A mi madre, mi fiel porrista.
Por Alex Campos
Alguna vez, antes de convertirme en mamá escuché a una psicóloga en un programa de televisión decir que los padres no deberían festejar cada logro de los hijos. En su teoría, ella aseguraba que los padres que les festejan cada logro a sus hijos los convierten en personas que buscan siempre aprobación, adictos a la complacencia y amantes al reconocimiento.
Ciertamente, en ese momento, no tenía idea de la declaración tan radical que esa mujer estaba emitiendo a millones de espectadores, tengo que confesar que por lo radical de su teoría su concepto de “sobre festejo” se me quedó grabado y, para ser sincera, en estos primeros 5 años de ser madre esas palabras me han hecho sombra en medio de una porra mal entonada, porque mi hija logró abrochar los botones de su sweater o porque mi hijo comió con el tenedor sin parecer un troglodita. Y bueno, mejor no les cuento de los aplausos y festejos que le echo a mi super héroe cromosómico.
No soy psicóloga y esa teoría quedo lejos de lo que quiero dar a mis hijos, soy mamá de tres pequeñitos que mueren de alegría cuando mama les aplaude o les inventa un pasito de “la victoria”.
Crecí en una familia donde tenía las dos versiones de padres, la porrista que era mi mama y “el medido”, y a veces hasta hermético, que era mi papá (aun así, sé que mi padre se medía mucho pensando en mi bien).
Mi mamá, era la mejor porrista de sus pupilos, la única que seguía creyendo en mi aun cuando le daba dolores de cabeza en mi adolescencia.
Después de un buen regaño y los castigos más dolorosos como no salir ni a la esquina, siempre regresaba a decirme lo genial que yo era, el potencial que ella veía en mí y lo que podría lograr si hacia las cosas bien. Y ahí estaba esa inyección de positivismo y de fe en mí. Una vez que comencé en el mundo laboral ni se diga, no había mejor lugar que la sala de mi madre para una buena PEP TALK, sí que me hacía creer que mi esfuerzo alcanzaría los más grandes sueños.
Por eso, cuando escuché a esa psicóloga decir: “No debemos sobre festejar a los hijos por cada logro”, intuía que su teoría no era natural, y ahora más que recuerdo a mi madre justo en medio de una celebración por cosas simples y que me reconozco como una madre que entiende que sus porras por logros importantes o por cosas insignificantes no harán daño en un mundo donde lo que más falta es FE y AUTOESTIMA, ¿quién estará siempre, aun cuando todo vaya mal, si no son nuestros propios padres?
¿Quién pondrá el alcohol y la curita en la frente del Superman que quiso volar desde la barra de la cocina?
No se trata de criar personas que creen que la vida es una competencia con todos y cada uno de los participantes, se trata de hacerles entender que en ellos mismos encontrarán a su mejor contrincante.
Se trata de que cada porra los haga creer en ellos para que el día de mañana sean los mejores motivadores para una nueva generación.
No es decirles “eres el o la mejor”, sino “eres genial, eres fuerte, eres capaz y debes intentarlo, tal vez lo logres y si no aquí estaré para ti”.
Enseñarles que a veces se pierde y a veces se gana, pero sin importar el resultado mamá sigue creyendo que tú eres genial.
Los papas somos impulsores de sueños, motivadores personales, porristas y enfermeros con un variado y completo botiquín listo para sanar heridas luego de uno que otro error de cálculo de esos que son parte de la vida.