Por Clara F. Zapata Tarrés / La Liga de la Leche A.C.
Pausas… ahí estamos. Caminamos solas o de la mano de alguien, con miedo, con nuestras historias a cuestas. Unas más confiadas, otras con angustias. Casi todas alegres. ¿A quién escuchar? ¿Escuchar?
Pausas otra vez. Silencio. Cada día, cada instante más sabias, más cercanas, más salvajes. Acompañadas de nuestra fuerza interior. Con el poder en el corazón, con la mirada enaltecida y con la palabra clara, suave. Marchando al ritmo de la naturaleza con la reflexión profunda e introvertida. Guardando secretos solo nuestros y recolectando bondades para meterlas en un frasco de conservas que se abrirá en los momentos necesarios. Conservas para las emergencias. Para los momentos de miedo, los que aparecen en las urgencias. Para no ahogarnos en la inmensidad de lo exterior.
Pausa, respiro profundo, sueño… de soñar, de volar, de estar presente en el tiempo presente. Inhalando, tranquilas. Concentrando, leyendo y esperando el abrazo que consuela. Sintiendo cada parte del cuerpo, acordándonos de que lo tenemos. Quizás lo habíamos olvidado. El cuerpo reaparece y transforma. Buscando cómo describir con palabras la sensación escondida en algún cajón de un pasado generacional. Sin contar lo que pasó. Sólo sintiendo. A veces muriendo y renaciendo. Renaciendo. Abandonándonos alegremente.
Pausa para encontrar las palabras… Dando sin medida. Para sanar y sanarnos. Preparándonos para estar juntos, para que no haya daño y para compartir lo generoso del amor. Subiendo cerros imaginarios esperando encontrar el mar. Recorriendo desiertos.
Pausas… olor a lavanda. Olores de recuerdos. Melancolías. Rugidos, historias y cantos. Canciones pausadas con pisadas cautelosas. Llegan las abuelas, las que se conectan con la tierra para despedirnos y prepararnos los caminos. Llegan nuestras madres con caricias, con manos suaves, con perfumes inolvidables que quisiéramos guardar para siempre.
Y ahí estamos esperando ese momento tan único, tan intenso. Y ahí aparece el latir de un nuevo corazón que mira en pausas para quedarse por siempre. Los ojos que reflejan la incondicionalidad del amor más grande. Y ahí está, su pequeña mano que toma la nuestra, apretándola fuerte. Y ahí estamos nosotras llegando a sus latidos. Piel con piel, estrechando y conociéndonos cada rincón. Olores, palabras, miradas, sentimientos… Y ahí estamos, juntos para toda la vida. Nos escucha. Y ahí, pausada y pacífica, aparece la leche, la sanación que reconforta, crea y nos recibe en su lecho.
Y ahí estamos, caminamos acompañadas, sin miedo, con nuestras historias a cuestas. Confiadas, alegres. Nos escuchamos y nos abandonamos al ritmo del oleaje. A veces cantando, durmiendo; otras, soñando…
Bibliografía importante:
https://laligadelaleche.org.mx/
https://laligadelaleche.org.mx/vive-amamanta-2017/
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