Por Valeria González
A nuestros padres y abuelos les tocó más fácil tomar decisiones. Ellos tenían un código de conducta súper establecido, el deber ser, la religión, las normas sociales, siempre había algo o alguien que dictaba cuál era la mejor decisión, el estrés por tomar una era menor, aunque claro que había otras frustraciones. Hoy tenemos un abanico de posibilidades y la ilusión de estar en control, eso estresa a cualquiera. Discusiones, estrés, rumiación mental, colitis, gastritis, depresiones, ansiedad, etc. En nuestra sociedad aumenta cada vez más el uso de ansiolíticos, psicotrópicos y antidepresivos.
Para mí, tomar decisiones antes implicaba un poco o mucho estrés, dependiendo de la situación. Analizaba tooodo, pros y contras, qué dicen los expertos del tema, cada una de las variables implicadas… era agotador.
Ahora sé que hay otra manera.
Empecé este proceso de reeducar o limpiar mi mente estudiando y poniendo en práctica la forma no dualista de percibir el mundo de Un Curso de Milagros. Éste es un libro que propone una práctica de vida espiritual donde la felicidad y la dicha son parte del camino.
Entendí que la voluntad de Dios o la Inteligencia Divina es la mía, y que esa voluntad es la felicidad completa. Entonces, si la voluntad de Dios es que sea feliz, y si todo lo que sucede es voluntad de Dios, por con siguiente todo lo que me pasa es para mi bien. Puedo no entenderlo, pero es la respuesta lógica a este silogismo.
Antes tuve que redefinir qué es la felicidad. Para mí era como una especie de euforia, algo que se alcanzaba de vez en cuando y duraba poquito. Algo que se tenía que buscar y trabajar para obtener.
La civilización occidental se ha esforzado en equiparar la felicidad con el logro o reconocimiento intelectual, social y económico. Y ahí andamos como conejos detrás de una zanahoria que muchos no llegan a morder. Y los que sí la alcanzan, bueno, esa “felicidad” dura solamente un rato, y sí, hay mucha emoción, mucha pasión, endorfinas, dopamina y demás reacciones químicas en el cuerpo. Al terminarse ese sentimiento de triunfo, yo al menos me comportaba como una adicta, buscaba otra meta, otro propósito para buscar nuevamente esas reacciones de dopamina que me daba el logro. Pero nunca es suficiente. Por eso lo comparo con la adicción, empiezo con poco y me gusta la sensación, pero después ya no es suficiente y el sentimiento de fracaso y frustración están al acecho y ni hablar del estés, colitis, gastritis y demás. De ahí que se diga que no se puede ser feliz todo el tiempo y busquemos reemplazar eso con fármacos. Y es que quiero obtener la “felicidad” con cosas externas a mí. Como ese cuento del señor que pierde sus lentes en el jardín de su casa, pero los busca en la banqueta porque ahí es donde hay una farola. Por más que intente buscarlos donde puede ver, no los encuentra nunca, porque los lentes siempre han estado en el jardín.
Aunque ya esté muy trillado eso de que la felicidad está en tu interior. Esa “felicidad” que se siente con los regalos insignificantes del ego, no se compara para nada con la verdadera felicidad. Es muy diferente. Lo que yo he experimentado es que la felicidad real es muy parecida a La Paz.
La definición que encontré en el diccionario de Paz personal es la siguiente: Tranquilidad, calma, sosiego de espíritu, la ausencia de perturbación y agitación. Entonces, claro que se puede ser feliz constantemente con sus momentos gozosos, pero sin perder la paz.
La Paz que supera todo razonar. Dejo atrás el juicio constante a todo lo que me pasa, a todo lo que veo y mi mente se acalla, estoy en ese estado de serenidad y calma; y entonces, solo entonces siento que no necesito nada, que lo tengo todo, que todo está perfecto. Wow ¡esa sí que es felicidad! Entonces, La Paz es un requisito indispensable para experimentar la verdadera felicidad.
Si La Paz es requisito, entonces la brújula para tomar decisiones en mi vida debe ser ¿qué me da Paz?
Al basar mis decisiones en La Paz, todo cambia, ¿qué me da Paz? o en su defecto ¿qué me quita Paz? Y aquí no hay instituciones sociales ni religiosas que lo dicten, lo que me da paz a mí no es lo mismo que a mi hija o que a mi esposo, o a mi vecina. Y me voy escuchando, conociendo y reconociendo que cada quien tiene su manera de estar en paz. No puedo caer en la trampa del ego de creer que mi manera de hacer las cosas es la mejor manera para todos. Hay personas que piensan que en la vida solo hay dos maneras de hacer las cosas: la de ellos y la equivocada.
Esto también implica un ejercicio de amor y respeto por las decisiones de los demás. La decisión que está tomando mi amiga, mi hermana, mi vecina es lo mejor para ella en este momento y eso está más que perfecto.
A mí me da paz en este momento de mi vida dedicarme a mi casa y mi familia, pero en otro momento eso me hubiera causado mucha ansiedad. Yo hice lactancia materna prolongada porque eso me daba mucha paz, pero no creo que sea la mejor decisión para otras mujeres. Basar mis decisiones en lo que dice el experto científico en turno o el Gurú de moda sin tomar en cuenta qué es lo que me da más paz puede traer muchos más conflictos y frustraciones. Además, hoy no me da paz lo mismo que hace meses o años me la daba. El chiste es escucharme al tomar una decisión ¿que me da más paz? De esta manera solo hay dos variables, y el estrés es mínimo o nulo y la frustración desaparece, puedo ser congruente con lo que pienso, siento y hago. Esa congruencia a la vez, da mucha paz y sintiendo ese sosiego, esa calma y tranquilidad puedo experimentar la felicidad constante.