Por Paco Avelar
Históricamente, la juventud ha estado vinculada con una intención de cambio, un gusto por revolucionar al mundo. Sin embargo, es palpable que, después de las décadas de los 60s y 70s, la juventud tuvo un periodo de resaca, muchos habremos oído del optimismo de aquellos jóvenes que intervinieron en movimientos dispersados por buena parte del globo, como; el Mayo Frances, la lucha por los derechos civiles y el movimiento hippie estadounidense, la “noche de los bastones largos” en Argentina, nuestro movimiento estudiantil del 68 y su corta secuela aniquilada por la “matanza de jueves de Corpus” del 71 y muchos más que desgraciadamente fueron brutalmente aniquilados en su mayoría, pero aun así, de estos movimientos su fuego fue alimentado ampliamente por el ímpetu de esa juventud entusiasta que no esquivó el bulto ante la gravedad y severidad de las repercusiones.
Aun así, la desazón de la derrota, sumió a esa generación valiente en una indolencia que, aparentemente, heredaron a las siguientes y que mantuvo un “status quo” prolongado hasta que ese mismo letargo se convirtió de nuevo en una pesada carga y un creciente sentimiento de no ser representados y procurados por las clases políticas imperantes. Llegada la primera década del siglo XXI, estallaron de nuevo movimientos a lo largo del orbe y su eco fue fuerte y firme, tales como; “la primavera árabe”, el movimiento “indignados”, “occupy”, “#Yosoy132”, Ucrania y su revolución de “Maidán”, y muchos otros que les precedieron o sucedieron, pero la inspiración estaba de vuelta, los jóvenes tomaron de nuevo su papel esencial en la mecánica del desarrollo social con una nueva herramienta, las redes sociales.
No les invito a seguir los patrones de aquellos movimientos, sería irresponsable si esa fuese mi intensión, pero lo que sí me gustaría es despertar el interés de la juventud en los comicios que se acercan.
Estamos a menos de 30 días para tomar o dejar pasar una gran oportunidad de marcar la pauta a seguir como entidad y municipio. Es una realidad que los jóvenes distan mucho de una participación activa en las elecciones y es comprensible, ya que, mientras en la población general los jóvenes representan un 30% (suficiente para inclinar la balanza en favor de quien mejor consideren), al interior de los partidos políticos nacionales, el porcentaje de candidatos es apenas de un 8% de jóvenes entre los 18 y 34 años. Es obvio que no se sienten representados ni incluidos como fuerza política, ya que, mientras que en los comicios del 2012 para elecciones de presidente, aquellos que contaban con una edad de entre los 18 y 19 años, votaron en un 63%, pero en esas mismas elecciones, los jóvenes de entre 20 y 29 años acudieron a las urnas en un disminuido 50% según los datos arrojados por el Informe País sobre la Calidad de la Ciudadanía, preparado por el entonces Instituto Federal Electoral (hoy, INE) en el 2014. Algo desalienta a la juventud para seguir acudiendo a las urnas, y es ese sentimiento el que se debe combatir, porque la oportunidad está latente y es hora de tomarla, ¡los jóvenes; son importantes!