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Historia de destete y desapegos felices

Por Kim Dewey

Cuando nació mi hija, me di cuenta que no siempre es tan fácil. Nos encontramos con que la leche no bajaba, que no se agarraba bien, yo probando diferentes acomodos y tomando atole, fueron un par de noches difíciles, pero estaba decidida a dar el pecho, así fueron los primeros días/noches con Sara en casa. Afortunadamente, tuvimos el apoyo necesario desde el primer día y así fue posible establecer la lactancia materna rápidamente. Una vez que empezamos, no paramos y cada vez me fui interesando más por el tema, ya conociendo más a fondo los beneficios de la leche materna. Pensé, “le daré un año, 6 meses exclusivo y 6 meses más, después veremos”. No quería hacerme demasiadas expectativas.

Durante el primer año rápidamente entramos en ritmo, yo agarré práctica y confianza. Además, rápidamente descubrí qué era lo más práctico y funcional. Nada como agarrar una banana, un juguetito, un chal y estar listas para salir a la plaza o rumbo al aeropuerto. Nunca compré un biberón o un chupón, nunca cargue con botecitos de fórmula o me preocupe por esterilizar nada. La hija, la teta y yo nos convertimos en un trio inseparable. Fue un año de teta a full.

Sara cumplió su primer el año y para ese tiempo la lactancia materna (LM) ya era parte esencial de nuestros días y noches. Sari, cual becerra pedía teta a la hora que fuera, donde fuera. Y yo, all in, ropa siempre de “fácil acceso” mis looks no variaban mucho que digamos, me acostumbré a sentarme en cualquier banquita, restaurant o lugarcito a “dar la teta”, y con colecho permanente, las tomas nocturnas seguían.

Después de un año de LM a demanda, llegó el cansancio acumulado intenso. Dar el pecho puede ser muy desgastante física, energética y emocionalmente. Cansancio de dormir con una cría de bufanda arriba mío tomando teta, cansancio de estar disponible 24/7 para ella, cansancio del mismo cuerpo produciendo leche sin parar y esa sensación de que tu cuerpo ya no es tuyo, es de una personita que piensa que le pertenece, que casi casi casi es. Pensé seriamente en destetar, pero por diferentes razones nunca encontré el mejor momento y era más que claro que Sari no estaba lista y en el fondo yo tampoco lo estaba. Entonces seguimos. Cansada, pero también muy feliz y tranquila, decidí dejarme llevar por los tiempos y ritmos de mi hija y mi intuición. Las mamás lecheras me entenderán ese apego dulce-amargo con la lactancia, especialmente cuando se pone difícil, pero a la vez sabes que es la mejor medicina y mejor apapacho para las crías.

Sara cumplió dos años y en su reunión de cumple, en varias fotos, ella está tomando la teta, de hecho, tenemos una foto grupal de las mamás con sus crías todas sentadas dando pecho. Somos pocas las madres que andamos por ahí dando pecho a niños que corren, hablan y tienen dientes jajaja, pero ahí estamos, no solo las tribus remotas, también en medio de la ciudad. Continuar amamantando durante el segundo año se dio de forma natural, y lo agradecí tanto. Justo ese año Sara tuvo una racha de tos que le duró varias semanas, después de eso se lastimó una piernita y anduvo con férula unos días, y para fin de año estábamos viajando a un nuevo país. La teta siempre al rescate, en cada momento de malestar, dolor o cambios, fue su contención, hidratación y nutrición en todos los sentidos, y para mí un gran respiro y alivio.

Fue el segundo año también, que empezamos un poco a negociar, por ejemplo, “teta sólo en casa”, salvo aeropuertos, aviones y casa de los abuelos, claro. Ella lo entendió y acepto sin ningún problema. Así las tomas se hicieron gradualmente un poco más cortas y separadas, también por primera vez paso un fin de semana entero sola con su papá lo que fue un gran paso, aunque eso no significó destete, cuando volví retomamos como si nada hubiera pasado.

Unos meses después celebrábamos ya su tercer cumple, las tomas eran ya muy puntuales: un poco temprano por la mañana al despertar, en la siesta, y solo algunos días para dormir por la noche. Ya se veía el destete cercano. Al poco tiempo nos enterábamos que venía el o la hermanita en camino, aunque le di pecho durante todo el primer trimestre de mi embarazo, cada vez más sentía la necesidad de iniciar el destete. Le comenté a mi esposo que ahora sí creía que había llegado el momento, y dijimos “vamos a probar…” Empezamos por platicar mucho con Sari del bebito que está en mi panza, que la teta iba que descansar un poco y prepararse para cuando el bebé nazca, le platiqué que también yo tenía que descansar. Y así de un día para otro, se acabó nuestra lactancia materna. Bueno, no del todo, porque Sari sigue teniendo una “relación especial” con La teta, en las noches se duerme con la mano sobre mi pecho, en las mañanas amasa un poco y cuando vuelve del jardín mete su manita abajo de mi blusa y saluda “hola teta, hola bebé”. El vínculo que se crea es impresionante. Y es de esperarse, desde que tomo su primer respiro estuvo pegada a mi pecho, fui su alimento exclusivo por al menos 6 meses, pasó días y noches pegada a mí, y siempre fue el lugar a donde ir para ser cuidada y mimada.

Disfrutamos tres años y cinco meses de lactancia materna, con sus días de calma y pequeñas tormentas, pero al final felices. Ni yo me la creo. Tuvo que pasar una semana para que me cayera el veinte. La LM fue para mí todo un viaje de aprendizaje y la mejor experiencia. Ahora respiro profundo agradeciendo a mi cuerpo su sabiduría y magia ¡Todavía me asombra pensar que por más de tres años no dejo de fabricar leche ni un solo día! agradezco a mi hija que ahora duerme a mi lado por elegirme como su mamá y permitirme vivir este lazo de unión con ella, agradezco a mi familia, a nuestras parteras y todas las personas que nos apoyaron y acompañaron desde el primer día hasta hace unas semanas. Realmente el apoyo y acompañamiento hacen toda la diferencia.

Ahora iniciamos una nueva etapa, desapego, la cachorra crece, pero el vínculo se queda para siempre.

Kim Dewey: Mamá, yoguini, diseñadora y viajera de corazón. Criando despacio. Lo que me inspira: mi familia, la naturaleza, la magia de lo cotidiano.
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