Cuando aún no somos madres creemos que un berrinche será algo que jamás toleraremos, pero nadie nos dice que son inevitables, todos los niños y niñas hacen un berrinche algún día y casi siempre en público.
Por Alex Campos
Jamás pensé que al convertirme en mamá mi ideología y perspectiva de vida cambiarían tanto.
Hace tan sólo unos años trataba de lucir muy cool y relajada en todo momento, quería que pareciera que todo lo tenía bajo control y, cuando sabía que no sería así, evitaba a toda costa situaciones bochornosas y fuera de control que me hicieran sentir incómoda.
Nunca imaginé tampoco que podría ser esa mamá, expuesta a las miradas juzgonas de otro, que ni idea tienen de lo que es de pronto ser manipulada por una mini personita que se empodera con su propio llanto y su mejor herramienta de manipulación son las patadas y los berrinches.
Por supuesto que hablo de esa diminuta persona que, a pesar de que me hace pasar los momentos más incómodos y estresantes de mi existencia, es también motivo de cada sonrisa y de cada deleite en mi corazón.
Hace unos días decidí salir de casa a hacer algunas compras con mi bebé, el mediano, que no solamente es el “de en medio”, con todo lo que esas 3 palabras implican, sino que está a punto de entrar a ¡los temibles 2!
Con él hemos llegado aquella etapa de bebé a niño pequeño, de hermano menor a hermano mayor o hermano sándwich, de consentido a incomprendido y de tierno a rudo.
Cuando me encontraba del otro lado de la montaña, ese lado en el que no tenía hijos, mis preocupaciones eran otras, mi tiempo no era limitado y mi única responsabilidad era mi trabajo y mi propio bienestar, solía criticar aquella imagen típica de madres en un lugar público, aguantando rabietas incontrolables de una persona de menos de 1 metro.
“Yo ya le hubiera dado una nalgada”; “Cuando yo sea mamá no voy a dejar que mis hijos me hagan eso “; “Que niños tan consentidos y mal portados”; “Que mamá tan barco “.
Esas eran las típicas frases que solía decir cada que me tocaba una situación así.
¿A qué mamá no le ha tocado un berrinche del terror en algún lugar público?
Esas rabietas en las que por más amenazas, castigos y condiciones lances al pequeño gremlin frente a ti, sabes que los gritos no cesarán.
Ahora entiendo a aquellas mamás en el otro lado de la montaña. Pues ahora, lo vivo.
Son este tipo de anécdotas penosas que te hacen morir de risa un rato después, pero son también situaciones que hacen que quieras salir corriendo del lugar.
Ahí estaba yo forcejeando con mi niño de 1 año 8 meses, para que se sentará en el carrito.
Él con la firme convicción de manipularme con su llanto y conseguir su objetivo y yo convencida de que por su bien debía estar sentado.
En medio de la turbulencia en la que mi bebé decidió embarcarse, tiramos comida de un estante, tiré mi bolsa, tropecé con las llantas del carrito, mi cara se tornó roja cómo un tomate y las miradas juzgonas no nos dejaban en paz.
Justamente cuando me encontraba en medio de una situación de estas, recordé lo que había escuchado decir de una psicóloga infantil, lo apliqué y funcionó.
Dicha psicóloga daba algunos pasos breves y sencillos para evitar que ese berrinche que comienza por el más sencillo de los motivos termine siendo toda una tragedia para la mami y para el pequeño:
- Identificar qué está provocando la frustración y llanto.
- Definir si tiene solución.
- Intentar darle su espacio e ignorar sus berrinches para ver si restablece la calma.
- En caso de que no restablezca, tener en cuenta que no debe importarnos si la gente se queda viendo, si estamos en un lugar público, si seremos juzgadas o no.
- La firmeza de nuestro “NO”, debe mantenerse hasta el final, de tal manera que nuestro pequeño entienda que sus berrinches en público no cambiarán mi decisión.
- Una vez que el pequeño se calme, explicar con pocas y claras palabras por qué no se pudo lo que pidió, o lo que provocó dicha frustración.
- Por último, hacer y explicar una comparación de qué sucedió con su berrinche y qué hubiera sucedido de no haber reaccionado así.
Estoy segura de que, si aplicamos cada uno de los pasos, esos berrinches cada vez durarán menos, nuestros pequeños se convencerán de que a mamá los gritos no la controlan y de que el sí o el no de mamá son absolutos pero llenos de amor.
No importa quién nos vea, nosotras seguiremos siendo mamás, con la difícil tarea de forjar carácter y valores, con buenos y malos momentos y con muchos berrinches que nos saquen de control, pero con convicción firme de educar.
Esas somos las mamás.