Por Clara F. Zapata Tarrés / La Liga de la Leche A.C.
Muchos nos preguntamos si los humanos tenemos instinto animal, si lo adquirimos naturalmente, si lo construimos y desarrollamos o si definitivamente solo nos definimos por la cultura. Cuando hablamos de lactancia, la pregunta se vuelve incluso filosófica y nos perturba e incomoda. En consecuencia, muchas de las veces queremos recetas y trucos mágicos que nos den respuestas a estas grandes preguntas que nos aquejan a la hora de convertirnos en madres. Y efectivamente, la mayoría de las personas estamos listas para probar nuestras propias teorías o las de otros para solucionar los acertijos que nos plantean esos cuestionamientos.
Sin embargo, en el tema de lactancia específicamente, existen preguntas que no necesariamente tienen respuestas racionales o simplemente, no tienen respuestas. Una de ellas es precisamente, el instinto. Sin duda, es importante intentar reconstruirnos y buscar desarrollar el instinto, pero no como mandato, sino como un proceso complejo en el que no siempre encontraremos respuestas explicadas por la razón. Por ello, es importante que, a la hora de tomar la decisión de amamantar, hagamos el esfuerzo por, poco a poco y en soledad, crear espacios y tiempos para prepararnos para el desarrollo de ese instinto y no encontrarnos desesperadas pensando que ya es demasiado tarde.
Una de las premisas que necesitamos considerar es que cada madre es distinta y que cada experiencia de lactancia es única. Con este planteamiento asumimos que, en primer lugar, no existe una receta sobre cómo se amamanta y, en segundo lugar, que la propia madre es capaz de desarrollar condiciones que se adapten a su realidad específica, en libertad. Aquí, se ponen en juego los sentimientos. Nos posicionamos en la dimensión emocional y partimos desde el punto que el conflicto está presente constantemente. Surgen preguntas como: ¿qué voy a hacer con mi trabajo?, ¿tendré tiempo de hacer algo para mí?, ¿mi pareja, mi familia y mis amigos, me apoyarán o tendré que vivir este proceso en soledad? Nos hacemos cuestionamientos prácticos, pero también esenciales, que tienen que ver con un futuro tan lejano que nos da una angustia terrible que acaba por destruir toda posibilidad.
Amamantar no es forzosamente una habilidad técnica como tanta gente nos quiere hacer creer. No es una posición, una práctica con pasos específicos o incluso otra forma más de consumir. Tiene más bien que ver, precisamente con la espontaneidad y con asumir plenamente que las emociones buenas, malas, negras, grises, blancas y desordenadas estarán presentes en el camino y que las respuestas van a surgir poco a poco, despacito, sin tiempo definido o que incluso no las habrá. En este sentido, amamantar no es solamente alimentar. Tiene muchos vértices: es nutrir en el amplio sentido de la palabra; es criar; es mostrar y demostrar amor. Y aquí llega la cuestión del instinto, porque somos humanos y nos define, por excelencia, la cultura. Amamantar tiene que ver con preguntas muy profundas e íntimas sobre nuestro cuerpo, sobre la naturaleza, sobre la sexualidad propia. Por ello no es tan sencillo.
A quién no le han dado consejos desde el embarazo: “La mejor posición es esta”; “Toma el curso de lactancia y trabajo porque solo tienes 40 días para que tu bebé se vaya a la guardería”; “No lo cargues porque se va a acostumbrar y finalmente se van a separar más pronto de lo que te imaginas”; “Toma este té y milagrosamente te saldrá mucha leche”, etc. Casi nadie nos habla de lo maravilloso que es tener a nuestro bebé en brazos por horas, sin que importe el tiempo, el espacio, el orden o el desorden. Casi nadie nos escucha y, por lo tanto, amamantar se convierte en algo tan práctico que borramos inconscientemente el instinto y quizás terminamos por tomar decisiones sin libertad.
Así, la lactancia nos permite tirar por la borda (en el sentido positivo del dicho) creencias y mitos muy arraigados culturalmente y en consecuencia ser autónomas en nuestras elecciones. Y precisamente ahí, crear y recrear un parteaguas que tenga un impacto no solamente en lo privado, sino también en el ámbito público.
Entrando más en detalle, uno de los procesos que ayuda enormemente a llevar esta fase en equilibrio es la crianza biológica (Colson, S. What is biological nurturing, conferencia en el 60 aniversario de La Liga de la Leche Internacional, 2017). Este término nos plantea que la madre y el bebé necesitan estar temporal y continuamente juntos para establecer una relación satisfactoria y una adecuada lactancia.
Como se mencionó anteriormente, existen muchos mitos respecto del contacto y la relación entre madre y bebé. Uno de ellos es que el bebé debe estar en una cuna excepto cuando le dan de comer. Los bebés humanos, a diferencia de otros mamíferos, no pueden ir a buscar el pecho porque no caminan desde el nacimiento. Aquí entra la crianza biológica, que es más que una postura. La madre se encuentra en una posición cómoda y el contacto con su bebé es constante y permanente. Se miran a los ojos y desarrollan juntos, un estado hormonal y emocional específico. Sus panzas están en contacto y la gravedad hace su trabajo en armonía. La madre puede estar sentada, acostada, reclinada permitiendo que su bebé tome sus pequeñas e importantes decisiones. Siempre están juntos para que el proceso fluya y el instinto se desarrolle. El bebé, aun dormido, podrá comer, no llorará y podrá tener un buen agarre. En esta postura libre, la madre es proactiva y deja que el bebé decida cómo y cuánto comer; le ayuda en su transición al mundo. La madre va adquiriendo confianza y poco a poco se incrementará la producción de leche. La oxitocina, en esta orquesta, aumentará y la lactancia se fortalecerá. Habrá veces que la madre asumirá el liderazgo y otras en las que el bebé guiará. Crearán una relación íntima, fuerte y de seguridad. El instinto se desarrollará y poco a poco la naturaleza hará su trabajo. Tres o cuatro semanas después del nacimiento la realidad se adaptará a este dueto y no al revés.
El presente es construido en cada momento y el futuro, por lo pronto, se queda en pausa. La madre tiene confianza porque vive ese momento con conciencia y seguridad. Después, ya tomará otras decisiones y tendrá otras preguntas.
Clara F. Zapata Tarrés.
Etnóloga y Líder de La Liga de la Leche A.C.LIGA DE LA LECHE SALTILLO
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Grupo de madres: @LLLSaltillo
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