No necesitan estar peinadas, con ropa combinada, ni siquiera limpias, para ser amadas o aceptadas. Strong is the new pretty.
Por Kim Dewey
Hace poco leí una nota de una fotógrafa que retrata a sus hijas despeinadas, jugando, haciendo caras chistosas, disfrutando, y simplemente siendo ellas mismas, sin poses ni escenarios (puedes ver la nota aquí). Esas fotografías de niñas gritando, corriendo, pensativas y divertidas, me llevaron a pensar y reflexionar en mi rol de madre/guía para mi hija y en lo que hago cada día para nutrir y cuidar su espíritu libre, creativo, curioso y lleno de magia.
Consciente de los límites necesarios, del cuidado y de que vivimos en una sociedad que, aunque puedo no estar de acuerdo con muchas de sus formas y estructuras, somos parte, pero sobretodo reconociendo que es mi responsabilidad y deseo criar niñas despiertas, sanas, conectadas con su esencia y su poder. No quiero criar una “niña buena”, ¡quiero que mi hija sea una niña feliz y libre! Celebrando todos los días su fuerza, su feminidad e inteligencia. Desde lo más simple, como siendo consciente de las palabras que uso con ella, hasta las reglas y creencias que he decidido hacer a un lado porque sé que no nos sirven más. Respetándola, siempre. Celebrándola tal cual es. Acompañándola y escuchándola con el corazón. Simplemente Dejándola ser, darle tiempo y espacio para expresarse, moverse, explorar, detenerse, crecer y aprender a su propio ritmo. Y a veces solo observar, alejarme un poco y dejar que se adentre en su propio mundo y sienta su independencia, dejar que se caiga, se levante y se sacuda. Que importa si se ensucia, moja o despeina. Dejar que sueñe, construya e imagine mundos mágicos, vestida de verde, de amarillo, de rosa o del color y forma que ella prefiera. Honrar su voz. Abrazarla mucho, apapacharla y todos los días como mamá oso, cuidar y proteger su infancia y su libertad. Criando despacio. Desde casa. Por ella, por todas las niñas y futuras niñas, por el planeta y la humanidad entera.