Cocinar el amor

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Por Ivonne Orozco

Ana miraba con tristeza el resplandor que entraba por su ventana. Estaba enamorada, soñaba, pero ese amor no podía llegar hasta su corazón. Pensando en los hechizos de amor, Ana tomo su canasta y salió al mercado. En cada puesto olió, descubrió, probó, se sorprendió, las fresas se veían como corazones latientes, parecía que respiraban, que ebullían sangre.

Tomó algunas varas de canela, unas cuantas estrellas de anís, caminó por los pasillos, entre las hierbas, las frutas, los inciensos, las hojas y los pétalos. Percibió el aroma del copal, acarició su piel con las flores, se descubrió maga, bruja, miró el caldero de sus deseos y bailó descalza alrededor de el.

Llegó a casa y se echó a imaginar cómo elaboraría la pócima para su amor, cómo enfrascaría su candor, su miel y sus pasiones.

Por la madrugada Ana dejó serenando, bajo los rayos de la luna, en una tina, un ciento de pétalos de rosas rojas. Al otro día, al anochecer, puso muchas velas alrededor del fogón, retiró los pétalos y calentó el agua serenada con anís y canela. Desnudó su cuerpo y bailó alrededor del cazo, mientras incorporaba las fresas. Observó la alquimia de esos corazones que nacen en la tierra, cómo reventaban cada uno al hervir en el agua perfumada por las especias. Se dio cuenta de cómo un corazón puede reventar al calor del fuego, cómo cambia su forma más no su esencia, cómo el amor se transforma, pero no acaba. Añadió la miel de abeja y unas gotitas de aceite de rosas. Había algo más que ella quería ponerle, dudaba, pero finalmente decidió poner un poco de picante: un chile de humo. Le puso más dulce. Todo su cuerpo olía a aquella mezcla. Cada vez que movía la cuchara de palo caían sus lágrimas y su sensualidad en aquel inmenso hueco de color rojo. Un lugar sin fondo, en donde sus pensamientos se cocinaban, pensando en su hombre, en su amor, en su elixir secreto, en su hechizo, en convertirse en un hada por esa noche, por cada noche de amor, por cada noche de sueños. Dejó pasar el calor y mortajó la mezcla. Con sus manos fuertes y suaves a la vez amasó como si estuviera acariciando a su amor.

Se fue a acostar ya cansada, descubierta ante la madrugada y viendo las estrellas. Algunas lágrimas rodaban y otras se difuminaban ante los destellos de luz. El aroma impregnaba cada espacio, cada segundo. Al amanecer guardó todo su amor en recipientes cristalinos. Puso su nombre junto con el de su amado, la fecha y salió a la calle a regalar aquellos frascos a cada mujer que veía.

Caminó por horas y cuando le quedaban sólo dos recipientes se lo encontró. Lo miró a los ojos sin decirle nada y le entregó el concentrado de sus sentimientos. Él lo recibió con una sonrisa y se fue.
Ana convirtió su amor en una pócima. Enamorada, guardó para siempre aquel recipiente sellado, era su inspiración. El amor representado, el idilio inesperado, la pasión, el deseo inagotable y cocinó el resto de sus días para su gran amor.

Receta de salsa de fresa con pétalos de rosas

Ingredientes

  • 2 kg de fresas frescas limpias y desinfectadas
  • 1 litro de agua
  • Pétalos de 10 rosas, hay que quitarles la cutícula blanca que viene en la parte de arriba
  • 1 vara de canela
  • 1 estrella de anís
  • 2 chipotles
  • 2 tazas de miel de abeja
  • 2 tazas de azúcar
  • 15 gotas de esencia de rosas
  • 15 frascos pimenteros de 250 gramos esterilizados previamente

Como Ana, como una hechicera:

Pondrás los pétalos ya desinfectados a serenar, después los reservas. En esa agua serenada se añade la canela y el anís. Cuando hierva saca ambas especies y agrega las fresas y el chile chipotle para que hiervan también. Una vez que rompa el hervor, baja la flama y ponle la miel. Menea. Agrega el azúcar y vuelve a menear. Deja que siga a esa temperatura por 30 minutos, revisando que no se pegue y moviendo constantemente. Después de este tiempo, deja enfriar. Con un procesador o un machacador de frijoles, macera y revuelve.

Rellena los pimienteros dejando, en cada uno de ellos un poco de nuestra esencia. Ciérralos y ponlos a hervir -a baño maría- durante una hora. Déjalos enfriar en el agua y después sácalos y ponlos bocabajo en una superficie plana, durante 12 horas. Lava y bolea los frascos. Observa que durante 2 días no aparezca ningún tipo de hongo. Pon una tela o papel bonito en la tapa con una liga y alrededor un listón o cinta (¡no olvides la fecha!). Este elixir puede durar hasta 3 años envasado, una vez abierto requiere refrigeración.

El amor también se cocina.

Ivonne Orozco

Nací en la Ciudad de México, de raíces Oaxaqueñas por parte de mi madre. Tengo una carrera trunca en leyes y he escrito por años fábulas y textos de cocina. Soy fiel lectora de la historia de México, tengo 30 años en la cocina y 44 años de edad.

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