Por Dona Wiseman
El deterioro físico y mental que asociamos con la vejez se da de maneras diferentes a pasos lentos o acelerados. Es verdad que todos llegaremos a la vejez y también es verdad que yo estoy suficientemente cerca para sentir su aliento y escuchar su rumor. ¿Quién determina si la vejez llega a los 60 años o a los 90? El estilo de vida anterior y actual de seguro son factores importantes. Pero hay otros factores también.
Hoy me platicó un amigo que su madre a los 90 y córrele, se valía por sí misma. Atendía su casa, hacía sus cosas y hasta planeaba y participaba en lecturas de poesía. Seguramente ella tenía suficientes años para llamarla no solo vieja sino anciana, y, sin embargo, mientras seguramente tendríamos que usar el término “vieja” para describirla, puedo decir, sin dudar, que ella murió sin jamás haber sido anciana. Cuando menos no lo fue desde el criterio que yo conozco y aplico.
Hace muchos años le pregunté a un maestro (en ese tiempo me parecía que todos mis maestros se veían de menos edad que los años que tenían) cuál era el secreto de la eterna juventud. Me respondió con una pregunta. “Tú estás entrenándote como psicoterapeuta. Viajas, trabajas, atiendes a 4 hijos, tienes amistades, tienes vida social, estudias. ¿A dónde quieres llegar?” Pensé un momento y le dije que no contemplaba llegar a ningún lado, solo quería saber qué seguía. Sonrió y me dijo, “Ya llegaste. Ya entendiste. Esa es el secreto de la eterna juventud. Mientras tengas algo que sigue, tendrás la energía de vida para hacerlo.”
Desde entonces yo le he agregado algo a esa definición. Para mí no solo es tener algo que sigue, una meta más que perseguir. Creo que uno de los secretos, algo que nos mantiene sin envejecer, es la habilidad de conservar la capacidad de asombro. Esta noche estuve en el concierto inaugural del Festival Internacional de la Guitarra en el cual tocó la Orquesta Filarmónica del Desierto y un cuarteto de España-Estados Unidos (2 hermanos con 2 hijos suyos, de uno o de ambos hermanos, no sé). Cuatro guitarras y no sé cuántos violines, chelos, contrabajos, oboes, trompetas, flautas, clarinetes… Una mezcla de notas perfecta. Cada instrumento, cada nota, cada efecto, cada movimiento, cada gesto del conductor. Podía ver una partitura en el atril de uno de los chelistas. Y sabía que las notas que él tocaría estaban allí, entre tantas otras. Me sentí maravillada ante la manera en que cada músico aportó sus notas en momentos precisos, ritmos precisos, combinaciones precisas, todo para que el concierto tocado sonara en su completud. Me viene a la mente ahora el efecto de ver muy de cerca un cuadro de Monet y luego alejarnos para apreciar un efecto total. Y, por cierto, cuando menos 2 del cuarteto eran “viejos”, sin embargo yo no percibí vejez en ninguno de ellos.
Sin importar los años que tiene, una persona envejece cuando deja de darle significado a su vida, cuando deja de asombrarse ante las oportunidades. Una persona envejece cuando permite que la vida se le escape por los poros y no la invierte en seguir construyendo y aportando. Una persona envejece cuando un estilo de vida inconveniente llega a un punto en donde no hay retorno. Una persona envejece cuando pierde interés, cuando se victimiza por lo que no puede hacer y no se dedica a lo que sí puede hacer. Una persona envejece cuando sus ideas y creencias no admiten la opción de nueva información, cuando no son flexibles, cuando se han petrificado. Una persona envejece cuando no se adapta a los cambios en la sociedad, la tecnología, las costumbres. Una persona envejece cuando deja de crecer como ser humano.
Aviso: hay muchos viejos por allí que tienen muy pocos años, y muchos jóvenes que tienen muchos años muy bien vividos. La vejez no es un número.