Por Dona Wiseman
Esta semana pasada he sostenido, con una persona que recién conozco, una conversación larga que ha abarcado días, muchos días. Ha sido interesante, una conversación que construye. ¿Qué puede construir? Amistad, supongo. Además, lo que conversamos y contemplamos, si lo contemplamos en realidad, nos construye a nosotros como seres humanos. Dentro de los comentarios surgió una reflexión sobre lo que podrían ser las estaciones del amor. Estamos en verano y es la estación del año que toca vivir. Creo que hay estaciones y ciclos en todo lo que hacemos.
Si miramos al amor en estaciones, tal y como las tiene el año, la primavera del amor podría corresponder a una etapa de emoción (o de emocionarnos, quizás algo así como el enamoramiento), de alegría y de descubrimiento. Sería una etapa linda de exploración y de novedad, y de incertidumbre. Podría ser intensa o ligera, según la persona que lo experimenta. El verano del amor podría describirse como una fase de aceptación, de transitar por los cambios que surgirán naturalmente en la vida, y de acomodar lo nuevo en el contexto de la vida ya establecida. El otoño del amor no sería una caída o preparación para la muerte, como podríamos pensar que lo es en el año, sino una etapa de convivencia, espiritualidad y satisfacción. Me parece que esta imagen va de acuerdo a la profundidad que yo percibo en el otoño. El invierno implicaría una preparación, posiblemente para renovar el ciclo completo en una profundidad distinta, el sostenimiento del amor como un estado interno, como una gracia divina conquistada en el trabajo de vida que hemos hecho, la germinación de nuevas opciones de expresión y la trascendencia que implica una mayor comprensión de lo que es el amor y qué significa vivir en el amor.
En la vida están presentes estaciones, etapas y ciclos. El año es un ciclo, especialmente orientado al tema de la agricultura. Las fases de la luna aportan energía muy específica que nos puede apoyar en nuestros proyectos.
Un problema que he observado con frecuencia es que queremos hacer las cosas cuando no tocan. Los seres humanos hemos olvidado que somos parte de la naturaleza, del Universo y las leyes que rigen. Mi propuesta es que en todo lo que hacemos (en el amor, en el jardín, en nuestros proyectos) tomemos consciencia de sus etapas y estaciones. Estamos en verano y si no sembramos tomates en abril o mayo, no tendremos tomates este año. Si estamos comenzando una relación amorosa pero no queremos hacer el trabajo que implica el conocer al otro y darnos a conocer, seguramente la relación no tendrá éxito. Si en un proyecto hemos hecho ya todo lo que toca y es momento de esperar los resultados, tendremos que ser conscientes que más trabajo seguramente estorbará los resultados.
Las invito a tomar un momento para contemplar antes de tomar decisiones, para discernir en qué etapa va esa parte de la vida sobre la cual tomarán sus decisiones. ¿Qué corresponde? Toma paciencia, que a veces no tenemos, pero seguramente evitaremos así mucha frustración.