Por Mayte Cepeda
Pratyahara, Dharana, Dhyana y Samadhi
Con las cuatro partes anteriores de las ramas del Ashtanga Yoga, dimos un vistazo sobre las distintas maneras que tenemos para estar y sentirnos bien, además de mejorar nuestra parte física, emocional y mental y así tratar de unificarlas e integrarlas en tu ser.
Viene ahora la parte más profunda, ya que las siguientes cuatro ramas, se refieren más que a todo, a la parte sutil de la mente y la consciencia. Tomemos un vistazo a cada una de estas ramas:
Pratyahara. Lo primero que escuché de esta rama, así lisa y llanamente fue: es el control de tus sentidos. Pues sí, sí que lo es. Cuando tu mente se torna fuerte y toma la fuerza de voluntad como aliada principal, surge pratyahara. Imagina que estás por realizar alguna actividad específica, algo que tienes tiempo planeando y esperas que te salga muy bien. Bueno, pues para realizar algo así, ocupas tenerte toda en estado de atención y en consciencia sobre esa actividad que quieres realizar. En mi caso puedo ponerte un ejemplo fácil que viene a mi mente: estoy por iniciar mi práctica de yoga, cierro mis ojos, me concentro en el aquí y el ahora, procuro traer a los sentidos hacia mi propio interior para evitar que se distraigan con lo que sucede afuera. Cuando la mente puede controlar y guiar a los sentidos, las cosas que suceden en el exterior dejan de tener esa verdad o realidad absoluta, dejan de ser lo que el mundo quiere que sean para nosotros, y nosotros aprendemos a darle el valor que realmente merecen, de acuerdo a nuestra esencia y percepción. Es una manera de ayudarnos a quitarle el poder al exterior para dominar sobre nuestra persona, a nivel personal y a nivel sociedad. El trabajo constante de esta rama del Ashtanga Yoga, constituye la puerta de entrada a las últimas tres ramas, de ahí su importancia y necesidad de pulir diariamente, pero ¡no importa si un día nos comimos esa rebanada extra de pastel (control del sentido del gusto), siempre podemos volver al buen camino!
Dharana. Ésta sexta rama del Ashtanga Yoga logra su fortaleza gracias a las cinco previas. Dharana significa concentración. Cuando tu mente logra encontrarse en un estado de concentración sin estar forzada, es gracias a que el cuerpo logró “domarse” con la práctica de yamas (conductas hacia el exterior), niyamas (restricciones hacia el interior), asanas (práctica de posturas yóguicas), pranayama (técnicas de respiración controlada) y pratyahara (práctica de control de los sentidos). Ahora, con esto no significa que el cuerpo nunca se equivoca y es perfecto. Es un trabajo continuo, con el que día a día nos topamos con la naturaleza propia del ser, con sus virtudes, debilidades, limitantes y fortalezas también. Dharana o el estado de concentración nos permite practicar el desapego de aquellas cosas, personas y situaciones que no necesitamos o que, aunque sabemos que no nos ayudan, somos bien cabezones y las queremos mantener cerca sin soltarlas. Una manera de practicar dharana de poquito a poquito es poner atención por un rango de tiempo en alguna cosa específica, por ejemplo tu respiración. Aquí te dejo un pequeño tip: con tus ojos cerrados, busca sólo atender y escuchar el sonido que generas en la inhalación y en la exhalación, así como el movimiento de las partes y órganos de tu cuerpo involucradas en ese proceso. Quédate ahí unos cinco minutos. Es rico experimentarlo, sólo que es más fácil decirlo que hacerlo.
Dhyana. El séptimo paso o rama del Ashtanga Yoga se refiere a la meditación. No necesitas mucho para practicarlo, y te digo esto porque con la sola palabra “meditación” puede ser que se nos vengan ideas falsas a la mente como “no voy a poder”, “ha de ser dificilísimo” “se necesita mucho tiempo para meditar y no ni tiempo tengo” “eso es para gente muy buena y espiritual” y miles ideas que no son más que barreras que construimos para autoboicotearnos. Sin embargo, meditar –y lo digo con todo respeto—no tiene que ser difícil, lo más difícil es conseguir la voluntad de hacerlo. Lo que sigue es práctica continua y, si puedes con esto, pues ya lo que sigue es descubrir todo lo bueno que puede darte una práctica de meditación.
Existen diversos caminos y enseñanzas para la meditación. En mi camino yogi he conocido algunos pocos como la oración en sí (en todas las religiones hay maneras de orar), la meditación a través de técnicas de los Ishayas, la meditación trascendental MT, incluso la práctica de posturas de yoga en sí, se trata de una meditación en movimiento.
Cuando nos referimos a la meditación o dhyana, se presentan tres elementos que deben fusionarse: el practicante, el objeto de meditación y el camino o proceso mismo de meditar. A esto último es a lo que nos referimos con dhyana. Y esto debe ser así, porque si tienes toda la intención de meditar debe ser a través de un camino que tú hayas elegido por voluntad propia. Si se trata de una técnica impuesta por alguien más, o el objeto de meditación no representa algo que te mueva o con lo que te identifiques, difícilmente lograrás un estado de meditación.
Samadhi. La última y más importante. Las siete ramas anteriores encuentran su razón de ser y existir en samadhi. Se conoce así, gracias incluso al impulso de diversas religiones de oriente al estado en el que el ser se convierte en uno con el Universo, la Divinidad, Dios. Es el estado máximo de consciencia que puede alcanzar una persona.
De acuerdo al Bhagavad Gita (texto fundamental en la tradición hindú), el estado de samadhi depende en gran parte del equilibrio de cinco elementos del ser humano: hábitos alimenticios, rutina de ejercicios, formas de pensar, hábitos de sueño y acciones. Al equilibrar y fortalecer estos elementos, nuestra capacidad de concentración se expande.
El samadhi supone la completa fusión con lo divino, en el que existe un absoluto reposo del cuerpo y de los sentidos; manteniendo la mente alerta pero más allá de la consciencia.
Espero que algo de lo descrito te ayude para conocerte un poco más a ti. Namasté!
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