Por Brenda Cristán y Paulina de la Mora
Últimamente nos hemos dado cuenta de que cada vez te encuentras más lugares donde se enseña yoga como un ejercicio físico exclusivamente. Y sí, efectivamente, el yoga tiene una parte muy física pero también una parte muy espiritual, una parte de observación, de sentir, de reconocer. Yoga es una invitación a observar detenidamente el proceso de la acción sin perdernos en la forma. Yoga es una invitación a llevar fuera del tapete todas esas experiencias sutiles que tenemos dentro del tapete. Es sentir la unión de tu ser individual con todos los seres del universo. A nosotros en lo personal nos gustan las clases “fuertes” o donde hay un reto físico. Pero lo interesante de este tipo de prácticas es que cuando estás en esa postura intensa donde te tiembla (hasta el cachete jajaja) es donde te encuentras más PRESENTE que nunca, es donde sientes tú cuerpo, lo reconoces, lo observas, es donde empiezas a trabajar tu fuerza de voluntad, es donde comienzas a conocer tus límites, a ser humilde y agradecer por este cuerpo tan maravilloso que tenemos.
No hay que olvidar que el yoga existe desde hace más de 5,000 años, pero a nosotros nos llegó en el siglo 20 por lo que ha tenido que evolucionar adaptándose a nuestro mercado y han surgido variantes en que la esencia ya no ha estado el 100%. Así que podemos decir que, a través de ejercicios físicos y mentales, el yoga es una práctica que nos ayuda a cambiar nuestra percepción del mundo que nos rodea y hacer los cambios que necesitamos en nuestro estilo de vida.
Cuando llegan a preguntarnos si el yoga te fortalece, te baja de peso, te hace músculo, etcétera, nosotros les explicamos que sí, pero que es una consecuencia, que el yoga no nada más trabajará tus músculos sino más profundo, trabaja tu corazón, y tu mente; te ayudará a tener paz mental, más calma en los problemas y a valorar lo que realmente es importante. Y todo esto simplemente para sentirnos bien, sentirnos felices y ser mejores seres humanos.