Por Ivonne Orozco
Se llega el día de muertos, México, sus pueblos y rancherías, hacen una gran fiesta ante la llegada de espíritus del inframundo que habita como este país puede hacerlo. Considerado Patrimonio Cultural de la Humanidad: El día de muertos se han convertido en un día lleno de vida.
Se une el luto prehispánico con el luto católico, el papel picado representa el paso de los espíritus, se cuelan como el humo del champurrado con la gloriosa humareda del copal. El color naranja es el color de la pena en El Mictlán así mismo como el morado es símbolo de la madre Dolorosa ante su hijo bien amado.
La gastronomía mexicana recibe desde el limbo y desde El Mictlán a sus difuntos con las comidas que les gustaban y que además se incluyen ricos manjares para el primero de noviembre en honor de los difuntos pequeños y el dos de noviembre es para todos los santos. Los sureños más pegados a estas festividades de culto han contagiado al mundo y dejado un espacio para el estómago y para los fieles que creen que sus muertitos llegarán de la mano de calavera garbancera: La Catrina de grabador hidrocálido José Guadalupe Posada que curiosamente fue a reposar a la fosa común.
La elegante Catrina toma de la mano con sombrero elegante a millones animas y saca a degustar estas comidas que hacen resplandecer los altares como la comilona más mágica de todo el año.
Pan de muertos que deja ver los huesitos, almitas, las tumbas entre muchos más. La calabaza en tacha, el dulce de camote, arroz con leche, almibares de papaya y frutas de las diferentes regiones.
Al igual que la variedad de moles, no podían faltar los riquísimos y variados tamales de todos los rincones del país. El maíz es uno de los ingredientes más importantes de nuestra mesa mexicana siempre tendrá preferencia entre los mortales y las almas hambrientas elaborando pan de maíz, la diversidad de los espesos atoles y champurrados. El tequila, la cerveza, el mezcal y unos pulques finos para la celebrancia.
El vaso de agua, el puño de sal, la cruz de la cal, el florido cempasúchil, las veladoras de vaso, el perro xoloitzcuintle es el guía a cruzar de las bondades del paraíso a las paganas vidas en la tierra.
El altar con siete niveles, donde se acomodan con fervor cada uno de los elementos para la colorida fiesta de arte, tradición y belleza. El copal, ese aroma humoso que ahuyenta al mal y nos protege, que hace que se sacudan los sentidos, con esa fragancia inolvidable de nuestros ancestros
La figura de la calavera se representaba desde la época prehispánica de diversas formas, como el Tzompantli, un altar a la muerte que ilustra el tradicional paso de lo terrenal a lo espiritual. Este altar tenía la característica de estar formado por hileras de cráneos de las personas sacrificadas en honor a los antiguos dioses. Un ritual muy común en las culturas mesoamericanas por su nivel de creencia.
Para Mictlatecuhtli, el dios del inframundo, esto era una ofrenda maravillosa que aseguraba el paso de las personas a otros niveles, estos cráneos están representados por las calaveritas de azúcar que hoy en día encontramos en los mercados con el nombre de nuestros difuntitos.
El Cempasuchil y la nube, nos indican las flores que alumbran y las blancas para ánimas pequeñas, juguetes de madera, como yoyos, trompos, la muñeca de trapo representa la simbología de la infancia, lo que nos hacen pensar que fuera de este mundo existe otro donde los niños siguen jugando.
La música, las guitarras y tumbas… México un lugar sin límites, donde se escriben pequeñas rimas conocidas como calaveritas literarias. Donde nos divertimos y vivimos la muerte como ninguna cultura en el mundo. Sentirnos orgullosos de nuestras raíces, es la mejor representación de ser mexicano.
Sergio E Avilés
Qué sabrosas tradiciones y sabrosa narrativa de Ivonne. Debería ser lectura obligada en la escuela y también en la vida de todos los mexicanos. Gracias.
Victor amare
Muchas felicidades!!, te admiro y estoy muy orgulloso de ti , animo y que sigan los éxitos