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Me libero del sacrificio, también en Semana Santa

Por Valeria González

Antes, la semana santa representaba para mí solo vacaciones, ahora (además de vacaciones, no puedo negarlo) tiene un significado profundísimo para mí. En estos días se conmemora el hecho de que, un maestro iluminado llamado Jesús, nos mostró quiénes somos al enseñarnos quién no es él.

A mí me enseñaron una versión de la historia muy del ego: Jesús como único hijo de Dios, se sacrifica por nuestros pecados y así obtiene el perdón para nosotros. Ese sacrificio fue enorme, a los ojos del ego fue negado, apedreado y crucificado. El cordero que se sacrifica para la gloria de Dios, para obtener el favor de Dios.

Los sacrificios han sido parte de todas o la mayoría de las religiones. En esta área del mundo: los aztecas, toltecas, mayas, etc. Por otras zonas, los fenicios sacrificaban animales, hombres y niños a Baal y Astarte. Para los romanos, el objeto del sacrificio era obtener favores o evitar la ira de los dioses. Para los judíos, según la ley de Moisés, los primogénitos de toda criatura eran sacrificados a Yahveh, con excepción de los nacidos de mujer los cuales son redimidos y en su lugar se debía sacrificar un animal. Esta substitución es una referencia metafórica al sacrificio de Jesús en la Cruz. Él es el Cordero que se inmola para redimirnos. Además, había sacrificios del gusto de Dios y otros rechazados por Dios. Y en todo ritual de sacrificio, la sangre es importante, ofrecer la sangre para el perdón o el favor divino, lo que se hace continuamente en la misa cristiana. Rociar la sangre, por el sumo sacerdote era una parte esencial en todo sacrificio judío. Ellos tenían sacrificios para varios propósitos, por adoración, sacrificio expiatorio, por la absolución de un daño cometido o por restitución del daño. Al ofrecer la sangre por el sacerdote, se obtenía el favor divino.

Aquí nuevamente pienso en el inconsciente que es totalmente imparcial: si Dios necesita adoración, si Dios necesita algo a cambio para una dádiva, si Dios puede pensar que un sacrificio es bueno y uno es malo, ¿no sería lógico pensar que Dios tiene un ego? Y si pensamos que Dios tiene un ego, que es un viejito sentado en una nube juzgando y evaluando continuamente lo que hacemos o no hacemos, entonces solo tendría dos opciones, o me convierto en víctima y mártir para “salvarme” o en atea, así se simple. Y ya he pasado por las dos.

Hoy veo las cosas de una manera completamente diferente.
Dios no tiene ego, Dios es amor, no hay forma en que pueda definir el amor, puedo definir o tratar de explicar una manifestación del amor, como una caricia. El amor es lo que me invita a expresar ese movimiento corporal, pero el amor no tiene forma, no es físico, no tiene ego. El amor no puede expresar resentimientos porque es lo opuesto y ahí donde hay amor no hay resentimientos, es como cuando donde hay luz, no puede haber oscuridad.

Jesús, como maestro iluminado lo entendió, y nos enseñó que en verdad no podía sufrir, no podía experimentar pérdida y no podía morir porque no es un cuerpo, no se identificó con el cuerpo. A los ojos del ego, fue atacado, pero con la visión espiritual no hay ataque, no hay heridas, no hay pérdida alguna porque él no es el cuerpo, se identificó completamente con su espíritu, con el amor total y completamente sin condiciones. Nunca vio enemigos sino hermanos, todos como un solo hijo de Dios. Hay yoguis que aseguran que incluso Jesús nunca experimentó dolor físico porque su estado de consciencia estaba mucho más allá de eso. ¡La buena nueva, la buena noticia es esa! ¡La muerte no existe! ¡No hay culpables, no hay castigo! Lo importante no es la crucifixión, sino la resurrección.

