Por María Izaguirre
Más espacios para las minorías, incluidos los niños y niñas.
Hace unos días, me llamó mucho la atención, el título de un artículo que decía: “Urbanismo inclusivo: empoderando a niñas y niños en nuestras ciudades”. Y es que hay mucha verdad en esas palabras, ya que estamos inclinados a pensar que el urbanismo es sólo para arquitectos o ingenieros, pero la realidad es que es un tema para toda la ciudadanía.
Primero que nada, teóricamente, el urbanismo inclusivo es una forma participada y pedagógica de pensar el espacio urbano con y para la ciudadanía, para que el tiempo presente de paso a la ciudad del futuro, que la movilidad sea eficaz y sostenible, y de esta forma crear y repartir las oportunidades de empleo, educación y salud en un entorno seguro, con un paisaje y un espacio público, armónico y funcional.
Esto quiere decir que al momento de planear una ciudad es importante pensar en los ciudadanos desde diferentes posturas como el género, la discapacidad, los medios de transporte, etc., y cómo hacer que estas diferencias se conjuguen y así tener un espacio apto para todos.
Siendo más específica, ¿qué importancia se le da a la experiencia de las niñas y los niños que utilizarán un espacio público?
Suele suceder que el concepto de espacio público, pensado para los más pequeños, comienza y termina en parques con juegos infantiles; los demás espacios, que finalmente sí son utilizados por este segmento de la población, no se diseñan planeando tener con un área especial para ellos en mente.
Como mamá y arquitecta me doy cuenta de lo peligrosa que es la ciudad para mi hija. Dejando fuera la delincuencia, no hay espacios para ella. Los pocos parques que existen no están en condiciones para que pueda jugar, no cuentan con jardines adecuados, ni árboles donde pueda resguardarse del sol, los juegos están en mal estado, el parque no está protegido de los coches que pasan a gran velocidad y no hay espacios para que yo pueda sentarme a leer y cuidarla mientras ella juega.
Las calles están en mal estado y las banquetas han desaparecido completamente. Los cruces de calles son un peligro latente, es imposible pasar de un lado a otro si no es corriendo y los puentes peatonales son la cosa más absurda que existe, sus diseños no son nada funcionales, y la mayoría tienen una cantidad impresionante de escalones que impiden que un discapacitado o una mamá con carriola los use; además estéticamente son horribles.
El diseño de nuestra ciudad nos obliga a andar en coche siempre por seguridad y porque resulta imposible caminar en estas condicione con nuestros hijos.
El artículo que les cuento me llamó la atención dice que, el urbanismo inclusivo pretende, empoderar a los marginados, aquellos que han sido excluidos de los roles activos de una sociedad, dándoles importancia primero dentro del espacio público para que después este empoderamiento del usuario se refleje en la toma de un rol activo dentro de sus comunidades.
Creo que es momento que nos unamos como sociedad para cambiar nuestra postura acerca del rol de las niñas y niños, y promovamos la creación de espacios más útiles donde no sólo se reúnan para jugar con supervisión adulta, sino que permitan la existencia de actividades en donde el adulto sea sólo un mediador. Esto sólo es posible con la participación de toda la ciudadanía, no se vale solamente criticar y esperar que las autoridades hagan algo, necesitamos involucrarnos todos, con propuestas positivas y creativas, pensando en cada uno de los habitantes para poder llegar a tener la ciudad que nos merecemos.