Por Valeria González
“No es lo que ignoramos lo que nos impide prosperar; lo que constituye nuestro mayor obstáculo es lo que creemos que sabemos y luego resulta que no es así”.
Josh Billings“Tus creencias se convierten en tus pensamientos, tus pensamientos se convierten en tus palabras, tus palabras se convierten en tus actos, tus actos se convierten en tus hábitos, tus hábitos se convierten en tus valores, tus valores se convierten en tu destino.”
Mahatma Gandhi
Se entiende por creencia, las aceptaciones de ideas, pensamientos, dogmas que tomamos generalmente durante la infancia, tienen una connotación de verdad y no se ponen a prueba, más bien buscamos inconscientemente corroborarlas.
Cuando creo algo, mi mente quiere tener la razón, busca tenerla y aquello que la desacredita simplemente, lo pasa por alto. Esa necesidad de tener razón que tanto caracteriza al ego.
Hay creencias que nos potencializan, otras que nos limitan o que en algún momento nos sirvieron en una circunstancia de vida pero que, en el momento presente, ya no son útiles, y es complicado darnos cuenta de ellas.
Los “programantes” de una creencia primero son los padres (la madre, sobre todo), figuras de autoridad, maestros, líderes religiosos, amigos, televisión, internet, etc. Y el inconsciente lee perfectamente bien la creencia que puede ocultar una simple frase como “cuídate mucho”, que muchas madres utilizamos para despedirnos con cariño de nuestros hijos. ¿Cuál es la creencia que hay detrás de “cuídate mucho”? El inconsciente es totalmente inocente e imparcial, para éste no hay bueno ni malo, pero es muy lógico, si yo escucho de niña el “cuídate mucho” una y otra vez, es como si mi inconsciente pensara ¿de qué me tengo que cuidar? Si me tengo que cuidar de algo es porque hay un peligro. Y entonces la creencia de que el mundo es peligroso se queda en mi mente.
En todo lo que hacemos o dejamos de hacer hay una creencia que para nosotros es verdad y no la pongo en duda. Si digo, por ejemplo: “mi negocio es muy exitoso porque siempre estoy ahí trabajando”, ¿cuál es la creencia tras esto?, podría ser “para tener éxito hay que trabajar duro”, “no puedo confiar en la gente”, “sólo yo puedo hacer las cosas bien”, cualquiera de estas tres podría ser la creencia inconsciente detrás de ese comentario. Ojo, no quiere decir que las creencias sean buenas o malas, más bien te sirven para experimentarte plena y feliz o no te sirven.
El punto aquí es que mi programa o mi ego busca tener razón. Entonces, en el ejemplo de “mi negocio es muy exitoso porque siempre estoy ahí trabajando”, es impresionante como mi mente solo se va a fijar en negocios que confirmen mi creencia, negocios que quiebran por no estar el dueño al pendiente o les robaron o descuidaron la calidad, negocios exitosos por el trabajo incansable de sus dueños, pero aquellos negocios que contradigan mi creencia, esos ni los veo. Por supuesto que los hay, negocios (como muchas cadenas) que funcionan a la perfección con el personal adecuado, negocios (generalmente liderados por millenials jeje) donde pueden hacer home office como Heineken donde los empleados tienen horario flexible y 8 horas o un día a la semana para trabajar desde su casa o cualquier lado. O Google que es todavía más amigo del home office. Claro que hay muchos ejemplos de negocios exitosos donde la creencia es diferente, pero si contradice la mía, pues simplemente pasan de largo y no los veo o los ataco convencida totalmente de que están equivocados y esperando cualquier error.
Hay una amiga que me cae muy bien, creo que es bien linda, inteligente, tolerante, muy paciente más, de pronto, la veo en el súper regañando a sus hijos. Mi mente la va a justificar de inmediato para seguir con mi creencia, “pobre, tuvo un muy mal día” y seguiré creyendo lo mismo, ajusto los hechos para que concuerden con mi realidad. De igual forma si la persona me cae en el hígado, y creo que es intolerante e impulsiva y la veo en esa misma situación, por supuesto que la crucifico en mi mente, confirmo mi creencia y lo más asombroso de eso es que mi mente acomoda lo sucedido de acuerdo a mi creencia. Es impresionante como mi percepción exagera la acción y a veces hasta la cambia (¡le estaba gritando como loca a sus hijos!) para encajar en mi creencia y reforzarla. Y de esta manera limitamos a los demás y nos limitamos a nosotros mismos.
Hay un programa inglés del experto en procesos mentales Derren Brown, “Los experimentos”, en uno de los episodios hace un experimento en todo un pueblo sobre la creencia en la buena suerte. Recomiendo muchísimo verlo porque ahí detalla a la perfección esta dinámica.
El proceso en el que una creencia crea mi realidad es el siguiente:
- Tengo en mi programa o ego una creencia;
- Dicha creencia me hace tener pensamientos de acuerdo a ella;
- Mi percepción del entorno va de acuerdo a dicha creencia y a los pensamientos de ella y me provoca emociones de acuerdo a esta percepción;
- La emoción que me produce algo o alguien hace que tome acciones de acuerdo a dicha emoción. Todas mis acciones y la percepción de las acciones de los demás van a ser congruentes con mi creencia, mis pensamientos y mis emociones.
Creer es crear, mis creencias definen lo que veo en mi vida todos los días. Mi mundo externo es solo un reflejo de mi mundo interno.
En la mayoría de mis artículos recalco la importancia de no saber. No propongo atacar al ego, más bien es dejarlo de proteger, quitarle la atención y con eso va perdiendo fuerza y se hace cada vez más pequeño. Con el simple hecho de no proteger mis creencias y decir “no sé”, quito un muro que antes parecía infranqueable, obviamente todo en función del amor y la paz. Aquí la pregunta clave para hacerme es: ¿prefiero tener razón o prefiero ser feliz?
Artículo tomado de nuestra edición impresa.