Por Valeria González
Una definición que encontré en internet de empatía es la siguiente:
“Esta palabra deriva del término griego empátheia, y se refiere a la habilidad cognitiva de una persona para comprender el universo emocional de otra.”
Yo ponía en práctica la empatía sin darme cuenta o sin tomar una decisión consiente al respecto (por aquello de las neuronas espejo): Si una amiga lloraba estando conmigo, era común que sintiera su dolor y me pusiera con el ojo de Remi yo también; si me platicaban de un niño enfermo de cáncer o algo similar, se me apachurraba el corazón al pensar en él y su familia; si un amigo se quejaba por alguna “injusticia” me indignaba también y me volvía su aliada. Todo esto lo explican los expertos neurobiólogos por medio de las neuronas espejo, éstas son un grupo de células que parecen estar relacionadas con los comportamientos empáticos, sociales e imitativos. Su misión es reflejar la actividad que estamos observando. Lo que pasa es que cuando vemos una acción, la neurona reproduce la misma actividad neural que estamos percibiendo como una representación en nuestra mente de dicha acción. Aquí lo más importante es que dichas neuronas se activan de acuerdo a nuestra PERCEPCIÓN, de nuestra percepción depende qué representación mental se realice.
Y luego está la teoría del inconsciente, donde para éste no existe el “otro”, todos soy yo. Así que aquella representación que hagamos en nuestra mente por nuestras percepciones de lo que le pasa o sienten los demás, para el inconsciente es como si nos pasara a nosotros.
En mi educación, sentir empatía por el dolor ajeno era muy bien visto: “soy bien linda porque empatizo con tus sentimientos de carencia, pérdida, abandono, enojo, etc.” Además, esa empatía es completamente parcial, es imposible que yo perciba dolor en una circunstancia ajena en la que yo en realidad me sentiría en paz o tranquila, entonces lo que estoy percibiendo en el “otro” es mi propio dolor o mi propio miedo al dolor y mi propia carencia o miedo a no tener, estoy percibiendo mi pasado y mi propio “programa o ego” (entendiendo como programa, todas nuestras experiencias, creencias, personalidad etc.), y el “otro” me hace el favor de enseñármelo.
Si mis neuronas espejo se activan de acuerdo a la percepción o juicio de la acción del “otro” y es mi pasado con todas sus experiencias y aprendizajes lo que dicta dicha percepción, entonces al momento de empatizar estoy enfrentándome con mi propio dolor y mi propio sufrimiento. Y al experimentar ese dolor “ajeno” lo vivo y lo refuerzo como mío (de acuerdo a la teoría del inconsciente).
Aparte le sumo a todo lo anterior la premisa que dice que “aquello en donde pones tu atención se multiplica o crece” lo que llaman los científicos el efecto observador.
Seguramente te ha pasado algo así, tienes la intención de comprarte un carro gris y de pronto ves muchos carros en la calle iguales o parecidos al que te quieres comprar. O cuando te fracturas un hueso, de pronto parece que hay más gente con fracturas a tu alrededor.
Bajo este marco teórico y con una nueva conciencia ¿no estaría mejor replantearnos la idea de la empatía?
Si percibo al “otro” sufriendo con los ojos del ego, ciertamente voy a empatizar con mi propio sufrimiento, con mi propio miedo y dolor y no solo eso, la historia que perciba del “otro” la voy a vivir como mía, el “otro” soy yo para mi inconsciente y le sumo que si mi atención está en esa percepción de sufrimiento lo voy a reforzar y multiplicar en mi mente y también en la del “otro”. ¡Wow! Viéndolo así creo que es importante pensar en otra manera de hacer las cosas, otra manera de tener empatía.
Y si en lugar de verte con los ojos del ego, me voy más profundo y dejo atrás lo que crees ser, tu personalidad, tus creencias, tu pasado, tus “culpas” y demás, en lugar de ver eso, me dejo llevar por los ojos del espíritu y veo tu divinidad, tu inocencia, tu fortaleza, tu santidad, tu complitud, tu abundancia, si logro conectarme con eso y percibir la verdad dentro de ti y ahí es donde pongo mi atención… creo que el resultado sería completamente diferente.
Aquello en lo que pongo mi atención crece, y a través de ti puedo conectarme con mi propia santidad y mi fortaleza y tu fortaleza crecen y no la debilidad. Si antes no podía ver esa divinidad en mí, es con esa empatía espiritual con la que sí me conecto con mi propia abundancia y amor, y se multiplica, y al empatizar con eso, mi inconsciente lo vive como si fuera yo, pero más bien soy tu, tu eres yo, todos somos uno.