Por Mayte Cepeda
En esta ocasión quiero escribir sobre algo que posiblemente como mujer te ha sucedido. Aquella necesidad que nos terquea de hacer lo que esté en nuestras manos para que las personas que están a tu alrededor estén bien, no les falte nada y, con eso, tener hasta cierto punto una especie de tranquilidad y estabilidad emocional propia, ya que si a tu alrededor las cosas están bien, automáticamente creemos que nosotras estaremos bien.
Mi papá falleció en enero de 2015. Fue una muerte inesperada para todos; posiblemente solo él sabía que llegaría. El dolor por su pérdida, es y ha sido muy grande. En lo personal, me sacó mucho de onda su partida tan repentina, porque yo siempre había tenido una imagen de mi papá como alguien muy sano, fuerte como un roble y, que de pronto se fuera, me resultó muy duro. Sin embargo, la tristeza se ha ido haciendo más llevadera gracias a la familia, a las amistades y creo que en gran parte, gracias al tiempo.
Durante los primeros meses, recuerdo haber sentido una necesidad fuerte de hacer o buscar lo necesario para que mi mamá estuviera bien; después de todo yo había perdido a mi papá, pero ella, había perdido a su compañero de vida, de casi cuarenta y cinco años de matrimonio. Busqué entonces ayuda con una especialista en tanatología, para que mi mamá tuviera una persona no familiar, con quien pudiera desahogarse y hacer más llevadero su duelo. Ella al principio lo tomó con negativa, pues no sentía que lo necesitara pero a final de cuentas accedió y fuimos las dos juntas a nuestra cita con la tanatóloga. Para no hacer el cuento muy largo, después de escuchar a mi mamá contarnos sobre su historia de amor con mi papá, desde los primeros días que la empezó a “cortejar” hasta el día de su muerte, la especialista y yo terminamos llorando y mi mamá tranquila, eso sí, muy consternada y consolándonos. Creo que la terapia fue para mí más que para nadie y de pasada la terapeuta seguro recibió una enseñanza de amor y fortaleza ese día.
Caí en la cuenta que la que necesitaba consuelo, apapacho y que me dijeran que todo iba a estar bien, era yo, y no mi mamá como yo quería creerlo y hacérselo creer a los demás.
Esa ha sido una de las lecciones más grandes que he tenido en la vida y no creo que se me olvide fácilmente. Mi mamá, con amor y prudencia, aceptó asistir a una cita que, sabía de antemano que no necesitaba, pues su entrega a Dios y su amor por mi papá era lo que la mantenía en pie, claro estaba triste, muy triste, ¿cómo no iba a estarlo? pero dentro de todo, ella estaba muy bien, comía, dormía, hacía sus demás actividades tranquila y con muchísima más fortaleza que la mía y la de toda la familia junta.
Después de eso me gusta pensar que mi papá no se ha ido. Cambió su forma de manifestarse ante nosotros, ante mí, que ahora ya no veo su imagen, pero veo luz; ya no siento unas manos y brazos grandes y fuertes, ahora el abrazo lo siento de otra manera, que no puedo explicar. Alguien me dijo que cuando nuestros seres queridos mueren, solo cambian su manera de manifestarse ante el mundo terrenal, su dimensión ahora es distinta, pero siguen estando presentes.
La muerte tiene mucha relación con las creencias y la religión. Lo que pase después de la muerte es un abanico de posibilidades; ¿qué sucede con la materia y con la parte espiritual de la persona que muere? Nuestra fe decide lo que queremos creer y pensar. En lo personal, cuando lo extraño mucho prefiero hablar con él, y hasta ahora de alguna u otra manera él se las ha arreglado para que yo sepa y me quede bien claro que sigue conmigo, cuidándome desde su nueva dimensión.
Existe una condición que me atrevo a decir que va con todas las religiones y creencias, respecto al dolor que nos causa la pérdida de un ser querido. A la condición que me refiero, es a la posibilidad que tenemos de poder rendirnos ante Dios cuando para nosotros es difícil seguir en el camino y salir adelante. En la tradición yogui, a esto lo conocemos como Ishvara Pranidhana. Gracias a eso podemos soltar y dejarnos ayudar por una fuerza infinita y sin limitaciones. ¡Namasté!
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Mi querida Mayestra hermosa GRACIAS por compartir esa experiencia , gracias por tu sensibilidad , tu amor y tu entrega en todo lo que realizas .