Por Alejandra Peart
¿Cómo y cuándo nació tu interés por la literatura?
Recuerdo a mi abuelo que me leía cuando era niña. Yo no fui de una familia intelectual o rodeada de libros. Mi mamá no tenía libros, mi papá tenía sólo algunos y sin embargo, el recuerdo de mi abuelo Juan, cuando me leyó un cuento de Hans Christian Andersen no se me olvida, creo que me marcó. Y después, en la adolescencia, aumentó mi curiosidad por leer. Estuve internada un tiempo con las monjas de Monterrey, del Sagrado Corazón y como no salíamos los fines de semana, leíamos mucho. No hacíamos más que leer, todo el fin de semana. Cuando estaba en prepa, el libro que me hizo pensar que me quería dedicar a esto fue Demian, de Hermann Hesse. Creo firmemente que, para un adolescente o para un niño, la lectura es una herramienta muy importante para descubrir quién eres y encontrar respuestas a muchas inquietudes. Cuando tu no puedes verbalizar lo que te pasa, en la lectura encuentras las palabras que dicen exactamente lo que sientes. La lectura te ayuda a verbalizarlo.
¿Qué tan importante es la lectura en la vida de un niño?
Debemos valorar el peso de la cultura en la formación de los más pequeños. Sin pretender que sean eruditos. Parece que ahora las mamás tienen una euforia de que sus hijos sean eruditos, los meten en todos los posibles talleres, aprendizaje y estimulación temprana, yo no creo en eso. Yo quisiera decirles a las mamás que no es por ese motivo que es importante que su hijo se forme en la lectura y en las humanidades. Es porque, de una manera muy increíble, la lectura le ayuda a un niño a verbalizar lo que siente. Hay libros para niños, que tienen que ver con las pesadillas, con el ser diferentes, con el sentirse abandonados porque sus papás están separados y entonces, así como a mí me pasó con Hermann Hesse, un niño que lee un libro obtiene resultados increíbles. El niño aprende, con la lectura, a verbalizar problemas, miedos, dudas, enojos, pleitos con los papás.
Un niño reconoce el espacio de afectividad que le das a través de la lectura, para estar con un niño leyendo un libro requieres alejarte del mundo, sentarte con él, tenerlo cerquita para leerlo juntos, el niño sabe que estás dedicando un tiempo de calidad para él, y no es tanto la lectura, sino la comunicación afectiva que se logra a través de la lectura, eso no se borra nunca, porque hubo un adulto que se tomó el tiempo de estar con él 15 minutos, media hora, una hora. Para concentrarnos los dos en lo mismo, en torno a la lectura, la madre y el hijo, el adulto y el niño, los hermanos, se genera un círculo de afectividad que es lo que te marca. Entonces, aunque en casa no sean grandes lectores, ese momento no se olvida.
¿Qué consejo le darías a las mamás que trabajan?
Yo fui una mamá que trabajó y no es tanto el tiempo que estés con tu hijo, si no el tiempo de calidad que estas con él. El poder dedicarle un rato de tus quehaceres del día, de tus carreras, del pleito con el tráfico, del no te alcanza el dinero, de la escuela, dedicarle un rato a estar con él en algo es una herramienta fantástica.
La cultura en general se transmite afectivamente, ósea lo que la madre hace con un niño, al cantarle una nana, al contarle un cuento, una leyenda, al llevarlo a un museo, al platicarle algo de la familia, al contarle tu sabías de tu abuelo, esa transmisión cultural que haces con tu hijo es esencialmente afectiva. Entonces la lectura y la recomendación de la lectura no van por el lado de que sean genios, ni eruditos, sino de dedicar tiempo y generar espacios de afectividad de calidad.
Y tú, ¿cómo le hiciste?
Yo trabajé desde que Esteban nació, me embaracé trabajando y nunca dejé de trabajar. Vivía en México y tenía una persona de muchísima confianza que me ayudaba con él por la mañana. Regresaba a la hora de la comida y toda la tarde ya estaba con él. Iba dividiendo mi tiempo para trabajar y estar con él, hasta que creció Me acuerdo que cuando entré a trabajar como directora de Cultura de Coahuila, le dije “me están ofreciendo este trabajo, necesito tu ayuda porque va a ser muy absorbente”, para ese entonces Esteban ya era un muchacho, pero a esa edad tienes que estar más pendiente, “y necesito que entiendas que voy a estar poco y que te hagas responsable de lo que se tienen que hacer”. Creo que, a lo largo de toda mi carrera, lo que procuré fue dedicar tiempo en las tardes.
Un niño es una fuente inagotable de ideas y de pensamientos. Los niños son disparadores de creatividad en todos los sentidos, estimulémoslos para que en el futuro sean adultos creativos capaces de resolver cualquier problema o enfrentar cualquier situación.