Sintamos orgullo por lo que hacemos y dejemos a un lado eso que no nos permite vivir ni disfrutar esta maravillosa etapa de nuestras vidas.
Por Liliana Mendoza
La culpa, y ¿de qué? De que quizá no hicimos las cosas de la mejor manera (lo que nos llevó a vivir la maternidad en esta circunstancia), de que no lo estamos haciendo bien, entre muchas otras culpas que cargamos.
La culpa es una señal de que nuestro “regulador de maternidad” está funcionando adecuadamente. No podemos negarlo, todas las mamás naturalmente nos preocupamos de casi todo en lo que respecta a nuestros hijos. Queremos que sean felices, que estén sanos y que tengan todo lo que necesitan y quieren. Desear lo mejor para nuestros hijos es nuestra misión como madres, es una reacción natural analizar cada factor que contribuye al éxito de nuestra misión. Cuando algo atenta contra nuestra misión, volteamos a vernos como una causa de que esto no esté sucediendo. Nos preguntamos cosas como:
- ¿Estoy dando lo mejor de mí?
- ¿Hay algo que no estoy haciendo?
- ¿Cómo lo puedo hacer mejor?
- ¿Lo estoy haciendo mal?
Estas preguntas nos pueden hacer sentir muy mal, manteniéndonos despiertas en la noche repasando lo que hemos hecho, con una serie de cuestionamientos y muchos “hubieras”. Es difícil más no imposible separar estas revisiones de nuestras acciones, pero el hecho de revisarlas y cómo mejorarlas es una señal de lo maravillosas que somos.
Debemos aprender a perdonar nuestros errores, para después convertirlos en una oportunidad de crecimiento y mejora en vez de castigarnos.
Quisiera remarcar algo que ya sabemos, solamente tenemos el control sobre las cosas que dependen de nosotros. No importa que tan duro trabajemos o qué decisiones tomemos no podemos en contra de fuerzas como la muerte, la economía o las malas decisiones de los demás. En nuestro caso de madres a cargo del hogar, estamos asumiendo lo que nos toca. Te puedo asegurar que la circunstancia que estamos viviendo en muchas ocasiones no fue planeada y que mucho tiempo nos cuestionamos qué hubiera pasado si hubiéramos hecho las cosas de otra forma.
El pasado quizá no es el ideal, pero la luz brilla más si seguimos avanzando, que si seguimos atrapadas en algo que hicimos mal.
Quizá fallemos en algo, no en todo y si hacemos lo mejor que sabemos, si seguimos aprendiendo, los amamos con todo nuestro corazón, actuamos de forma consciente y nunca dejamos de mejorar entonces vamos bien. No dejemos consumirnos por las dudas en lo que podemos hacer, y dejemos de ser tan duras con nosotras mismas.
Empecemos a creer y aceptar que nuestros hijos nos aman y nos aprecian. Confiemos que los esfuerzos que hacemos diariamente marcarán la diferencia.
Sintamos orgullo por lo que hacemos (que es bastante y suficiente) y dejemos a un lado la culpa que no nos permite vivir ni disfrutar esta maravillosa etapa de nuestras vidas.