Por Daniella Monarez
Hay dos preguntas que taladran mi mente cada vez que dejo a mi niña en casa para ir al hospital, a lo que me aferro llamarlo pasión cada vez que la palabra sacrificio acecha.
Es como estar dividida entre dos amores: el primero, el único, es el que es parte de mi alma y de mi aliento; el segundo es el amor luchón, el que cuesta, el que enorgullece, es ese árbol que planté hace más de 10 años y que apenas empieza a dar un poco de sombra.
A decir verdad, aún no encuentro la fórmula perfecta para equilibrar mi tiempo y mi espacio, hay días en los que me siento incompleta al ser la mamá más despistada del colegio y no enviar una tarea a tiempo o faltar a la kermes por mi guardia en domingo y lo mismo cuando por intentar la maratónica rutina nocturna del dormir termino tan cansada que no alcanzo a leer el artículo de actualización que mi jefe me encarga, como ayer por la noche, por ejemplo. Y es que si tan solo encontrara la manera de no extrañar a mi hija en esas noches de guardia o la de alcanzar a hacer la presentación de la sesión general el día que estoy con ella, me ahorraría unas cuantas preocupaciones y sobre todo las arrugas en mis ojos. La gente creerá que solo es cuestión de organización y si, tal vez un poco, sobre todo cuando escucho historias como la de “yo también soy mujer y fui residente con un bebé y un marido y además me nombraron jefe de residentes y también hice subespecialidad y maestría, y ahora estoy a cargo de algún programa federal de salud y aparte conservo mi consultorio”. Realmente me da gusto, me dan ganas de abrazarla y llorar esperando que responda mi simple pregunta acerca de cómo lo logró.
Yo en cambio sigo dividida entre mis dos amores como les he llamado, he dejado tantas cosas y personas en el camino, así como experiencias que preferí pasar por alto para seguir mi preparación profesional. Y cuando la culpa anda rondando por ahí y sobre todo cuando algún conocido opina acerca de que debería estar con mi hija y dejar de lado mi carrera simplemente respiro profundo y afirmo que más vale una mamá realizada que una frustrada.
Estaría incompleta si me faltara cualquiera de las dos, hoy soy una mujer plena y satisfecha por mi hija y mi carrera y puedo asegurar que los momentos con ella tal vez no abunden en cantidad pero si no escatimo en calidad, y con ello no quiero decir que soy una mamá consentidora o que la llena de regalos, por el contrario, parte de la enseñanza de vida que creo le estoy dejando son principalmente valorar el tiempo en todas sus facetas, tanto el que se comparte con la familia, la escuela o los amigos, como el que se vive cuando por ejemplo nos mojamos con la lluvia o brincamos en los charcos, o el que se invierte en la escuela, en un buen libro, en una linda charla, y el que se siente en la piel y el alma cuando nos reímos tanto que lloramos o comemos palomitas en la cama, como también es el que ella crezca sabiendo que el realizar los sueños y llegar a donde queremos requiere paciencia y unos cuantos sacrificios, pero cuando se llega realmente vale la pena.
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He cuidado a una sobrina desde el embarazo de su mamá, su madre graduada de la escuela de medicina y con muchos planes a futuros, nace la bebé, un ángel lleno de luz y paz, empieza a crecer y empieza a entender en su idioma la vida que lleva su mamá, suficientes horas de trabajo, guardias, tareas, exámenes, a veces se pregunta porque mamá no duerme en casa todos los días, ella misma se responde "porque está curando a los enfermos" y cae dormida, interesante, una niña de apenas 4 años entiende perfecto que lo que hace su mamá es totalmente por ella, no lo dice tan explícito pero demuestra lo orgullosa que está, se enciende su carita cuando dice que su mamá está trabajando en el hospital, empieza a perderle el miedo a las personas discapacitadas dice que su mami los va a curar, ahora vivo lejos de ese angelito, mientras su mamá trabaja muy duro para terminar su residencia, la cuidan sus abuelos, pero estoy muy satisfecha y tranquila sabiendo que nuestra grande niña no teme a estar sola, sabe en su cabecita lo que signifIca un sacrificio, sabe que cuando ella esté más grande será diferente y que su madre pronto compensará esas horas que no estuvo a su lado, ella lo entiende perfecto no hay de que asustarse, ella espera que su doctora favorita alcance sus sueños y no los suelte
Hoy a años de dejar de ser residente y ya ejercer, el tiempo sigue jugando un papel importante, muchas gracias por su comentario.