Por Daniella Monarez
Aún recuerdo mi primer estuche de diagnóstico que tuve, obviamente de juguete, aunque en realidad no era mío, si no de mi hermana mayor y, a pesar de ser un estetoscopio de plástico, se podían escuchar los ruidos cardiacos reales. Así que la primera vez que escuché un corazón fue el mío e incluso podía sentir el ligero retumbar en mis oídos. Quedé fascinada y a partir de ese momento fui incubando el sueño de ser doctora.
Así fue como me convertí en la niña médico de toda la cuadra, cuando alguien se caía, raspaba o golpeaba, yo corría tan rápido como podía a mi casa por algo de algodón y mertiolate y en seguida curaba al herido. Así viví la mayor parte de mi infancia, hasta llegar a la preparatoria con los exámenes de orientación vocacional, en los cuales siempre intentaba contestar de la manera en que me parecía que al final iba a resultar en decir que sería “algo” del área de la salud.
En fin, reconozco que soy privilegiada al ser una persona que hace tangible lo que ha anhelado desde la infancia, y es por eso, que ahora que estoy viviendo mi sueño es que puedo asegurar que vale la pena cualquier sacrificio, desvelo o hasta lágrimas, pues la inversión (para no decir costo) que se necesita para poder lograrlo es grande no lo negaré. Cuando se va logrando subir de escalón en escalón hasta llegar a la meta, la sensación es inmensamente gratificante, tanto que, cuando llega la hora de tomar alguna decisión, de dejar de lado lo que impide avanzar, simplemente se hace.
Ahora que se despide al año que se va, no me queda más que recordar y agradecer a todas las personas que se han involucrado en mi camino, obviamente a Dios y mi familia por delante, a las que me han tomado de la mano, me han cargado cuando estoy tan cansada o las que comparten mi andar y hasta a las que le han puesto más piedras y espinas en mi sendero. En este año nuevo me doy el tiempo para honrar a mis maestros, compañeros, cómplices, pero sobre todo a los pacientes, que nos favorecen con su confianza.
He decidido no pedir 12 deseos, los intercambiaré por 12 cambios y esfuerzos en mi persona que me ayudarán a lograr el objetivo final. Me gusta pensar que cada año es una nueva oportunidad para reacomodar pensamientos, ideas y fantasías. Dejar de lado espejismos que nos pueden confundir en el trayecto de nuestra misión de vida.
Hay una recomendación que no quiero dejar de lado, si en algo vale la pena invertir, además de los sueños, es en la salud. Inicia un año en el cual podemos hacer mucho por nosotros, por favor, no dejemos de lado ningún chequeo anual, desde ese pequeño lunar nuevo hasta las cuestiones dentales, embarazos, la vista, o ese dolorsito que tiene rato molestando, siempre, lo ideal será acudir con el médico de confianza, ya que la manera en que se puede ir un paso delante de las enfermedades es, después de prevenirlas, detectarlas a tiempo. Que se extienda esa buena costumbre con nosotros mismos y los nuestros. Mi consejo es y siempre será, conocer nuestro cuerpo desde la punta de los pies hasta el último de nuestros cabellos, así como a nuestros hijos también.
Gracias por abrirme las puertas a ustedes lectoras por acompañarme durante este viaje.