Por Alex Campos
Una serie de esfuerzos sumados entre mi esposo y míos para tener todo listo y lograr ganarles a las manecillas del reloj. El día que logremos subirnos al carro a la hora planeada, con niños peinados, desayunados y bien portados, ese día nos entregarán de seguro un trofeo, al menos así debería pasar para cada mamá y papá haciendo esfuerzos sobrehumanos por aventurarnos a decir que saldremos “temprano” de viaje.
Todo el protocolo de instalar sillitas, pantallota para que los niños se entretengan, almohadas, cobijitas por si les da frío, mamilas, cambios de ropa disponibles por si suceden accidentes, snacks por qué seguro les dará hambre, uf, sólo de escribirlo ya me agoté. Por cada niño, se añade un grado de pendientes.
¿Les pasa a ustedes también? Parecería como si justo cuando más prisa y más intenciones de jugarle la más grande batalla al reloj, los niños pequeños se propusieran añadir obstáculos.
En mi caso hay tres pulguitas hermosas, cada una con sus exigencias y lista de necesidades a la hora de salir de viaje.
Así que, deséenme suerte…
“Mamá, quiero que hoy me hagas 2 trencitas”, me dice la mayor justo cuando yo intento utilizar todas mis técnicas súper desarrolladas de mamá en modo fast track, y comienzo el rally. ¡¿Trencitas?! No pensaba ni si quiera pasar el peine por su cabello, en estos momentos sólo importa lograr subir a los 3 a la camioneta ¡antes de las 6 am! ¿Qué hacer?! ¿Me aviento el berrinche de las trenzas o mejor cedo y me gasto 10 min más de lo planeado?
“Mami, ¿mi pon?” Ay no, esto me recuerda que debo ya esconder todos los chupones de la casa y comenzar con la siguiente misión de retirar el chupón al mediano, que por alguna u otra razón siempre termino posponiendo… la verdad no he querido complicar mi existencia.
¡¿Dónde está 1 sólo chupón cuándo una lo necesita?! Ahí ya se me fueron otros 10 minutos extras y lo peor, ¡nunca salió el chupón! Lo sé, se avecina la tormenta. Y yo que ya me proclamaba vencedora luego de empacar para 3 , tener pañalera lista y por la mañana lograr ponerme rímel y una combinación decente.
En fin, luego de la búsqueda incansable por el chupón, las trenzas mal hechas de mi hija y uno que otro pendientetito por aquí y por allá, logramos subir a la camioneta, sin mayor accidente.
Mi esposo se queja un poco de que nunca logramos salir a la hora acordada, pero yo veo el reloj y veo 1 hora de retraso con una camioneta sobre cargada, niños peinados ¡y desayunados! Wow, deberíamos hacer la danza de la victoria.
Todo esté rally de carretera seguro será más fácil cuando los niños estén más grandes, ¿o no? Al menos eso me da esperanza y me invita a pensar que algún día no muy lejano volveré a ser puntual y podré salir de casa sin el pelo empapado, mi esposo sin refunfuñar y quizá hasta los niños ayuden a subir maletas.
Se me olvidó contarles que tuvimos la grandiosa idea de decirle al abuelo (mi papá) que se viniera con nosotros. Jamás recordé que el abuelo es todo un personaje y cuando de viajar se trata sale con 4 maletas, una de libros nada ligeros, otra mochila de donde salen lentes para ver, las sorpresas que siempre carga para inventar juegos para los niños, a veces plátanos o granola porque “es malo pasar muchas horas sin comer” y papel de baño que usa PARA TODO. En su mundo desde hace algunos añitos todo se arregla con papel sanitario, ni las toallitas húmedas hacen tanto milagro. Las otras dos maletas que carga siguen siendo un misterio.
Por eso digo que ahí va la familia Burrón de viaje, la pobre camioneta seguro va de patitas temblorosas de tanta carga que lleva, ni a la camioneta más grande le sobraría espacio en una familia como la nuestra. Pero ¿saben algo? Este rally carretero seguro será de los mejores recuerdos en unos años más, el abuelo y sus 4 maletas, los niños, el chupón y las trenzas, se extrañarán.