Por Valeria González
Hace algunos años tuve la maravillosa oportunidad de visitar el Museo Orangerie en Paris, para mí fue una de las experiencias más sublimes en contacto con el arte que jamás había experimentado. La verdad no esperaba nada de ese museo, fuimos solamente porque nos regalaban la entrada al pagar por otro museo más grande. Cuando hacíamos fila para entrar nos dieron un panfleto que decía: “Prepárese emocionalmente antes de entrar”, y yo pensé en ese momento “¡Qué exagerados son los franceses!”. Y cuál sería mi sorpresa al entrar y enfrentarme con dos salas, iluminadas difusamente con luz natural, donde se exhibían 8 lienzos de tamaño mural de los nenúfares de Claude Monet representando las diferentes estaciones del año. Me sentí profundamente conmovida y sin darme cuenta empecé a llorar. Recuerdo que nos quedamos sentados un buen rato disfrutando de la experiencia de contemplar la obra. Y no es que yo sea así, sí disfrutaba el arte, pero juzgaba como medio chisquiados a los que se quedaban viendo un cuadro durante mucho tiempo y bueno, ese día fui una chisquiada más.
De esto hace como 5 años, y no me había tocado estar en contacto con otra obra de Monet hasta la semana pasada en uno de los museos de Nueva York, otro cuadro de nenúfares, ya no en gran formato, sino un cuadro mediano, nada impresionante, pero al verlo, reviví ese sentimiento de arrobo que experimenté en aquel museo de París. De nuevo las lágrimas, de nuevo la emoción, “¡Qué raro! ¿por qué estoy sintiendo esto por un cuadro así?” Y la respuesta llegó, estaba experimentando lo que los neuropsicólogos llaman, un engrama. Un engrama es una huella neurofisiológica en el cerebro, que es la base de un recuerdo de la memoria y forma un patrón específico de actividad. Es decir, cuando yo vivo algo realmente impactante se estimulan las terminaciones del sistema nervioso, lo cual activa conexiones neuronales que producen respuestas automáticas en el organismo. Esto es inconsciente, ya que algunos dicen que hasta el 97% de la información de la experiencia se va a mi inconsciente y dejo en la memoria consciente el resto, por eso a veces es tan difícil darme cuenta por qué me enojo, me siento aprensiva, o en este caso emocionada, con algunas circunstancias en mi vida. En este ejemplo, al ver ciertos elementos parecidos a los que se guardaron en mi memoria inconsciente, durante mi experiencia en el Orangerie como los nenúfares, los colores, el tipo de museo, el autor, etc, produje una respuesta emocional automática que me llevaba a experimentar el mismo sentimiento. Fue fácil hacerme consciente de lo que estaba pasando porque no fue una experiencia dolorosa, sino gozosa, y entre más dolorosa es una experiencia más la guardo en lo profundo de mi inconsciente como un mecanismo de defensa.
El resto del viaje estuve reflexionando en cómo estoy controlada por programas que están en el inconsciente y ¿cómo es que tomo mis decisiones? ¿qué tan libre soy si repito circunstancias en mi vida de acuerdo a esos programas? ¿por qué me topo siempre con personas que son de una determinada manera? ¿por qué me enfermo siempre de lo mismo? ¿por qué me gancho emocionalmente con ciertas cosas? ¿por qué no soy capaz de soltar el control y fluir? Y luego le meto el juicio para tratar de explicarme por qué me suceden ciertas cosas de manera repetitiva como un mal karma, la cruz que me tocó vivir o como si Dios me mandara eso porque soy capaz de soportarlo (esa es la más pinche de todas), que no pocas veces cuando alguien lo decía me hacía pensar en un Dios sumamente cruel.
Estos engramas o conexiones neuronales me permiten ver el mundo de una forma determinada y lo experimento de acuerdo a esa forma de verlo. Cada quien tiene sus engramas y sus creencias que le hacen vivir situaciones de una forma u otra. Soy presa de esas creencias como si viviera encadenada en la obscuridad con grilletes que me impiden llegar a la luz. Sin embargo, las llaves de esas cadenas no las tiene nadie solo yo misma. Por lo cual ¡sí soy libre!, estoy condicionada por mis programas y aparento estar a merced de las circunstancias y ser una víctima de este mundo, pero soy totalmente responsable de lo que vivo y experimento en el mundo por ser yo la única que puede liberarme de ellos, soy la única que puede abrir las cadenas.
Y ¿cómo le hago?
El ejemplo sumamente sencillo del cuadro de Monet fue excelente para mí, porque al hacer consciencia de dónde se originó el engrane, la respuesta automática de mi sistema nervioso desapareció y al siguiente día al visitar otro museo con cuadros del mismo artista no experimenté nada parecido a mi experiencia en Paris, era como verlo por primera vez, sin el peso del pasado en mi experiencia. Fue un desaprender, borrar el disco duro para vivir el presente sin estar en el pasado. La verdad no me hubiera importado vivir con ese engrane por ser algo disfrutable al experimentar, pero me sirvió para darme cuenta de cómo mi conciencia es una fracción de la totalidad y al hacer consciente algo y liberarme, aumento esa fracción de la totalidad que percibo y tengo mayores herramientas para vivir el presente plenamente y experimentar el no juicio y la felicidad constante.
Para ver un ejemplo más contundente de cómo los engramas nos mantienen condicionados, comparto un link de Youtube bastante impresionante.
¡Feliz miércoles a todas!