Por Elena Hernández
A mi primer bebé no fui capaz de amamantarlo. La inexperiencia, la desinformación, las dudas, la falta de orientación y de voluntad fueron los factores que me llevaron al fracaso de la lactancia aquella primera vez. “No se prende bien”, “me duele”, “No me sale suficiente, se queda con hambre”, a los 3 meses de pensar todo esto decliné y le di fórmula. Si bien, la decisión de cada madre de amamantar o no a su bebé es válida y respetable, no podemos negar que la leche materna es un material insustituible y trae para nuestros hijos beneficios que van más allá de la salud, los anticuerpos y el apego. Pero hay algo que es clave para lograrlo en forma satisfactoria y es: ¡querer!
Cuando estaba por nacer mi segundo bebé, me había informado, había leído, me acerqué a grupos de apoyo y tomé la decisión de darle el pecho exclusivo y convencida de que tenía la firmeza para hacerlo. Esta vez me sentía segura. Y así fue, con esa certeza de tener lo necesario para llevarla a cabo: mis chiches y mi voluntad.
Fue una lactancia exitosa que se extendió hasta los 15 meses de edad de mi bebé. Luego me topé con un problema… “el destete”. Algo que antes no había vivido, y fue angustiante, todo un desafío. Hice dos intentos y no pude, me acerqué nuevamente a grupos de ayuda, a escuchar consejos, a leer al respecto y así, poco a poco, descubrí que lo mismo que se necesita para iniciar, se ocupa para terminar: decisión.
Existen varios métodos y a cada madre se le acomoda mejor uno que otro, pero el común denominador es “estar segura”. Para mi tercer bebé el inicio y final de la lactancia fueron pan comido, y con cada experiencia aprendemos y experimentamos, pero vamos siempre teniendo mayor confianza en nosotras mismas y en nuestras decisiones. Dar la chiche tuvo para mí beneficios como perder peso adecuadamente y volver a mi talla sin mayores sacrificios.
Alimentar a “libre demanda” es desgastante, te mantienes en un estado de vigilia y aprendes a vivir en “modo zombie”. No es fácil. Cada hora, cada dos horas, cada tres. Conforme el bebé crece sus tomas se van espaciando, aunque siempre son cambiantes y dependerá de cada niño. De modo que nada está escrito. Cada una forma su propia historia.
Para mí ha sido maravilloso y sumamente práctico, no tengo que cargar con esterilizador y 8 o 10 biberones y mamilas y un cepillo especial para lavarlos cada vez que salgo de viaje. Ni cargo con agua tibia y el bote de la leche para que coma cuando tengo una salida a cualquier parte, ni prever una segunda toma por si me tardo. No tengo que contarle las onzas ni las horas para poder darle un poco más si le viene el hambre un poco antes. Por supuesto todo está en función de las actividades, hábitos y deseos de cada una. Es, sin duda, una vivencia que recomiendo intentar y que, como cada etapa, pasa rapidísimo y cuando menos lo esperamos ya los estamos llevando de la mano al kínder. Así que ¡ánimo! Y a disfrutar con plenitud los bemoles de darle a tu bebé todo el poder de amamantar.