Por Dona Wiseman
En estos tiempos, y en todos los tiempos, cuestionamos. Los cuestionamientos difieren de persona a persona, y hay algunos que compartimos. ¿Por qué hay gente que tira basura en las calles? ¿Por qué el gobierno no soluciona de tajo ciertos problemas sociales? ¿Por qué la educación no se orienta a formar a personas pensantes? ¿Por qué los gobernantes son corruptos y roban? ¿Por qué soportamos a esos gobernantes? ¿Por qué sigue existiendo el acoso sexual, los prejuicios, el racismo, la injusticia, la guerra, la violencia (y no solo de género)? ¿Cómo es que las personas aún piensan ciertas cosas o actúan de ciertas maneras? ¡No hemos avanzado nada! ¡El mundo está mal!
Todos los cuestionamientos son válidos. Y creo yo que el mundo estaría peor, o está peor, a causa de no cuestionar lo suficiente. ¡Pero…! Ah, sí, el famoso “pero”. Junto con estos cuestionamientos, tendría yo que estarme cuestionando a mí misma. Creo que hoy voy a ser muy dura. Me encuentro muy cansada de… de mi misma.
Si yo me siento indignada porque unos chicos que abusaron sexualmente a una chica fueron puestos en libertad por razones que no son adecuados en lo más mínimo, y en efecto me siento así, yo tengo que volver la indignación hacia mí misma. Ah, ¡ahora resulta! Sí, yo soy parte del mundo en donde estas cosas suceden. Y tengo la obligación de revisarme para encontrar qué hay en mí que es digno de indignación. ¿O sea que yo tengo defectos? Sí. Yo tengo defectos y tendencias de personalidad que me hacen injusta, violenta, racista, deshonesta, corrupta, machista, misógina… Esto no significa que voy a aceptar lo que no es aceptable. Significa que voy a hacer un trabajo personal que contribuye a un cambio real, a una transformación. Solo puedo trabajar conmigo. Solo puedo revisar mis propias actitudes.
Años de protestas no han hecho que machistas piensen distinto, que los corruptos cambien su filosofía de vida, que dejen de suceder injusticias, que no existan las guerras. Las protestas sirven para que cambien leyes y se tomen acciones, y eso es bueno y es correcto. Sin embargo, yo pretendo un cambio más de fondo. En mí. Y así en la sociedad. Yo soy parte de la sociedad y si cambio profundamente, la sociedad cambia (poco ciertamente, pero cambia). Claro, estoy escuchando a John Lennon resonar en mi mente al escribir esto. El tipo de cambio que necesita el mundo comienza con cada uno de nosotros, individuos. Requiere el compromiso mío de cuestionarme y de buscar en mí las actitudes que sostienen y promueven los males de la sociedad. Así cuando protesto y cuestiono y acciono hacía fuera, va todo esto con el trasfondo de mi propia transformación personal.
No voy a ser perfecta y la transformación de la sociedad no depende totalmente de mí. Pienso, sin embargo, que ya hemos pasado suficiente tiempo aventando la pelotita. La contaminación es culpa de las grandes industrias, pero yo dejo tirándose el agua mientras me lavo los dientes. Me escandalizo ante una violación, pero comento que la chica que anda por la calle en minifalda está provocando y buscando problemas. Me indigno porque un gobierno ajeno se mete con las políticas de mi país, pero opino sobre y critico la cultura de otros países. Protesto y comparto peticiones para que la comunidad internacional se involucre en ciertas situaciones que me parecen bárbaras, y luego me indigno ante las actitudes imperialistas. Predico tolerancia y luego desprecio a las personas que comen carne, o que se sienten incómodas entre personas de preferencias sexuales distintos a los suyos. Exijo mi derecho de marchar por causas que me son importantes, pero deseo quitarles el mismo derecho a las personas y grupos cuyas causas me parecen aberrantes. Hago preguntas: “¿Cómo es posible que una mujer sea musulmana? ¿Cómo puede ser que un negro sea republicano?” Tengo la idea distorsionada de que practico la tolerancia cuando en realidad caigo vez tras vez en el juicio y la intolerancia.
Las invito a hacer una reflexión. No es invitación a corregirse. Es una invitación a transformarse. A la vez les digo que estoy dispuesta a aceptar que cada una de Uds. es libre de tener sus creencias y de expresarlas. Y defenderé siempre ese derecho. No creo tener la razón. Lo que creo hoy es que a veces yo misma me tendría que dar vergüenza.