¿Quién nos dijo que preocupándonos tanto las cosas se solucionarían?
Por Valeria González
Había una vez un gran perro pastor que vivía y trabajaba en una granja. Desde que era cachorrito se pasaba los días observando lo que hacían los animales. Las gallinas, los cerdos, los borregos, los caballos, pero lo que más le gustaba observar eran las vacas y los toros. Esos animales grandes y pacíficos. Su tamaño y su fuerza era lo que más le gustaba al perro. De todos los animales había aprendido algo, pero quería ser tan grande como una vaca. Y sucedió que un día de tanto observarlas se dio cuenta que ellas comían y más tarde estaban volviendo a masticar aquello que ya habían engullido: “¡Vaya, ya sé cómo le hacen las vacas para estar tan grandes y fuertes!”, pensó el perro, “ellas comen y sacan nutrientes de la comida, pero luego regresan la comida a la boca para masticarla de nuevo, seguramente así sacan más y más nutrientes que les sirven para estar más grandes y fuertes… ¡Lo tengo!”
Así que el perro quedó completamente convencido después de tanta observación que definitivamente al volver a masticar la comida le sacaría mayor provecho y crecería grande y fuerte como una vaca. Entonces, después de comer un delicioso bistec, de alguna manera ideó la forma de regresar el bocado engullido para volverlo a masticar y tragar, y de nuevo regresarlo a la boca para masticarlo otra vez. Se la pasaba todo el día masticando y tragando.
Así pasaron los días, el perro estaba exhausto y confundido: “Esto de masticar de nuevo lo que ya me comí no me da tiempo de nada. Ya ni me da tiempo de comer otras cosas nuevas” pensó, pero de alguna manera se convenció de que hacer eso era lo más conveniente para obtener el resultado que deseaba. Cuanto más veía a las vacas y se comparaba con ellas, más firme se ponía en su decisión a pesar de estar bajando de peso y sufrir un estreñimiento fuerte.
Pero sucedió que una noche, cuando cuidaba al gallinero, un animal salvaje logró robarse una gallina, eso nunca había sucedido durante su jornada de trabajo, él era el mejor perro pastor de la granja. ¡El ladrón debía ser un animal gigante, enorme! ¡Alguien del tamaño y fuerza de una vaca o un toro!
A la noche siguiente se puso en guardia y de pronto vio una enorme sombra acercarse al gallinero. Tenía muchísimo miedo, se acercó sigilosamente y cuál no sería su sorpresa al ver al ladrón, un coyote pequeñito, chiquitito y, aunque corrió con todas sus fuerzas para atraparlo, sus músculos le fallaron y terminó jadeando a los pocos metros. “¿Cómo era eso posible?”, pensó y se sintió totalmente abatido. Y sin poder evitarlo, lágrimas de frustración brotaron de sus ojos. Un búho que observó lo sucedido desde una rama de un árbol, se sintió conmovido al ver al perro llorando desconsoladamente.
“¿Qué te pasa?”, dijo el búho. Y tan abrumado estaba el perro que le contó con lujo de detalles que alguien le había puesto algo a la comida porque ya no estaba tan fuerte como antes ¡y eso que había masticado muchas veces su alimento como las vacas! Ya ni estaba seguro de poder ser un perro pastor.
Mientras el perro hablaba el búho lo veía con ojos redondos de asombro y después de que el perro terminó de hablar le dijo: “Tú eres un perro, un animal con la capacidad de sacar todos los nutrientes, vitaminas, proteínas y minerales de la primera vez que comes bocado. Tu estómago es tan capaz que puede digerir todo aquello y sacarle el mayor provecho para que tus músculos y todos los órganos de tu cuerpo funcionen a la perfección. ¡Desde la primera vez! Si regresas la comida una y otra vez no le das oportunidad a tu cuerpo que saque lo que ya no sirve y por consiguiente no puedes comer algo nuevo. ¡Deja ya de rumiar… no eres una vaca! Eres un gran y maravilloso perro pastor y estás en esta granja para ser lo que eres, para experimentarte como perro y así como perro haces tú parte para que todo funcione perfecto en este lugar”.
Dicho esto, el búho salió volando y el gran perro pastor siguió sus consejos. Cada día que pasaba más fuerte y capaz se sentía y agradecía totalmente convencido haber sido un perro y no una vaca.
Y colorín colorado, este cuento, se ha terminado. N
La mente muy ocupada o “rumiación mental”
Una de las técnicas utilizadas por los expertos en programación neurolingüística para sanar el inconsciente son las metáforas. Escucho un cuento y mi consciente se relaja, no se pone a la defensiva, intenta menos tener razón y de alguna manera se abre a escuchar sin o con muy pocas barreras. De esa manera el mensaje llega directo al inconsciente lo que constituye una estrategia maravillosa para cambiar creencias.
Hice la siguiente metáfora y ahora se las comparto como un regalo para ayudarnos a calmar nuestra mente. “Rumiación mental” es un término que le escuché por primera vez a mi maestra de Flores de Bach, y me la apropié. Me sentí totalmente identificada con aquello de estar machacando el mismo pensamiento una y otra vez sin ningún beneficio solo el de mortificarme más la existencia. ¿Quién nos dijo que preocupándonos tanto las cosas se solucionarían? Hasta existe la creencia que si no me preocupo por mis hijos no soy buena madre. Me ocupo, pero el estar rumiando mentalmente mis problemas no me lleva a ninguna parte solo al agotamiento y la ansiedad. Y como mi cabeza loca está tan ocupada en dichos pensamientos, me es imposible abrirme a nuevas formas de percibir mi problema y así poder resolverlo.
Texto de la edición impresa Junio-Julio 2017
Elissa mtz
Qu interesante Valeria muy ingeniosa metáfora no imagine a donde iba y llena de razón la reflexión para detenernos un momento me encanto .