Y entonces, ¿qué hace la mamá?

Las mamás de hoy nos amamos a nosotras mismas, dejamos de hacerles todo a nuestros hijos de poner suéteres para dar abrazos, de limpiar la casa para jugar con ellos o verlos jugar.

Por Paloma Castillo Silva

Desde que comencé este camino de educar en casa, me he enfrentado no solo a comentarios, preguntas, discusiones, críticas por parte de familiares y conocidos, también a mí misma, a mis propias críticas, a mis propios cuestionamientos, ideologías y apegos.

Cuando se trata de explicar a alguien más lo que haces, y por qué lo haces, es muy fácil porque en el fondo no les interesa. Pero cuando se trata de responderme a mí misma: “Paloma, ¿qué haces?, ¿por qué estás haciendo esto?”, me cuesta más, porque es necesario escarbar entre mis pensamientos, sentimientos, creencias, miedos y apegos más profundos para conocer cuál es mi camino.

Y entonces me encuentro sola, pensando y cuestionándome hacia dónde voy y cómo lo voy a lograr. En los días buenos, cuando tienes salud, cuando tu situación económica es estable, cuando la pequeña ha estado entusiasmada por aprender, cuando la ropa que llevas puesta te luce fantástica, cuando tienes la casa limpia y la comida servida en el plato, es sencillo tener claridad y sentir que todo marcha bien, que ha sido una excelente decisión. Aunque también hay días difíciles en los que, encontrar una respuesta, implica mucha reflexión y objetividad.

“Dejemos los mitos, los miedos, los apegos y permitámonos vivir la maternidad.”

Recuerdo el día en que mi pequeña me dijo: “Mami, me gusta mucho estar aquí en la casa contigo, pero a veces me aburro, quiero ver a otros niños, ¿me puedes llevar al recreo en mi escuela?”. Imagínense la angustia que me dio, creer que mi hija no lo pasaba bien, que yo estaba coartando su convivencia con otros, sentir que algo estaba haciendo mal. Intenté calmarme para poder identificar si lo que realmente me preocupaba era el aburrimiento de mi hija o más bien era mi ego el que estaba lastimado al darme cuenta que cometí un error. Después me senté a platicar con ella, me di cuenta de que tal vez exageré y me reí de mi misma.

No culpo a mi hija por aburrirse en ocasiones, entiendo que al ser hija única y que al no haber niños con quien jugar en casa por las mañanas (ya que todos asisten al colegio), ella efectivamente se “aburre”, y se vale y es sano, pero lo más importante: tiene solución. En aquella ocasión, le propuse que volviera a la escuela, que por mí no habría ningún problema, y su respuesta me tranquilizó mucho: “No mami, yo no quiero volver a la escuela, no me gustan los salones, me gusta estar aquí porque hacemos muchas cosas y tú eres muy interesante (creo que quiso decir inteligente) y aprendo cosas muy padres, solo llévame al recreo a jugar con mis amigos y luego vas por mí.” Con esto me di cuenta que no importa si nuestros hijos van o no a la escuela, a veces, los miedos siguen siendo los mismos, el miedo a no hacerlo bien, a no ser una buena madre, a cometer un error y lastimar a otros.

Dejemos los mitos, los miedos, los apegos y permitámonos vivir la maternidad, esa maternidad que no tiene un instructivo, esa que es tan diversa como personas hay en el mundo.

Para ser mamá es necesario dejar de creer esos cuentos que nos contaron y nos creímos, de que tenemos que hacer todo bien, que nuestra casa debe estar limpia, los hijos bañados, que debemos que cuidar de ellos como quien cuida a un cascarón para que no se rompa, que hay que lucir hermosas y tenerlo todo bajo control.

Y entonces, ¿qué hacemos las mamás? Las mamás nos amamos a nosotras mismas, nos reconstruimos día con día, dejamos de hacerles todo a nuestros hijos y nos convertimos en un acompañante que observa, que admira y se embelesa al verlos crecer. Las mamás hemos dejado de poner suéteres para dar abrazos, de preparar la cena para permitir que los niños jueguen en la cocina, de limpiar la casa para jugar con ellos o verlos jugar, de cocinar para nutrirlos, de dar órdenes para permitir que ellos decidan, permitimos que nuestros hijos se caigan para curar sus heridas y mientras lo hacemos nos platican lo divertido que estuvo subirse a ese árbol.

De un tiempo para acá, mi concepto de maternidad es dejar que mi hija sueñe y haga lo necesario por cumplir sus sueños, es cambiar el “NO” por el “SI”, dejar que explore, que ría y que juegue el tiempo que sea necesario. Mi idea de ser mamá hoy es dejar de ser la mejor mamá para comenzar a ser un espectador que disfruta ver y acompañar la vida de otro ser humano.

 

Artículo de la edición impresa

Paloma Castillo

Educadora y Co-fundadora de Matatena A. C. Asesora de porteo y amante de la danza.

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