La mamá juez

Por qué no dejamos de juzgar y preparamos un pastel y una taza de té para aquellos momentos en los que alguna de nosotras necesite endulzarse el paladar.

Por Alex Campos

 

No puedo dejar de pensar en la plática que escuché hace unos días “accidentalmente” en la mesa de al lado mientras desayunaba. Una plática entre madres, muy compleja, nada amigable, mujeres (supongo todas madres) calificando la crianza de una mamá que no estba presente en ese momento.

No es que me guste escuchar pláticas ajenas, pero al principio comencé interesándome por algunos tips de crianza para pequeños. Sin embargo, terminé molesta y decepcionada de nuestra naturaleza, si, la naturaleza de nosotros los humanos, las mujeres y las mamás que se comparan, critican y califican, perdiendo la noción de que TODOS tenemos nuestra propia historia, un por qué, un cómo y un de aquí vengo.

Algunas de nosotras, ahora mamás, tuvimos madres exigentes, madres estrictas, relajadas, hippies, fresas, gritonas, pacientes, enojonas, chistosas. Todas venimos de un vientre, de una crianza basada mucho en la historia y el origen de nuestra madre. Nuestras madres, cómo quiera que hayan sido, hicieron su mejor intento con mucho amor todos los días, buscando siempre nuestro bien, así como nosotras hoy sólo buscamos el bienestar de nuestros pequeños, ¿no es así?

Estuve atenta a una plática que no es la de mi mesa, no me lo tomen a mal, pero es que es algo que veo que se repite en diferentes lugares, con diferentes mujeres de todas las edades y todas ellas madres. Tal parece que nos encanta hablar de quien no está, o de la que es diferente, la que no piensa como “yo”.

“Es que no debe de educarla así”, “no debería ser tan dura”, “yo haría esto”, “en mi casa por eso, pura comida orgánica”. Son tantos los comentarios de lo que hace mal, una mamá que ni si quiera está presente, por lo tanto, no puede detenerlas, no puede explicar de dónde viene y por qué educa, alimenta o cría a sus hijos así. Aunque, pensándolo bien, ninguna madre que crie con amor debería de dar explicaciones de su modo de crianza.

Estamos inmersas en un papel para el que no nos entregaron contrato, mucho menos reglas, no hubo capacitación y no habrá cursos de inducción. Todas hacemos lo que nos dicta el corazón, lo que creemos es mejor, lo que podemos y lo que conocemos. Cada una de nosotras, en nuestro papel de mamás, tenemos una historia que nos forma, nos moldea, nos respalda y nos hace ser la mamá que somos hoy.

Tal vez deberíamos entender de una vez por todas, que ya el título de “madre” viene con un millón de pruebas, momentos de duda, vulnerabilidad y que, además, para jueces calificadores ya tenemos uno, le decimos hijo o hija y desde pequeños nos observan con esos ojitos que guardan imágenes, nos escuchan y graban palabras, su corazón atesora momentos y todos ellos se van formando del amor y la crianza de “mamá”. Ellos son nuestros pequeños jueces y de grandes se convierten en aquel resultado del examen que publican y ¡al que todos quisiéramos pasar con 100!

Así que, la vida sola se encarga de irnos enseñando, podemos cambiar nuestro camino una y otra vez, mientras criemos con amor y dedicación “lo estaremos haciendo bien”.

Lo que necesitamos las unas de las otras es una palmada en el hombro, tal vez una sonrisa o una palabra de aliento en momentos en los que creemos que “algo” va mal. Una taza de café, una rebanada de pastel que nos endulce el momento, un mensaje que diga “sé que es complicado, pero lo estás haciendo bien”.

Sólo nosotras, madres, podemos entendernos, tenemos un lenguaje que otros no entenderían, preocupaciones que podrían sonar absurdas, pendientes que nadie quiere hacer y un trabajo que “sólo una madre” puede hacer. No hay reemplazos, no hay renuncias, estamos en este camino todas juntas, aprendiendo, corrigiendo, logrando por el resto “DE SUS VIDAS”. Nuestros pequeños siempre serán NUESTROS.

Por qué no dejamos de juzgar y preparamos un pastel y una taza de té para aquellos momentos en los que alguna de nosotras necesite endulzarse el paladar. Por qué no sacamos nuestra mejor sonrisa para alguna madre que necesite recordar que “hemos estado ahí”. Tal vez también podamos sacar los curitas de la caja de primeros auxilios para cuando necesitamos tapar algún raspón hasta que sane. Preparemos los abrazos más fuertes y sinceros para aquella amiga, madre, que necesite cargar pila y saber que lo está haciendo bien.

Todas estamos desenvolviendo un papel que no conocemos, lo vimos con nuestras propias madres, a veces es fácil y de pronto se torna difícil, a veces sabemos qué hacer algunas otras actuamos por instinto… todas estamos haciendo nuestro mejor intento.

 

Alex Campos

Lic. en Comunicación por la Universidad Del Valle de México. Conductora en diferentes facetas, actualmente presentadora de noticias. Apasionada de la escritura y enamorada del arte de ser mamá. Mamá de Samantha, José Antonio y Rafael.

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