Somos nuestras relaciones, incluso con nosotras mismas.
Por Dona Wiseman
Hoy, durante una sesión de terapia, esta categoría del perfil de Facebook saltó a mi mente. “En una relación con…” Me fue inevitable hacer un viaje a través de mis relaciones. No hablo de parejas (ni pasadas, ni presentes, ni futuras). Hablo “de todas mis relaciones”, así como declaramos al entrar a un temazcal. El tema se profundiza más, porque mientras puedo decir con mucha facilidad que soy una con el todo, me pregunto si tengo conciencia de lo que eso significa.
En una primera instancia la frase “en una relación con…” me remitió al hecho de que hoy no tengo pareja. Después me vinieron a la mente mis hijos, mis nietos, mis amigos, las personas con quienes trabajo, mis maestros, el país donde nací, los países donde nacieron mis abuelos y bisabuelos, el país y la ciudad que me han recibido y donde he forjado mi vida adulta. Si agrego la cantidad de mascotas que he tenido en mi vida, y los hombres que en algún momento fueron mis parejas o con quienes tuve algún tipo de relación, la respuesta a “en una relación con…” perfila interminable.
Pero me puse aún más filosófica. Y, aunque hoy es un lugar común, pensé en mi relación conmigo misma. Y luego me pasé a mi relación con el entorno, con mi casa, con los espacios, con el tiempo, con el dinero, con mi cuerpo. Sumando todas estas relaciones al “soy una con el todo” me doy cuenta que esto de relacionarme es trabajo de tiempo completo.
“Por todas mis relaciones” es un ofrecimiento que hacemos al entrar a un temazcal, a un espacio ceremonial y espiritual. Significa que ofrezco el trabajo que haremos dentro del temazcal por el bien de todos los seres con quienes nos relacionamos, conscientemente e inconscientemente. Es difícil examinar todas nuestras relaciones. Si es complicado revisar nuestras relaciones de pareja y de familia, imaginemos el tiempo y el esfuerzo que tomaría mirar cada relación que tenemos.
En la psicoterapia decimos que somos quienes somos en las relaciones. Eso significa que yo, persona, me determino y me defino por mi manera de relacionarme. Uno de mis maestros decía que todos somos sanos y perfectos solitos en la regadera en la mañana y que la neurosis entra en el momento de entrar en contacto con otro, en la relación. Realmente es sencillo. Yo puedo decir que soy una santa, pero al tratar a los demás realmente sabremos si lo soy o no.
Hace tiempo estuve en un campamento con un grupo de personas. Una de ellas decía y repetía lo mucho que le gustaba convivir con “la naturaleza”. En ese lugar hay una colonia de osos negros que bajan a husmear los tambos de basura en las noches. Esta mujer, un poco asustada por la presencia de los animales, preguntaba por qué permitían que bajaran al área donde se quedan las personas. Típica amante de la naturaleza mientras la naturaleza no se meta en “su” territorio. Sí, hablar y relacionarnos son cosas distintas.
Para relacionarme, tengo que ver al otro. Tengo que ver que yo soy quien invade el espacio de los osos. Tengo que mirar cómo se conjunta mi manera de relacionarme con otros y con el entorno con la manera de relacionarse del otro. Tengo que ver lo que valora el otro y poder darle a sus valores el mismo nivel de importancia que lo que yo valoro. Negociación. Consideración. Aceptación. Tolerancia.
Hoy me asaltó la inmensidad de “mis relaciones”. Hoy me doy cuenta que en algún momento quizá mi perfil de Facebook declarará que estoy en una relación de pareja con alguien. De hecho durante 14 años así fue. Quizá nunca haga esa declaración de nuevo. No sé. Lo que sí me queda claro es que siempre estoy en relación. En las relaciones me conozco, me vivo, me experimento. Yo soy mis relaciones.