Por Mayte Cepeda
Desde que me bajó, cuando escuchaba la palabra “menstruación” me causaba molestia, incomodidad, hasta se me retorcía la panza. No me gustaba el nombre, me desagradaba como se escucha. Pero bueno, por su origen latín (menstruum) no significa más que mes, así que viéndola bien no está tan mal la palabra.
Ahora bien, respecto a lo que implica ese proceso fisiológico femenino, se trata de una expulsión periódica de un óvulo maduro no fecundado, que sale por la vagina acompañada de sangre y otros componentes del útero. Afortunadamente y gracias a la increíble inteligencia y perfecto funcionamiento del cuerpo humano, esto funciona tal como debe ser, si no, ¡imagina lo complejo que sería tener que realizar algún procedimiento externo para depurar los ovarios y la vagina para eliminar óvulos maduros no utilizados!
Si eres de las súper afortunadas que no han pasado por los síntomas físicos, mentales y emocionales derivados de la menstruación, tanto antes, como durante y posterior al proceso, pues, ¡felicidades! Pero si estás leyendo esto, tampoco creo que nunca te haya sucedido algún síntoma. ¿Cuáles son esos síntomas? Creo que es innecesario enlistarlos, la mayoría de las mujeres los conocemos y hemos lidiado con ellos, esos bandidos que cada mes que nos ponen física y emocionalmente algo complicadas.
En “esos días”, nos pasan mil cosas: no queremos hablar con nadie o queremos hablar hasta por los codos; nos da por llorar hasta por la más insignificante cosa, no tenemos hambre y sin embargo queremos comer y comer, también nos da por dormir y dormir, hacer berrinches, ponernos ene mil cantidad de remedios médicos, mágicos y hasta mentirosos para quitarnos nuestros malestares ya sea en el vientre, en la espalda o en la cabeza, y una lista de muchas cosas más. A otras mujeres, nos da por querer comernos el día haciendo mil cosas, ejercicio, dieta, yoga, lo que sea, que nos mantenga ocupadas para no darle mucha importancia a los síntomas o malestares que tengamos en esos días.
Nosotras como mujeres, pasamos por nuestra propia luna, es decir, nuestro propio ciclo lunar en el que, de manera natural, se llevan a cabo diversos cambios hormonales, y la menstruación es en sí, un proceso de depuración o desintoxicación natural, sagrado en algunas culturas matriarcales, al cual es importante respetar y dejar que fluya sin obstaculizarle nada.
Cuando se trata de la práctica de yoga y “esos días”, es necesario atender ciertas consideraciones, recomendaciones y consejos que son importantes atender al momento de realizar tu práctica. Primero que nada, es importante evitar la contracción muscular del abdomen y vientre (uddiyana bandha), con mayor razón si sufres de cólicos menstruales. Entonces, no digo que sueltes completamente la panza, pero si evita sumirla y hacer fuerza excesiva en la parte abdominal.
Las posturas invertidas, como la vela (salamba sarvangasana) y parados de cabeza (sirsasana) no se realizan cuando estamos en nuestra propia luna. Esto ya que cambiamos el proceso y flujo normal de la sangre y obstaculizamos su salida normal al cambiar a nuestro cuerpo de posición (pies arriba-cabeza abajo). Además, es común el dolor de cabeza en esos días, así que evita llevar presión sanguínea a la región alta de tu cuerpo.
Opta por posiciones que permitan movilidad y oxigenación de tu columna vertebral para aliviar las posibles molestias que se generen en tu espalda, cintura y cadera.
Evita prolongar los esfuerzos que demanden mucha resistencia o soporte de peso corporal. Cuando estamos en nuestros días, el cuerpo está un poco más sensible y por ello, susceptible de lastimarse por descuido o por esfuerzo de más. Esa misma sensibilidad podemos traducirla en un aumento de la creatividad, intuición y espiritualidad femenina. Así que “esos días” que te visitan cada mes, mejor aprovéchalos en consentirte y apapacharte. ¡Namasté!
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