Por Alex Campos
Han sido muchas ocasiones en las que, antes de salir, les doy una mirada, contemplando si debería usar alguno de esos tacones. Inmediatamente viene a mi mente una imagen de lo que sería de mi usando esos zapatos mientras cargo a alguno de mis hijos, la carreola y con unas cuantas ampollas por aquí y por allá, impidiéndome caminar.
Tengo también un par de vestidos nuevos, los compré por si, en alguna ocasión, mi marido y yo pudiéramos escaparnos a una noche de fiesta o de antro, como cuando éramos solteros.
Ahora recuerdo que, hace unas semanas, también compré un labial nuevo, un color llamativo para alguna ocasión especial, no he podido usarlo, pues cada que quiero hacerlo, me veo al espejo y pienso “¿qué sentido tiene?”, “¿para qué pintarme de este color la boca si sólo iré a recoger a los niños, al súper y a la clase de ballet?”
Termino usando lo que más me gusta de mi ropa, lo más cómodo y lo que tengo a la mano. No ha sido cuestión de desánimo, tampoco de falta de gusto o de no saber qué ponerme, sólo es una respuesta a mi búsqueda por la comodidad en este mundo en el que hoy vivo; lleno de leche en polvo, mamilas, toallitas húmedas y narices mocosas. Tengo un par de “uniformes” que nunca me fallan en la tarea de agacharme, pararme, limpiar pompitas, limpiar líquidos que tiran por todo el piso porque decidieron que jugar al “Té” es más divertido con agua del garrafón.
Con este par de jeans puedo brincar un poco al ritmo de Trepsi para ver reír a mis niños, subirlos a las sillitas del carro, brincarme al asiento trasero para alcanzarles algo si es necesario y disimular unos cuantos manchones en la pierna de manitas con chocolate o de leche que regresó el más pequeñito.
Me doy cuenta de que, mi guardarropa, está lleno de pares de tenis y zapatos bajos, de blusas cómodas y nada pretenciosas, de jeans stretch de todos los colores, algunos que incluso me han sido fieles en los primeros meses de cada embarazo. Tengo mucha ropa (no muy cómoda) que he comprado últimamente, pero siempre regreso a lo mismo.
Luego de ver mi closet he pensado mucho en cómo sería mi vida usando tacones, vestidos de noche y labiales, sin estos tres pequeñitos y un amigo del alma que elegí para ser el padre de mis hijos y el hombre de mis sueños.
Me siento abrumada al pensar cuánto tiempo ha pasado, cómo he cambiado y cómo, lo que deseaba antes, hoy ya no. Ser mamá me ha cambiado por completo, una y mil veces me va moldeando, dentro del gran reto de criar y educar me siento cómoda, me siento muy yo, me siento… quién quiero ser. Ellos me mueven hacia un mundo donde mis alegrías son gratuitas, no tienen cover, no hay pretensiones y la belleza es la simpleza de la vida.
Hoy añoro la tranquilidad por las mañanas, levantarme y saber que ellos y él, mi amigo del alma, están bien. Un café recién hecho, tomarlo en mi cama viendo a la ventana y pensar en lo que haré en el
día… los días nublados y fríos, para tener la perfecta excusa de quedarnos todos en casa y hacer chocolate caliente “y para mamá un buen té”.
Un buen libro en un momento muy silencioso en casa, una vista hermosa, el olor de mis niños recién bañados, las celebraciones en familia, las cenas de dos con mi compañero de vida, no importa dónde sólo con quién, los festivales de la escuela y los momentos emotivos. Todo esto me hace feliz y son pequeños placeres, que nadie cobra, que llenan el alma y que dan una dosis extra de energía para lo que sigue.
Ser mamá y esposa me han obligado a fortalecer mi espíritu.
He descubierto que mi mente es mi mejor aliada o mi peor enemiga. Que me puede edificar o puede tumbarme sin dejarme levantar. Que de mí depende que tan bella quiero que sea mi vida, si soy libre o me rijo por lo que “debo hacer”, o “lo que quiero hacer”. Le doy importancia a lo que tiene, lo que nutre, lo que añade y lo que no, me doy permiso de eliminarlo de mi lista de “NECESARIO”, estoy en una búsqueda constante de personas positivas, experiencias de aprendizaje, buenos hábitos y gustos que agreguen valor.
La vida está hecha de momentos y experiencias, de decisiones mentales y espirituales, lo que tengo hoy ha sido producto de mi destino y de una serie de decisiones tomadas a conciencia o a falta de ella. Y eso repercutirá en mi familia de manera positiva o negativa, por eso decido cada día. Luego de un día cansado, exigente o difícil como los hay en este mundo de pequeñas manitas pegajosas, un aprendizaje, la vista al frente, un apapacho, un buen descanso y a seguir con mi hazaña más importante, ser mamá.
Soy mamá y hay días buenos, otros malos, algunos cansados y muchos inolvidables. Mis hijos son la creación más hermosa que hay, lo que sea que vivimos hoy es nuestra realidad, y si ya estamos aquí “viviendo”, “educando”, más vale hacer nuestro mejor papel en todas nuestras versiones, pues ya no hay vuelta atrás.
Soy feliz y me siento plena porque decido serlo y eso no depende de nada, ni nadie. Soy mi responsabilidad y por eso sólo yo tengo el poder de cuidarme, amarme más que a nadie y conocerme para moldear a las circunstancias cada que la vida me cambie las cartas.
Soy mamá en los “30’s” y me encanta tener el poder de sentirme cómoda en mi propia piel, ver la historia de mi vida y saber que elegí lo que siempre soñé. Soy mamá de niños pequeños, que me absorben día con día, me chupan energía y me llenan de felicidad, pequeñitos que me llenan de besos, me dicen “mami” y mi mundo vibra, me ven como su héroe y eso quiero ser.
Una mujer de 30 años, que se siente tan bien en tenis como en tacones, en jeans rotos cómo en vestido y con labial rojo o sin labial. Mujer consciente de lo que me hace feliz y de lo que debo mejorar.
Nos veo por todos lados, desarrollando el papel principal de la obra, mamás en los 30, dueñas de nuestra libertad y de nuestros motivos de felicidad.
SOY MUJER en los 30 con un closet lleno de tenis y jeans, blusas cómodas y bolsos grandes para guardar paletas chupadas, toallitas usadas y pañales por si acaso. Los vestidos y tacones pueden esperar, el tiempo con mis hijos y los momentos como el que hoy vivo, no regresarán jamás.
Soy tan feliz como quiero y decido ser. En esta etapa, mis sueños, mi seguridad y mis motivos ya no están hechos de papel, pues ellos y él me hicieron crecer.