¡No nos atemos más a la cruz, no hay necesidad de sacrificio! Dios no necesita que lo adoren, ni que lo complazcan porque no es un ego, no está en el mundo de la forma. La visión espiritual implica unión, todos como uno solo. El significado del sacrificio es lo opuesto a lo que conocemos. Sacrificio: Del latín sacrificium, sacrum y facere “hacer algo sagrado”, convertir algo en “sagrado”, que, a su vez, quiere decir “separado”.

Soy la hereje de la familia, lo sé, pero no saben la felicidad y plenitud que me ha dado esta forma de ver el mundo. Poco a poco me he liberado de la culpa, y estoy conscientemente trabajando en ver el amor en todo, aunque es sumamente difícil si me identifico o si equiparo a los “otros” con un cuerpo. El cuerpo es el mejor argumento del ego para comprobar que estamos separados y que podemos sufrir y morir. Alguien (separado de mi) me puede atacar y lo culpo y me culpo. Puedo sufrir un sin fin de enfermedades para después morir y ahí los ateos tienen una base teórica, los que piensan que la materia creó la mente. Y también es un argumento para los religiosos para explicar el enojo de Dios por lo cual necesitan hacer sacrificios.

Aquí es donde la pasión de Cristo adquirió otro significado para mí. Nunca se sintió amenazado ni atacado, no tuvo necesidad de defensa alguna. Si creo en que puedo herir y ser herido por supuesto que necesito defensas, pero Jesús entendió que la verdadera fortaleza viene de una mente inocente, porque así es completamente invulnerable ya que entendió que no era un cuerpo.

El cuerpo es solo una cáscara, pero se puede utilizar como un medio por el que el amor se expresa. No soy cuerpo. Jesús es mi hermano mayor que, como tal, lo entendió todo y me lo enseña amorosamente. Cuando estoy viviendo una situación que considero dolorosa o en la cual me gancho emocionalmente, me ayuda muchísimo pensar ¿Qué haría Jesús en esta situación? Y la respuesta llega cuando mi mente se aquieta. Jesús no ve culpables porque no ve cuerpos, ve más allá de eso, ve mi verdadero ser, ve la luz dentro de mí, ve mi inocencia y la de todos. El verdadero perdón.

Esta Semana Santa recordaré esto. El verdadero perdón es reconocer que estoy libre de pecado, completamente inocente ya que no soy un cuerpo y nadie lo es. Y la salvación no es un camino de pruebas que el hijo de Dios tiene que pasar para alcanzar el cielo, porque el cielo no es un lugar, sino un estado de mi conciencia. Le quito valor a las cosas que “el mundo” se esfuerza en valorar, como el sacrificio y el dolor como medios para salvarme.

Salvarme implica también no juzgar, porque nadie está por encima de nadie, ni por debajo de nadie, porque no estamos separados, somos uno solo y con cada relación puedo atarme o perdonarme, “el otro” es un espejo. Salvarme también significa que lo que hay que sanar es la mente, desaprender, quitar muros de creencias limitantes, porque no hay nada que me limite sino yo mismo. Vivo en un mundo de ideas y mediante ellas percibo, y salvarme implica sanar mi percepción. Salvarme implica saber que vivo en un sueño y yo lo estoy soñando, ya no culpo a nadie, entiendo que lo que vivo es el resultado de mis juicios. Sanarme es esa alegría y gozo que dan la certeza de poder ir por el mundo contemplándolo de otra manera.

Soy tal como Dios me creó.
Su Hijo no puede sufrir,
Y yo soy Su Hijo.
(Curso de Milagros. Texto 31.VIII.5:2-4)

Valeria Gonzalez: Valeria González, esposa y mamá de una niña y un niño. Estudió Ciencias de la Comunicación, aunque profesionalmente se ha dedicado a la industria restaurantera. Actualmente se siente feliz siendo ama de casa ya que solo dedica unas horas a la semana a los restaurantes. Inicia su búsqueda o madurez espiritual con Yoga kundalini y más tarde y desde hace casi 4 años con Un Curso de Milagros y ahí dejo de buscar más no de aprender.
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