Es natural que el ser humano se pare sobre un escalón y juzgue con facilidad hasta que está del otro lado.
Elena Hernández
Hay un tiempo en nuestra vida en que miramos siempre con ojo crítico a los demás y juzgamos a la ligera, emitimos nuestra aprobación o desaprobación sin ton ni son; y no es hasta que estamos en los zapatos del otro o vivimos la misma circunstancia de aquel que alguna vez tan fácilmente criticamos que empezamos a entender tantas cosas y a sentirnos un poco avergonzados, a sentir empatía y a veces incluso un poco de pena por nosotros mismos, porque alguien ahora nos juzga como nosotros alguna vez lo hicimos.
Cuando aún no era madre criticaba a aquellas que “gritaban como locas”, o que andaban siempre corriendo todas desalineadas, recuerdo una vez mientras caminaba en el supermercado, mirar asombrada a un niño hacer tamaño berrinche y su madre simplemente lo ignoraba, y haber pensado ¡Qué niño tan malcriado! ¡Y cómo no, si su mamá no le pone unas nalgadas ahora mismo! Yo aún no estaba del otro lado. Al pasar del tiempo me casé y tuve mi primer bebe, y bendita mi suerte ella era una niña muy tranquila, no era llorona y siempre “muy bien portada”, a los pocos meses de edad ya dormía toda la noche, de modo que yo no batallaba. Y entonces creía que tenía derecho de mirar a otras madres y juzgar y me acuerdo claramente haber calificado de “loca histérica” a una madre de 4 hijos, que al poco tiempo tuvo 5 y a quien yo veía cada miércoles por la tarde con todos sus hijos y a quien hoy, varios años y varios hijos míos después comprendo perfectamente, y me arrepiento de haber sido tan dura en mi juicio hacia ella y a quien además hoy sé que la admiro y la respeto. Comprendo ahora que yo aún no estaba del otro lado. Estoy segura de que nadie nace con todas las cartas, descubrimos el juego en el camino, aprendiendo de nuestros errores.
Es natural que el ser humano se pare sobre un escalón y juzgue con facilidad hasta que está del otro lado. Por eso te digo a ti que me lees y me haz juzgado quizás sin intención, inocentemente tal vez, porque aún no estás del otro lado, sientes la ligereza de criticar mi trabajo o el de otras madres, no te aflijas, no te preocupes, no te sientas mal ni avergonzada porque estás en el proceso de madurar, de seguir aprendiendo y cuando estés del otro lado entenderás el por qué a veces soy “una loca histérica” o por qué hay días que corro toda desalineada, entenderás que cada día me levanto con todas las ganas de amar a mis hijos, de tenerles toda la paciencia del mundo y darles lo mejor de mí, y que no siempre resulta fácil y sabrás también todo lo que hay detrás de una madre ignorando el berrinche de su hijo en el supermercado y sentirás empatía y compasión porque te verás reflejada en ella y en lugar de juzgarla, querrás darle un abrazo o decirle unas palabras de aliento para que sepa simplemente que la entiendes y que en esta ardua y cansada tarea de criar a los hijos ¡NO ESTÁ SOLA!