Sólo una mujer conectada con su naturaleza cíclica, sabe perfectamente el porqué de su equilibrio emocional y hormonal.
Por Lorena Salas
Después de casi un año de no presentar mi ciclo menstrual tras haber tenido a mi segundo bebé, hace poco volví a usar al fin una toalla sanitaria, y digo al fin porque, aunque suene raro, debo confesar que ya lo extrañaba. Sentí como si todo volviera a tomar su rumbo habitual y natural y me llené nuevamente de esa energía femenina que sólo experimentamos quienes somos mujeres.
Sólo una mujer conectada con su naturaleza cíclica, sabe perfectamente el porqué de sus cambios de humor, el porqué de su creciente introspección, el porqué de su creatividad y el porqué de su equilibrio emocional y hormonal.
La luna al igual que la mujer, se presenta continuamente cambiante ante nuestros ojos cada vez que la miramos, y es que cada fase representa un estado distinto. A veces la podemos ver escondida y misteriosa, otras veces a la mitad como si mostrara una sonrisa amigable y tierna y en otras ocasiones la vemos imponente en todo su esplendor, llena de luz, energía y magia.
Desde tiempos muy remotos, tanto la luna como el sol se han relacionado directamente como parámetros para medir el tiempo, las estaciones, los cambios en las cosechas, entre otras cosas. Pero es precisamente en la luna donde vemos esa asociación única con la mujer y sus ciclos menstruales.
“El concepto de unión entre la mujer y su menstruación, la luna, las medidas y la sabiduría se refleja en muchas de las culturas que se han desarrollado en el mundo y en varios idiomas; en latín. por ejemplo, se utiliza la misma palabra para los términos mes y luna, y de ese vocablo deriva menstruación”. (Gray, Miranda, P. 56. “La luna roja”).
Para muchas mujeres, la menstruación sólo representa, literal, un dolor de cabeza que viene acompañado de un sangrado ligero o abundante dependiendo de cada una alrededor de cada mes. Pero, ¿es tan malo dejar que nuestro cuerpo sangre? Si echamos un vistazo a las raíces de lo que implica un ciclo menstrual, tal vez “abrazaríamos” durante todo el mes cada una de nuestras fases al igual que sucede con la luna.
“En la antigüedad se consideraba que el ciclo menstrual del útero femenino era un período de vida y fertilidad durante la ovulación, y de muerte e infertilidad en la menstruación, y que reflejaba las fases de la luna y las estaciones del año. Este misterio está presente en varias mitologías en la imagen de un recipiente mágico o transformador: en las leyendas del Grial es una copa o cáliz; en la antigua mitología celta un caldero y en los textos alquímicos, un matraz o alambique. Cada uno de ellos brindaba abundancia, fertilidad, transformación, inspiración espiritual e iniciación”. (Gray, Miranda, P. 57. “La luna roja”).
Y es precisamente este ciclo de muerte y vida el que prevalece constantemente durante nuestros ciclos, tal como podríamos experimentarlo en nuestras vidas y en todo nuestro ser. Como mujeres, tenemos un poder único para crear vida y renacer nuevamente a través de los ojos y almas de nuestros hijos, podría decirse que se logra así una especie de trasmutación que sólo ocurre gracias a la sintonía con nuestra luna, esa misteriosa dama de blanco que nos lleva de la mano por nuestra naturaleza femenina.
“En el pasado se reconocía que la naturaleza femenina, tan similar a la de la luna, no hacía más que demostrar el vínculo que unía a la mujer con el universo; a través de su cuerpo ella experimentaba de forma intuitiva la conexión entre todas las formas de vida, la unión entre lo divino y la creación, y el ciclo de la vida, la muerte y el renacimiento”. (Gray, Miranda, P. 77. “La luna roja”).
Dejemos que esta fuerza lunar nos guíe, dejemos correr las lágrimas cuando las sentimos venir, dejemos correr esa sangre que barre todo para purificarnos al final, dejemos llevarnos por nuestra intuición y creatividad. Si nos conectamos realmente con nuestro ciclo y dejamos de lado la parte racional e intelectual, entonces la magia ocurre: nos entendemos y nos encontramos a nosotras mismas dentro del vertiginoso camino que conlleva ser mujer en este mundo.