Yo también tengo sueños

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Por Alex Campos

¿Qué sería de mi vida si no fuera mamá, de 3 para ser exacta, si aún tuviera aquel ritmo acelerado, trabajando entre semana y sin tres bebés en casa que cada día necesitan más de mí?
Tal vez no tendría estas ojeras acumuladas desde hace 4 años, de esas que no se disimulan ni con el “mágico pepino”, papa o cualquier remedio existente en este planeta.

Inmersa en ese pensamiento, también imaginé que mi despertador no sería una vocecita diciéndome, “mami quiero ir al baño”, o el grito intenso de un bebé de 1 año y medio pidiendo desesperadamente su biberón. Tampoco me despertarían esos ruiditos que emite un bebé de 4 meses pidiendo brazos de mamá o alertando que es hora de comer. Mucho menos andaría corriendo todo el día, como si de una competencia contra reloj se tratara. Tendría tiempo para hacerme manicure, tinte de cabello y podría decidir entre llamar a una amiga para ir al cine, a cenar o simplemente quedarme en casa descansando. Se lee realmente maravilloso, si lo resumimos en dos simples palabras: descanso y tiempo. ¿Verdad que cuando te conviertes en mamá estas dos palabras desaparecen de tu vocabulario?

Al principio, todo esto de no tener tiempo para ti y las tremendas levantadas en la madrugada, se convierten en un tema de frustración, aunado a una diminuta personita que te mira directo a los ojos diciéndote claramente que depende de ti. Es hermoso, pero asusta.

Aun así, si alguien llegara hoy con una película de lo que es mi vida con mis tres pulguitas, y me mostrara todo ese alboroto de mañanas caóticas, corriendo de un lado a otro, preparando desayuno, limpiando la cátsup que cayó en el piso, dando biberón al más pequeño mientras preparo el lunch de la mayor y poniéndome un poco de rímel en el carro para no verme “tan zombi”, sin titubear diría ¡lo quiero todo!, ¡quiero todo el combo! Y si, 3 para llevar, incluso ese bebecito que decidió llegar de piloncito y con un cromosoma de más ¡así lo volvería a pedir!

Diría que quiero cada segundo esos besos pegajosos, esas manitas que dejan huella por ventanas y paredes, quiero pañales, juguetes y biberones tirados por doquier, quiero quejarme de mi falta de descanso con uno de mis pequeños encima de mi rogando por mi atención, quiero sorprenderme cantando las canciones de la Gallinita Pintadita a todo pulmón en la sala de la casa y darme cuenta que lo disfruto igual que ellos; quiero emocionarme planeando vacaciones y navidades y despertarme sabiendo que me necesitan y yo también.

Ellos hacen que me ponga la capa de superhéroe, están tan convencidos de que tengo súper poderes, que todo lo sé y todo lo puedo hacer, que incluso en ocasiones descubro que en efecto puedo hacer cosas que jamás pensé. Sacan mi niña interna, mi lado cómico, la cocinera que estaba en lo profundo de mi ser y no tenía el gusto de conocer; me convierto en porrista y ni qué decir de esa narradora de historias y cuentos inventados que a ellos les encantan. Sé que es trillada esta frase, pero qué verdadera es, ellos sacan la mejor versión de mí.

Sin duda, han hecho que mi vida cambie por completo, por ellos pasé mis metas laborales a un segundo plano y decidí sentarme por un rato en la banca, no renunciar por completo al partido, pero si ser jugador de banca para tener la dicha de disfrutarlos, verlos crecer, pero sobre todo, darles tiempo de calidad, no quiero perderme ni un segundo. Y es que, ¿has notado que tan rápido va avanzado la vida?

Es como si desde el momento que te conviertes en mamá viajaras en un tren bala, sin paradas y a toda velocidad, y si no disfrutaste el viaje ¡no hay marcha atrás!

Así me sentí yo, el día que decidí que quería ser una de esas mamás, de las que ves en los supermercados o en las puertas de los colegios, una de esas mamás de primera fila en los festivales, mamás completamente activas en la vida de sus hijos. Todo esto había venido a mi pensamiento ya hace tiempo pero no me atrevía a concretarlo, es decir, ¿cómo plantearía en mi trabajo que mis necesidades y obligaciones cómo mamá estaban haciendo corto circuito con mis horarios y obligaciones en el trabajo? Lo veía muy lejano, pues siempre dije que llevaría muy a la par mi trabajo como mamá y mi profesión, si, suena grandioso, y si logras hacerlo, ¡qué maravilla!

Yo cada día corría más, apenas despertaba y ya sentía el reloj encima, y bien sabemos que el tiempo y los niños no se conocen muy bien al inicio de sus años, eso no ayudaba a que iniciáramos bien la mañana.

No me parecía bien obligar a mis niños vivir una vida acelerada por mis intereses profesionales. Algunas noches me iba a la cama con el corazón apachurrado porque mis niños de alguna manera trataban de decirme que necesitaban más de mi de lo que yo estaba dándoles. Esos berrinches que salían de la nada a veces, además de ser parte de una etapa, me parecía que eran un grito desesperado pidiendo más atención, y yo pensaba, ¿más? ¡pero si todo lo que hago gira en torno a ellos!

