Yo también amo la danza

yo tambien danza
Azizy Alonso

“Solo hay un principio motriz: el deseo.” -Aristóteles

Ni siquiera recuerdo el día en que comencé a bailar, solo sé que se volvió mi vida entera. Esa sensación de libertad, amor, pasión a flor de piel, se convirtió en mi adicción, mi droga.

Soy maestra de danza clásica, ballet, desde hace 12 años y también soy madre de un hermoso varón de 4 años y medio. Mi historia no es diferente a la de muchas mujeres: me casé, tuve un hijo y por azares del destino, a los dos meses de nacido, me separé de mi marido. Quedé devastada, sola y con un bebé que exigía mi completa atención. Obviamente para llegar a la separación, habían sucedido muchas cosas ya entre mi pareja y yo. Sucesos que mantuve en secreto porque no podía y no quería aceptar que mi matrimonio fracasaba, que poco a poco se terminaba el amor y que cada día estábamos más lejos uno del otro. Con miedo al qué dirán, con esa voz en mi cabeza que repetía “no pudiste” y con todo el dolor de mi corazón, un día de tantos oscuros, le pedí a mi marido que se marchara. Éramos ya dos desconocidos, cada uno en su lado de la cama, sin tocarnos, sin hablar. Y se marchó. En la danza aprendemos que no importa lo que ocurra “la función debe continuar” y así lo hice. Aquella vez no era solo yo, tenía conmigo un pequeño niño que, a pesar de mi tristeza, me daba la fuerza para seguir.

Dejé de dar clases a sólo un día antes de que naciera Marcos Daniel. Así fue cómo mi hijo creció dentro de mí: al son de “El Cascanueces” y “El Lago de los Cisnes”, entre ensayos, funciones, gritos y miles “no te sale hazlo de nuevo”. En cuanto a mí, al regresar a dar clases, dos meses después, en la danza encontré ese consuelo, ese escape que te da la pasión que sientes al transmitir lo que más amas. También en el cariño de cada uno de mis alumnos y compañeros de trabajo que, sin más, al compartir la misma pasión, se entregan totalmente. El camino ha sido duro. Mi trabajo se convirtió en mi escape. Pero al volver a casa, en la noche, sola con mi hijo no podía evitar ponerme a llorar. Bajé de peso, enfermé al grado de no poder amamantarlo. Me volví fría y escéptica en el amor. Tardé mucho tiempo en sanar. Marcos me dio la fuerza que necesitaba para seguir. No bailé durante sus primeros tres años de vida, mi tiempo era todo para él, hasta que entró a preescolar y de pronto tuve el control de una pequeña parte de mis días. Volví a bailar.

Debo decir que armonizar mi carrera con ser mamá no ha sido fácil. En la danza, a un nivel profesional como lo hago yo, no hay horarios, no hay descansos. En ocasiones tengo que trabajar en días festivos. Me he perdido festivales escolares, clases públicas, reuniones con familia y amigos. A veces, en lugar de llevar a mi niño a jugar con sus amigos al parque, lo tenía conmigo sentado con sus juguetes en un salón de danza, observando un ensayo o en una función participando como un bailarín más. Nuestra vida no es la de una familia normal. En ocasiones, cuando los demás niños están en la escuela practicando el trazo o sus nuevas palabras en inglés, Marcos está viajando conmigo, participando en una función de danza. Un día en una ciudad otro día en otra. Otras, pasa días sin ver a su mami porque ella tuvo que viajar a bailar. A pesar de todo esto, soy feliz porque he tenido la oportunidad de compartir con él mi pasión, de enseñarle a tan corta edad que cuando trabajas duro, eres disciplinado y constante puedes lograr todo lo que te propones. Marcos es un niño sociable, auténtico y feliz.

Inicié a contar mi historia con una frase de Aristóteles porque creo firmemente en eso que él dijo: no existe poder humano más fuerte que el deseo. En la danza, el deseo de poder expresar un sentimiento, una idea. En la vida, el deseo de hacer las cosas, levantarse, empezar de nuevo, intentarlo una vez más, de luchar y seguir por nosotras, por nuestros hijos que son nuestra vida y luz. El deseo de ser nosotras misma, de mostrarnos tal cual somos, sin máscaras.

Recuérdalo siempre, no estamos solas, ama y déjate amar.

Andrea Odessa

Mujer transgénero que nació en la Ciudad de México y nómada que ha vivido en 7 ciudades de México. Es diseñadora gráfica egresada de la UANL, animadora de caricaturas y spots publicitarios y administradora de contenidos para redes sociales. Ahora vive en Oaxaca y ostenta entre sus logros personales ser activista vegana, ser entusiasta de una vida saludable con mucho ejercicio y ser una mujer feliz.

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