Por Dona Wiseman
Ayer lo vi. Sin barba, ni cabello largo, ni túnica. No traía corona de espinas. No lo seguía una multitud de fieles ni de acusadores. Los únicos morbosos eran mis propios ojos que lo seguían por el callejón Santos Rojo, al lado de la Catedral de Saltillo. El chico cargaba una cruz grande de madera, así como me imagino que eran en el tiempo en que se usaban como método de ejercer la pena capital. Cargaba sin amenaza de clavos ni lanza ni muerte, sino con vistas a una celebración, la conmemoración de una muerte histórica. Es extraño eso de celebrar una muerte y aun así año tras año se hace.
¿Qué significa esto para alguien que no profesa la religión católica/cristiana? No hablo de personas de distintas religiones como islam o judaísmo. Más bien me refiero a personas como yo, que nacieron en familias cristianas y que, por razones personales, se han separado de esa fe y esas creencias para contemplar otras creencias y otro tipo de vida espiritual.
En el Concilio de Nicea se estableció la siguiente regla para determinar la fecha de la Pascua de Resurrección: “Se celebraría el primer domingo después de la luna llena que coincida o que suceda al equinoccio de primavera del hemisferio norte y en caso de que la luna llena tuviera lugar en domingo, la Pascua se traslada al siguiente.”
Entonces cada año, aquí en México, tenemos vacaciones determinadas por esta celebración y bien sabemos que muchos de nosotros disfrutan las vacaciones sin mayor sentido ni significado.
Al ver al joven que trasladaba la cruz, de un templo a otro tal vez, me acordé de significados. La cruz representa la muerte y la resurrección, el renacimiento. Y la primavera también nos trae ideas de renacimiento, rejuvenecimiento, renovación y nuevo crecimiento. Los días son más largos, las plantas retoman su ciclo de vida floreando y preparándose para dar frutos. Los pájaros anidan y se reproducen.
La muerte que se conmemora es una muerte que nos llama a la transformación. Hoy, en este momento que escribo, es Domingo de Ramos. Es el día en que la tradición cristiana recuerda la entrada de Jesús a Jerusalén antes de su pasión, muerte y resurrección. Creo que, en la vida de todos nosotros, en el Viaje del Héroe, llegamos a este punto varias veces, quizá muchas, llegamos a momentos que corresponden a este tipo de entrada, a una etapa de profunda transformación que se refleja en la historia de Jesús y su sacrificio.
Entonces, ayer que vi al chico cargando la cruz me pregunté cuál es la transformación que esta temporada y este momento de vida me propone. Dicho de otra manera, ¿sabré cargar la cruz? Y así se me ocurre que esta semana será de contemplación y proceso. No iré de vacaciones. Tengo mucho trabajo. También tendré tiempo para seguir en mi tarea de vida. Cada uno pasaremos estos días de manera personal. Visitas a templos, vía crucis, misas, huevos de pascua, chocolates, canastas, vacaciones, playas… Les deseo a todos días de profunda reflexión y de una renovación de fe: en la vida, en Dios, en el Universo, y principalmente en nosotros mismos.
Así sea.