y la imaginación. Son seres sutiles. Habitar su cuerpo físico, conocer las emociones y conocer el mundo es todo un descubrimiento. Esto tiene mucho que ver con que la pedagogía Waldorf no use libros de texto ni exámenes y los niños aprenden a leer y a escribir a partir de los 6 o 7 años. Lo que para alguno sería un “retraso” a mí me parece ideal: es una forma de conservar, respetar y acompañar al niño en su mundo para permitir que la parte creativa y libre de su ser se afiance y florezca. Ya habrá mucho, mucho tiempo para entrar en temas más racionales y estructurados.
Una característica de la metodología Waldorf es que divide las etapas evolutivas de la vida en septenios. El tema educativo, toma 3 septenios: el primero desde la concepción hasta los 7 años, el segundo de los 7 a los 14 años, y el tercero de los 14 a los 21 años.
En esta ocasión les contaré sobre la primera infancia, o el primer septenio de vida y algunos tips para tener en cuenta y prácticas que me gusta integrar en casa, basados en la visión Waldorf:
Estar atenta: ¡los niños son grandes imitadores!
Según la pedagogía #Waldorf el primer septenio de vida está caracterizado principalmente por la imitación. Los niños en esta edad son unas esponjitas, ¡esponjitas puras! Absorben TODO lo que está a su alrededor sin filtros racionales o inconscientes -hasta cuando parece que “están en su mundo” y creemos que no están prestando atención-, ahí están. Imitar y jugar es su forma de aprender y la forma más directa de relacionarse con el mundo. No sólo imitan sonido, gestos y palabras, también actitudes y formas de moverse e interactuar con el mundo. Y claro imitan especialmente a los padres y las personas más cercanas.
Juego y ¡más juego!
Durante esta etapa el juego es la actividad más importante e indispensable para el desarrollo humano del niño. No hay nada más valioso que el espacio y el tiempo para jugar. La mejor forma de aprender es jugando y ¡esa es la naturaleza de los niños!
Además, hay que procurar incluir juguetes de materiales naturales como tela, madera, corcho; así como objetos de la naturaleza que ellos mismos pueden recolectar: palitos, piedras, conchas. Los juguetes más sencillos promueven el juego libre y fomentan la imaginación y la fantasía.
Juego al aire libre y libertad de movimiento
Es la forma perfecta para que el niño conecte con sí mismo, su cuerpo y sus habilidades; y conviva y explore su entorno con curiosidad, seguridad y libertad. Dejar que se ensucien y tengan contacto directo con las formas, texturas, colores y diferentes elementos de la naturaleza. No solo es beneficioso para la salud, también para la confianza en sí mismos y la integración del mundo que los rodea.
Dar valor a los cuentos, el teatro, la música y las manualidades
Herramientas básicas que nutren la imaginación, la fantasía y el poder creativo y de transformación de los niños. Cualidades que construyen cimientos fuertes para su desarrollo a nivel psíquico-emocional.
Compartir en familia espiritualidad práctica
Me gusta, que la pedagogía Waldorf, tenga una fuerte raíz espiritual, que no tiene nada que ver con la religión, pero si con lo sublime y con la vida. Por ejemplo, a través de conocer, observar e integrar los ciclos y ritmos de la naturaleza a la vida cotidiana: observando las fases de la luna, conociendo los elementos naturales, creando una mesa de estación o encendiendo una vela a la hora a de la cena en familia como símbolo de reunión. Y claro, celebrar las fechas importantes como los cumpleaños con pequeños rituales íntimos familiares que representen el valor de la celebración.