Por Paulina de la Mora y Brenda Cristán
A los adultos siempre nos ha sorprendido ver cómo los niños se ríen y disfrutan el momento presente, sin aparente causa. Se divierten con cualquier cosa y parecen estar siempre dispuestos a disfrutar todo lo que se les presenta.
Santocha es un término sánscrito que define a la felicidad que no requiere un motivo, ese estar contentos “porque sí”. Los niños viven en Santocha, experimentan este estado a cada momento, sobre todo cuando su entorno es propicio. Los adultos, aún más en las sociedades modernas, hemos perdido el disfrute de este estado de “contentamiento”. ¿Cómo podemos volver a sentir ese gozo infantil sin requisitos materiales? El yoga puede ser un buen camino para lograrlo.
En Occidente, muchas personas que practican yoga solamente están interesadas en obtener un cuerpo bonito, músculos elásticos, hacer posturas complicadas, estar “a la moda”. Aquellos que profundizan en esta práctica milenaria y van más allá del beneficio físico, encuentran que, uno de los principales beneficios del yoga, es la posibilidad de regresar a ese estado de Santocha que los niños experimentan naturalmente y que se obtiene cuando, a través de la respiración consciente, el movimiento y la postura, se accede a esta sensación de apertura, de claridad, de bienestar y alegría.
Todos hemos escuchado, en algún momento, que yoga significa unión, pero nunca hemos indagado más allá. Realmente, el practicante de yoga no une, sino que reúne en sí mismo algo que perdió cuando dejó de ser niño: el estado en que el cuerpo, la mente y el espíritu experimentan ese natural estado de alegría, volver a experimentar la vida como cuando era niño.
Te invitamos a que experimentes una clase de yoga, a reencontrarte con ese estado de alegría y bienestar que deseamos, no sólo lo encuentres arriba del tapete, sino en cada instante de tu vida.
Artículo tomado de nuestra edición impresa.