Por Daniella Monárez
El pasado 28 de julio se celebró el día mundial contra la hepatitis y tal como publicó la Organización Mundial de la Salud en su página oficial, es una oportunidad para redoblar esfuerzos de lucha contra esta enfermedad tomando como meta mundial la reducción de casos nuevos de hepatitis B y C en 30%.
Empecemos por entender qué es la hepatitis. Es una inflamación del hígado que se puede curar espontáneamente o evolucionar a una cicatrización, cirrosis o cáncer. Los virus de la hepatitis (A, B, C, D y E) son la causa más frecuente, aunque también puede deberse a sustancias tóxicas como alcohol, drogas o enfermedades autoinmunes.
Al virus de la hepatitis lo podemos adquirir por ingesta de agua o alimentos contaminados en el caso de hepatitis A y E, los cuales en su mayoría son infecciones leves que recuperan por completo y se adquiere inmunidad contra futuras infecciones de este tipo. Los B, C y D se producen en su mayoría por contacto con secreciones contaminadas como sangre, agujas, contacto sexual o transmisión durante el parto de una madre al bebé. Los síntomas en general pueden ser leves como náusea, vómitos, ictericia (color amarillo de la piel y ojos), fatiga, hasta muy severos como cirrosis o cáncer (sobre todo en el caso de virus B y C).
Aunque, lamentablemente, no existe vacuna para el virus de la hepatitis C, actualmente se cuenta con vacunas seguras y eficaces para prevenir la infección A y B siendo ésta la mejor manera de protegernos, y la recomendación oficial es aplicar la vacuna contra la hepatitis B a todo recién nacido. Esta vacuna tiene un excelente historial de seguridad y eficacia, ya que desde 1982 se han administrado más de mil millones de dosis en todo el mundo reduciendo la tasa de infección a menos del 1% entre los niños vacunados según la Organización Mundial de la Salud.
La inmunización es una estrategia fundamental para el control de la hepatitis, el freno a la resistencia de antimicrobianos, además, proporciona a los niños herramientas clave para sentar las bases de una buena salud y mejora la atención prenatal y del recién nacido.
Por eso insistiré siempre en la recomendación de ampliar el acceso a la vacunación como un derecho para el buen desarrollo de los niños.