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¿Comprometida con el gozo o el sufrimiento?

Por Valeria González

El lunes ante pasado fue mi cumpleaños, lo primero que hice al despertarme fue comprometerme totalmente a gozar mi día independientemente de lo que pasara. Y me la puse medio complicada porque, temprano en la mañana me entero de lo sucedido en las elecciones estatales y los ánimos, de al menos todas las personas que conozco y aprecio, estaban bajos, por lo que muchas ganas para festejar no había. Pero, me comprometí con el gozo y no entregué mi paz a esto, al menos no ese día.

Después, me llamó la señora que me ayuda en la casa para avisarme que se siente mal y no va a poder ir a trabajar. Yo, mujer atenida en san lunes, había dejado bastante descompuesta mi casa, pero… me comprometí con el gozo y decidí simplemente no ver el tiradero y de verdad mantuve mi paz y mi dicha.

Los lunes mi mamá pasa a recoger a mi hija al colegio después de sus academias y eso me ayuda muchísimo a tener un descanso de media mañana que me recarga las pilas. Justo ese lunes me llamó para decirme que no podía pasar por ella así que, adiós al descanso de media mañana, pero seguí con mi compromiso y la sorpresa fue que, independientemente de lo que pasó afuera, fue un día gozoso y lleno de alegría, porque aquello que valoro es donde pongo mi atención y ese día valoré el gozo por encima de todo lo que sucediera.

La clave está en ¿qué es lo que valoro?

La mayor parte de las personas vemos o veíamos los valores como conceptos muy abstractos: el valor de la familia, el valor de la amistad, el valor de la honestidad, etc. Y luego, encontramos a gente que dice “ya no hay valores”, lo cual es un absurdo. Todos los días, cada minuto y segundo tomo decisiones de acuerdo a lo que valoro. Y el significado de “valor” es aquello que si lo tengo estoy feliz y en paz y si no lo tengo sufro, así de simple. Si yo valoro la familia, y no está, sufro; Si yo valoro la limpieza, y mi casa está sucia, sufro; Si yo valoro la comida sana y solo hay hamburguesa, sufro; Si yo valoro la puntualidad y si voy tarde a algo, sufro; Si yo valoro la belleza y hoy no me veo de acuerdo a mis estándares, sufro; Si yo valoro que me salude tal o cual persona y no lo hizo, sufro; Si yo valoro la alternancia en el poder y no sucede, sufro; Si yo valoro la abundancia económica y no tengo, sufro; Si yo valoro mi carro y me le hicieron un raspón, sufro; Si yo valoro hacer ejercicio todos los días y no he tenido tiempo, sufro; Si yo valoro la salud y me diagnostican una enfermedad, sufro; Si yo valoro el éxito social y mis hijos no son tan populares, sufro.

Desde cosas consideradas pequeñas o grandes, si no tengo aquello que valoro, sufro. En eso se basa también la publicidad y propaganda, me crea una necesidad, es decir, hay algo que considero valioso y que deseo obtener, porque si no lo tengo, sufro. Y claro, en ese “sufro” se perciben niveles, una pequeña contrariedad o un gran sufrimiento, pero la situación es que hay algo afuera que le doy el poder de hacerme sufrir si no lo tengo y entonces ahí sí, es imposible hablar de felicidad constante.

Pero… hay otra manera de ver las cosas.

Vivo en un mundo dual, donde hay día y noche, mujer y hombre, blanco y negro; y, a veces tengo y a veces no. ¿Cómo vivir en paz y en gozo constante si en este mundo a veces tengo y a veces no? Sería imposible hablar de paz y felicidad constante. Pero, si lo que valoro no está dentro de la dualidad ¿qué pasaría? ¿Hay algo que pueda valorar que esté por encima de la dualidad? Es decir, algo que pueda estar siempre, que no termine nunca, que sea constante. Ese algo no sería de este mundo material, porque este mundo todo lo que empieza, acaba, así es la dualidad. ¿Qué podría ser ese algo?

Para poder contestar esto tendría que contestarme la pregunta de ¿quién soy? Si mi respuesta es dual creo que me condeno al sufrimiento alternante. Pero si creo realmente que soy eterna. Que el verdadero Ser es independiente del Hacer, entonces mi verdadero Ser (no el personaje que creo ser o hacer en el mundo) está por encima de la dualidad, mi verdadera esencia es ser completa, perfecta, en constante armonía y en paz. Si es así, mi voluntad de Ser es invencible. Y solo tendría que poner mi voluntad en Ser esa verdad, esa identidad. Valorar esa verdad. En Kundalini Yoga le dicen, “Sat Nam”, que significa, verdad es mi identidad. Si yo supiera quién soy y lo valoro por encima de todo, de verdad que me ilumino aquí y ahora. Ahí donde hay luz no puede haber obscuridad, si prendo un foco en un cuarto obscuro no hay espacios con obscuridad y otros con luz, no, la luz es total, la obscuridad y la luz no coexisten.

En mi experimento de cumpleaños yo valoré lo que soy por encima de lo que aparenta pasar en el mundo, mi voluntad estaba en valorar lo eterno y no depende de nada solo de mi voluntad de Ser. Valorando solo eso, me siento completamente a salvo, segura y en paz sin importar lo que pase afuera.

Entonces, la pregunta que me hago diario es ¿Qué es lo que valoro? Y cuando estoy a punto de perder la paz me la vuelvo a preguntar ¿Qué es lo que valoro? O cuando de plano la pierdo también me la pregunto ¿Qué es lo que valoro? La respuesta a esta pregunta me dará paz o sufrimiento, así de simple.

Hoy escribo esto con la certeza de que siempre hay otra manera de ver las cosas y que es mi decisión en dónde pongo mi valor o mi voluntad, es mi decisión la felicidad y el gozo o el sufrimiento. La verdad me libera de la dualidad.

Valeria Gonzalez: Valeria González, esposa y mamá de una niña y un niño. Estudió Ciencias de la Comunicación, aunque profesionalmente se ha dedicado a la industria restaurantera. Actualmente se siente feliz siendo ama de casa ya que solo dedica unas horas a la semana a los restaurantes. Inicia su búsqueda o madurez espiritual con Yoga kundalini y más tarde y desde hace casi 4 años con Un Curso de Milagros y ahí dejo de buscar más no de aprender.
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