Entendí de pronto que ya no querían verme estresada todo el día por el tiempo, que querían ir a piñatas y quedarse más de 1 hora, que querían sentarse a comer comida calientita que mamá había preparado. Pero, sobre todo, entendí algo de mí, el cansancio y la frustración de correr todo el día y pasar mucho tiempo manejando hacía que, por las tardes, cuando ya estábamos en casa, yo no tuviera el mejor humor, me sintiera cansada y obvio ¡mi paciencia fuera prácticamente nula!

Sé que a veces esto no es posible, que no en todos los casos es una opción recortar las horas de trabajo, que la vida de hoy en día cada vez exige más y más, más tiempo, más recursos económicos, más, más y más. Pero también sé, que todas tenemos ese instinto que nos ayuda a saber qué necesitan nuestros pequeñitos. Que somos expertas en el arte de organizar, probar y adquirir métodos y técnicas para poder hacerlo todo, ese instinto que nos brindará las herramientas para lograr el equilibrio, porque cuando decidimos ser madres no decidimos dejar de ser mujeres, con sueños, metas y ¡deseos de realización personal!

En busca del equilibrio

Creo que si no hay equilibrio en mi alma, no habrá equilibrio en mi familia, no importa cuántas veces tenga que sentarme, reorganizar horarios, cambiar métodos y volver a comenzar. Siempre y cuando esté segura de que estoy poniendo en orden mis prioridades y de que todo gira en torno al bienestar de mi familia, sin dejar de ser yo.

Así que hoy en día me encuentro siendo mamá de tiempo completo de lunes a viernes y los fines de semana, me pongo el chip de licenciada en comunicación, vuelvo a mi papel de conductora de televisión y dejo la banca por un rato, le entro al juego de la profesión y es un momento que verdaderamente me refresca y renueva.

Claro, en cuanto regreso a casa, tan sólo abro la puerta y ya me están esperando estratégicamente a un lado de la puerta, mis pantuflas de batalla. Es normal en mi casa, cada sábado y domingo, verme lavando trastes, cambiando pañales, recogiendo juguetes o limpiando deditos grasientos marcados en la pared, todo esto en falda, medias y ¡mis pantuflas preferidas!

Existen momentos en los que siento que mi carrera y mi profesión podrían ir más rápido, que podría estar haciendo otras cosas, en otros puestos, probándome que tengo talento y cumpliendo objetivos profesionales, pero siempre que pasa eso por mi mente, me obligo a recordar que los primeros años de vida son los más valiosos e importantes en la educación de mis hijos, que quiero asegurarme que estoy criando niños felices, seguros de sí mismos y, por ende, con empatía hacia todo el mundo que los rodea. Habrá siempre nuevas oportunidades para dejar la banca, entrarle al juego por completo, tiempo para cumplir metas profesionales.

Estoy convencida de que cada día que comienza es una oportunidad para ser mejor, reorganizarnos, ser nuestra mejor versión en cada una de las áreas que comprenden nuestra vida.

Yo también busco una hora o dos, si tengo suerte, exclusivas para mí, esas 2 horas son mi terapia, mi gasolina y mi pase libre para poder disfrutar de mi vida ¡tal y como es! Yo también soy una de esas mujeres que creen que todo puede lograrse, que todo está en buscar el equilibrio. No dejo de ser mamá cuando trabajo, ni dejo de ser profesionista durante la semana que estoy con mis pequeñitos.

El tiempo pasa volando y estoy como en una balanza tratando de preservar mi carrera y al mismo tiempo ser la mejor mamá que puedo ser. He aprendido, que a veces debo relajarme, que no puedo cumplir con todos y cada uno de los compromisos que está vida tan agitada me exige. Así que de pronto hay días en los que decido apapacharme, si no tendré tiempo de hacer comida, o de llevar a los niños a una piñata o de ir al gimnasio, respiro y pienso: es un día, mañana será mejor, cada mañana es un nuevo comienzo y el mundo no se va a acabar porque hoy los niños no hayan comido sus verduras. Entonces, al día siguiente comienzo ¡con doble potencia en mi motor!

Así que yo también, como tú, tengo sueños, metas y una esencia que me nutre y lucho por no perderla. Yo también, algunos días me siento agotada, emocional y físicamente, creo que soy la peor mamá del mundo, días en los que siento que ese traje de profesionista ya está empolvado y ya no es para mí, días en los pierdo la noción de a dónde quiero ir, es entonces, en esos días, que me obligó a responder, ¿quién quiero ser?, ¿qué debo hacer?, ¿qué debo cambiar o modificar?

No importa cuántas veces cambie mi estrategia, cuántas introspecciones tenga que hacer, mi objetivo siempre es buscar el equilibrio, por ese equilibrio logro paz en mi corazón y esa paz me deja dormir tranquila, motivada y seguir viviendo día a día con esos sueños que me mantienen buscando estrategias, métodos y maneras para seguir siendo mamá, profesionista y simplemente MUJER, la mujer que yo decido ser.

Artículo tomado de nuestra edición impresa.

Alex Campos

Lic. en Comunicación por la Universidad Del Valle de México. Conductora en diferentes facetas, actualmente presentadora de noticias. Apasionada de la escritura y enamorada del arte de ser mamá. Mamá de Samantha, José Antonio y Rafael.

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