Por Lorena González
Este espacio está reservado para hablar de un tema muy importante y del que se habla poco. La inclusión. Se denomina inclusión a toda actitud política o tendencia que busque integrar a las personas dentro de la sociedad, buscando que estas contribuyan con sus talentos y a la vez se vean correspondidas con los beneficios que la sociedad pueda ofrecerles. Este tipo de integración debe llevarse a cabo tanto desde el punto de vista económico, educativo, político, etc.
Este tema se ha vuelto muy importante para mi debido a que mi hija mayor nació con una discapacidad severa, y al mismo tiempo que ella ha crecido, nos hemos encontrado con gente, de todas las edades y estatus sociales, con alguna discapacidad, que vive situaciones complicadas en su vida diaria.
Mi hija y yo hemos descubierto que, a estas alturas, muchas escuelas no aceptan niños con discapacidad, siendo que por ley debería de ser así, y algunas otras los aceptan, pero les dan mal trato.
Debemos tomar en cuenta cuál es la finalidad de mandar a nuestros hijos a la escuela, en ella no solo aprenderán a leer, sumar o restar, sino que forjarán su carácter y adquirirán conocimientos académicos, culturales, sociales y conductuales, que serán parte fundamental de su futuro.
Cuando nació mi segundo hijo me prometí a mí misma que él asistiría a una escuela inclusiva, y junto con su hermano son afortunados porque en su casa conviven con una niña que no es común y están aprendiendo que todos tenemos necesidades diferentes y todos merecemos ser tratados con amor.
Me preocupan los niños que asisten a escuelas no inclusivas, ¿cuál será su tolerancia en el futuro, en un trabajo, en la política o en los diferentes gremios hacia personas con diferente idiosincrasia? o ¿qué pasará si alguno de esas niños o niñas se convierten en padres de un niño con discapacidad? Nunca se está preparado para vivir algo así, sin embargo, estoy segura que el hecho de convivir o interactuar en un ambiente inclusivo nos hace conscientes de que todos los individuos que estamos en este mundo somos únicos y valiosos.
La exclusión que puede sufrir un grupo social responde a varias causas: discapacidad, pobreza, estatus social, sexo, religión, entre otras; y se da en todos los ámbitos, en la escuela, en el trabajo, en las reuniones sociales, en los viajes, en los hoteles, aeropuertos, restaurantes, parques, etc.
Imagina por un segundo que vivimos en un mundo, que se supone es de todos, pero tú no tienes cabida en el ¿qué sentirías?
Mi intención, con esta reflexión, es invitarte a estar consciente de que existen muchísimas personas que batallan muchísimo día tras día, y a los que con un mínimo detalle podemos cooperar para a que su vida sea menos complicada. Podemos ayudar a los que tenemos cerca de nosotros, siendo empáticos con las necesidades específicas de cada quien.
Recuerdo que, en una piñata, la mamá del festejado, empezó a servir el refrigerio. Yo le había comentado en alguna ocasión que mi hija no podía deglutir, pero que estábamos felices porque podía comer un poco de gelatina. Nunca voy a olvidar que sacó una gelatina, comprada especialmente para mi hija, y que ese pequeño gesto, tan grande para nosotras, nos hizo sentir incluidas, tuve que pensar en otra cosa para no llorar. Sentí que tan solo por ese detalle éramos parte, y que si hay esperanza para todos los que han sentido em carne propia la exclusión.
Te invito a que abras tus ojos y tu corazón y veas a los demás con amor y empatía, tal vez alguien necesite un pequeño gesto para hacerle sentir que no está solo.
No nos cuesta nada respetar los lugares de discapacidad asignados, no demos por hecho que nadie va a llegar en ese momento, viviríamos en una sociedad más amorosa, con más tolerancia y más inclusiva.