Soy mujer, luego soy mamá

¿En dónde dice que ser madre es lucir siempre cansada, no tener gustos propios más allá de los de los de mis pequeños y descuidar de mí?

Por Alex Campos

Alguien puede decirme ¿por qué la palabra “mamá” nos trae a la mente una mujer sin gota de pintura, con kilitos de más, con cara de hartazgo y un delantal?

Bueno, en realidad a mí nunca me ha llegado esa imagen a la mente porque no es lo que quiero ser… pero he visto tantas escenas de películas, recreaciones, sátiras y mujeres jóvenes aterrorizadas cuando les preguntas si quieren ser “mamá”.

No voy a negarlo, ya mucho lo hemos dicho, yo misma me río de mi imagen al terminar un “día difícil”. Si, en algún artículo anterior incluso me describo como “mamá zombie“, haciendo alusión al look nocturno de rímel corrido, chongo de 5 segundos, ojeras remarcadas y mejillas descoloridas.

Vaya, creo que no sólo las mamás nos vemos así por la noche, también las profesionistas, las mujeres que tuvieron mucho trabajo, las estudiantes en época de exámenes, en fin, esa imagen es simplemente de una mujer cansada.

Es cierto, las que somos mamis bien lo sabemos, no es fácil este tema de la crianza, de las etapas de niños pequeños y esta época en la que toda la información de todo tipo con la que contamos nos obliga a ser mejores, a comprometernos más con su desarrollo y a ser celadora de sus sueños e identidad.

Hoy me declaro completamente en contra de cumplir con el estereotipo de “mamá abnegada”, la que se dejó por cuidar a sus hijos. Estoy más convencida que nunca de que para ser una buena mamá, primero debo estar bien conmigo misma, mi arreglo, el amor propio, la disciplina y mi alimentación espiritual es el mejor legado para mis hijos, lo que ven en mi lo repetirán.

Los tiempos cambian, los modelos que seguimos evolucionan, las necesidades de “la madre” han cambiado conforme este mundo demanda. El ser mujer ya no es sinónimo de “ser madre”, primero soy mujer y luego decido si quiero ser mamá.

Ya no pasamos el tiempo en casa cocinando, zurciendo pantalones, esperando a los niños a que lleguen del colegio y al marido del trabajo. Trabajamos y si no es así, tenemos algún tipo de actividad, nos informamos y nos preocupamos por cómo nos vemos y cómo nos sentimos.

No se trata de un tema de feminismo, se trata de no dejar atrás nuestra identidad al convertirnos en madres.  Se trata de, como una flor, regarnos a diario, darnos la cantidad adecuada de sol y sombra y apapacharnos para poder crecer como mujeres y como madres.  Estamos ante una era en la que las exigencias crecen, el tiempo no alcanza y la tecnología nos ha rebasado.

Con todo esto, nuestras exigencias también han cambiado, la cosa no se ha puesto más fácil, el educar es ahora un acto consciente, planeado y debe ser BIEN llevado. Con información de crianza a la mano, tenemos en nuestras manos una gran responsabilidad.  Pero nuestra primera obligación es la de cumplir con nosotras mismas, pues, si yo no estoy bien, ¿qué podré transmitir a mis hijos?

No hablo de ser la más fit, salir a dejar a los niños a la escuela en vestido y tacones, volvernos esclavas de la secadora o escondernos detrás de un kilo de maquillaje… ¿para qué?

Primero lo primero.   La cosa es de adentro, hablo de buscar qué nos alimenta el alma, darle mantenimiento a nuestro corazón, sentirnos bien con nosotras mismas, conocernos, aceptarnos, perdonarnos y comenzar “la cadenita”. Por añadidura, cuando nos sentimos bien con nosotras mismas, tenemos energía para ponernos la ropa deportiva, o quizá cuidar un poco más lo que comemos, ponernos un poco de rímel y color en la boca e inspirarnos en nuestro “yo”, en reinventarnos y en decidir cada mañana qué quiero repetir, qué quiero mejorar y qué me debo perdonar.

Si estoy bien por dentro, tendré la gasolina para buscar verme bien y para buscar darle lo mejor de mí a mis pequeños.

¿En dónde dice que ser madre es lucir siempre cansada, no tener gustos propios más allá de los de los de mis pequeños y descuidar de mí?

Yo elijo ser una mamá que admite que no es fácil, que nunca dejará de aprender, que no deja de ser mujer, que carga los garrafones de agua sin esperar a que llegue un fortachón y los cargue, yo elijo buscar la alimentación de mi alma, de mi ser y verme bien… así quiero que ellos me vean, que así me recuerden y que eso aprendan.

Que ellos repitan “la cadenita” de los eslabones fuertes y unidos por el amor propio, el más grande regalo que podemos darles: Encontrar y amar su identidad, quererse lo suficiente como para cuidar su salud, gustar de lo que ven cada mañana en el espejo y disfrutar de ser ellos.

No soy mamá abnegada, no intento ser mamá perfecta y no sufro en mi papel de mamá. Me disfruto en cada etapa, aprendo con ellos, me doy tiempo para mí, le pongo color a mis días y soy mía antes de ser de ellos. Mi más grande reto es no perderme en el intento frustrado de no equivocarme, de no permitirme llorar en la descarga emocional que ser mamá trae y en ser YO antes que ser mamá, así en días difíciles me encuentro fácil… y recuerdo que puedo comenzar de nuevo.

 

SOY MUJER, LUEGO SOY MAMÁ.

 

Alex Campos

Lic. en Comunicación por la Universidad Del Valle de México. Conductora en diferentes facetas, actualmente presentadora de noticias. Apasionada de la escritura y enamorada del arte de ser mamá. Mamá de Samantha, José Antonio y Rafael.

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